Image: La gran mascarada

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Ensayo

La gran mascarada

Jean-Francoise Revel

6 diciembre, 2000 01:00

Aunque de menor interés, no se puede pasar por alto una simplificación en la que Revel insiste a lo largo de todo su libro: ser de izquierdas es odiar a Estados Unidos. Estamos ante un libro irritante cargado de razón

Traducción de María Cordón. Taurus. Madrid, 2000. 319 páginas, 2.950 pesetas

J. F. Revel señala que si bien los crímenes nazis han sido, y son, perseguidos los comunistas han pasado, y pasan, casi desapercibidos. El siguiente paso es dar razón de una anomalía cuya justificación básica no es otra sino la mala fe de los intelectuales de izquierda

Los dos ejes que conforman este libro son la defensa del liberalismo y la condena de los totalitarismos. La primera preocupación de Jean François Revel es demostrar que la doctrina liberal no tiene por qué circunscribirse a Estados Unidos y el Reino Unido. Si bien acepta que la fuente básica del liberalismo moderno es el texto que John Locke escribiera en 1690 bajo el título Tratado del gobierno civil, no puede olvidarse, en su opinión, que los fisiócratas franceses, en un célebre artículo publicado en la Enciclopedia, fueron los primeros en abogar por la libertad de comercio. Más aún, Turgot sería quien influyó en el influyente volumen del escocés Adam Smith Riqueza de las naciones (1776), y no al revés, como se ha dicho tantas veces. Para Revel la Revolución Francesa, con la excepción de los trece meses de la dictadura jacobina, fue "en sus principios filosóficos y en sus reformas del derecho, fundamentalmente liberal".

El rechazo francés al liberalismo, tan patente en su centralismo estatal, proviene para Revel de que, como ya había observado Tocqueville en El Antiguo Régimen, los franceses prefieren antes la igualdad que la libertad. Si bien esta afirmación puede encontrar justificación, lo que no puede olvidarse es que en Francia la doctrina liberal es rechazada por buena parte del clero, la nobleza y la monarquía.

En el siglo XIX, en Alemania, la combinación del luteranismo y del militarismo prusiano ahogó cualquier posibilidad de desarrollo del liberalismo. El reaccionarismo austríaco no sólo impidió el brote liberal en su propio imperio austro-húngaro sino que envió tropas para que, con el apoyo del Vaticano y de los fusiles de Luis Napoleón, en Italia no prendieran las corrientes liberales. En la Europa continental, salvo raras excepciones, el liberalismo ha tropezado siempre con grandes dificultades, lo cual no impide que su contribución, a lo largo de todo el siglo XIX europeo, a la construcción de las libertades modernas y a la democracia haya sido no ya considerable sino crucial.

Para condenar el comunismo Revel organiza su texto de la siguiente manera. En primer lugar muestra que nazis y comunistas equivalen, ambos son productos evolucionados del socialismo del siglo XIX y ambos demuestran el mismo desprecio por el individuo. En esto Revel no es del todo original. Hace ya más de treinta años, Eysenck señaló en sus trabajos en torno al autoritarismo y a la "personalidad dura" que nazis y comunistas puntuaban de modo semejante en sus test de personalidad. Tras poner en evidencia el plano de contacto entre nacionalsocialismo y comunismo -cuyo punto más evidente es el pacto Hitler-Stalin para repartirse Polonia-, Revel señala que si bien los crímenes nazis han sido, y son, perseguidos los comunistas han pasado y pasan casi desapercibidos. El siguiente paso es dar razón de una anomalía cuya justificación básica no es otra sino la mala fe de los intelectuales de izquierda.

Al llega a este punto, al cuerpo a cuerpo con la intelectualidad francesa -supuestamente de izquierdas en su mayoría- representada en su cabeza más mediática por sociólogo Pierre Bourdieu, Jean François Revel pierde los papeles en, al menos, dos aspectos de importancia. El primero radica en sus modales, en un libro serio no se pueden hacer descalificaciones globales como equiparar izquierda con retraso mental ni acudir al menoscabo personal. El segundo error está en tratar de aplastar al enemigo recurriendo tanto a argumentos de fondo, de gran interés en buena parte, como a una casuística, casi infinita, que raya lo anecdótico y es reiterativa. El efecto de esto último es muy cansado para un lector español que no está, ni tiene porque estarlo, atento a unos navajazos entre intelectuales franceses de los que no tiene referencia o desconoce sus interioridades, algunas tan carnales como mezquinas.

Aunque de menor interés, no se puede pasar por alto una simplificación en la que Revel insiste a lo largo de todo su libro: ser de izquierdas es odiar a Estados Unidos. No parece que su general De Gaulle fuera ni de izquierdas ni admirador de Norteamérica. Quienes hemos tenido la fortuna de estudiar en ese país sabemos que está construido a base de claroscuros. En definitiva, un libro irritante, cargado de razón, escrito por un marsellés nacido en 1924 que no tiene pelos en la lengua.

PROFESOR REVEL

Caballero de la Legión de Honor, Jean-François Revel (Marsella, 1924) participó activamente en la Resistencia francesa. Ha sido agregado de filosofía, comisario de la República en 1944, profesor en varios Liceos, director de la revista L´Express, así como miembro del subsecretariado de Estado para las Artes y las letras. En 1957 comenzó su carrera literaria y periodística, en la que destacan las obras El conocimiento inútil, Ideas de nuestro tiempo o La tentación totalitaria.