Image: Perdonen las molestias

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Ensayo

Perdonen las molestias

Fernando Savater

7 marzo, 2001 01:00

El País-Aguilar. Madrid, 2001. 326 páginas, 2.600 pesetas

Afortunadamente contamos con un Voltaire capaz de contraponer una magnífica lección de honestidad, coraje cívido y lucidez intelectual

La evolución política del País Vasco durante los más de 20 años transcurridos desde el comienzo de la transición democrática ha desmoronado esquemas que parecían inamovibles al comienzo del proceso. ¿Quién hubiera dicho entonces que los denostados herederos del franquismo, primero la UCD, luego el PP, iban a ser defensores a ultranza de la Constitución y del Estatuto vasco, al precio de la vida de no pocos de sus militantes? Por el contrario, la prosapia del PNV como partido centenario, integrante de los gobiernos republicanos durante la guerra civil y proscrito durante el franquismo, no ha impedido que en la teoría, pero sobre todo en la práctica, coloque la doctrina de Sabino Arana y sus consecuencias por encima de la Declaración Universal de los Derechos Humanos. Seguramente, la mayor dosis de confusión y oportunismo ha estado en la izquierda, hasta el punto de que puede afirmarse que parte considerable de ésta sólo es efectivamente antifascista si eso resulta políticamente correcto. Al fin y al cabo, tampoco cabía esperar gran cosa de quienes, todavía hoy, siguen encontrando mil y una excusas para no mover un dedo contra la dictadura de Fidel Castro y tienden a referirse a cualquier movimiento guerrillero con la misma honda comprensión con que el PNV habla de ETA, salvo que sean contrarrevolucionarios, claro. Es posible, todavía, una última consideración: todas las glosas del derecho de autodeterminación no impiden formularse esta pregunta fundamental: ¿qué sería de los vascos disidentes del nacionalismo sin la protección de los Estados constitucionales español y francés? Ahora que renacen las explicaciones historiográficas del sempiterno fracaso de la España contemporánea, achacándolo esta vez a la construcción insuficientemente democrática de la nación española, resulta cada día más evidente que libertad y unidad son términos interdependientes, de tal forma que la unidad constitucional española y, en este sentido, España, no es tanto la fuente de los problemas para la convivencia en libertad sino la mejor solución, vinculada con el otro soporte fundamental de nuestro equilibrio constitucional: la construcción europea.

Estas y otras muchas reflexiones son posibles al hilo de la lectura de la antología que ha formado Savater con sus artículos en prensa sobre la situación política vasca desde 1998 hasta hoy, bajo el título de uno de ellos: Perdonen las molestias, en el que convocaba a la manifestación de ¡Basta ya!, en San Sebastián, el 23 de setiembre de 2000. El autor emplea magistralmente la ironía como principal instrumento pedagógico para sus análisis y, mediante ella, y con un estilo tan sencillo como elocuente, es capaz de desencadenar la risa homérica del lector, lo mismo que hacerle partícipe de la angustiosa degradación de la convivencia en el País Vasco por obra del fanatismo, la hipocresía y el miedo. De todos los argumentos que expone Savater, destacaría dos: uno, que no es posible confundir los problemas del País Vasco con los objetivos políticos del nacionalismo, por más que éste los presente como solución. Una solución cuya solidez argumentativa e interés en la opinión pública guarda proporción directa con la intimidación que ejercen las pistolas de ETA. El otro argumento hace de elemento aglutinador de toda la antología y consiste en una argumentación de filosofía política que insiste en que cuanto más trate de adaptarse el orden constitucional a patrones de identidad nacional, aunque sean de tipo étnico y cultural y no racista, menor será la libertad de todos. Es cierto que los demócratas vascos y españoles estamos pagando un duro precio a causa de la herencia política y cultural de Sabino Arana Goiri, pero, afortunadamente, contamos con un Voltaire, capaz de contraponer a esa herencia oscurantista una magnífica lección de honestidad, coraje cívico y lucidez intelectual.