Wilde Total
Luis Antonio de Villena
18 abril, 2001 02:00Este Wilde total ilumina las zonas más oscuras del autor: explica muy bien sus filias y fobias y analiza cómo Wilde se convirtió no en "el inventor de un nuevo esteticismo" sino en su imagen más visible
Sea cual sea el juicio literario que sobre Wilde se tenga, una cosa está clara: su valentía roza la santidad. Luis Antonio de Villena -que ha dedicado a este autor numerosas páginas y estudios y le ha hecho hablar en una monológica novela- hace un recorrido por la geografía de esta insólita vida y traza un mapa íntimo de todas las personas que, de un modo u otro, fueron determinantes en la escritura de esta compacta obra. El perfil de los padres, el influjo de los helenistas Tyrrel y Mahaffy sobre el excelente estudiante de clásicas que el joven Wilde fue, la educación estética de los años de Oxford, la influencia de Ruskin, de Pater y de Morris, sus personalizaciones de lo ajeno, su construcción del dandy y su matrimonio son tratados aquí con exhaustivo conocimiento de datos y detalles, que focalizan al personaje y nos lo acercan de modo tan directo que no es que nos asomemos a distintos momentos de su vida: es que casi asistimos a su cotidiano vivir.
Villena describe la decoración de su casa, su enemistad con Whisler, su conocimiento de Robert Ross... pero, sobre todo, su inclinación a la tragedia, su interés por Thomas Griffith Wainewright, los presupuestos vitalistas de El retrato de Dorian Gray, su concepto de la Belleza y su atracción por la juventud. "La vida concebida como drama y el drama como paganismo -explica Villena- son los principales ejes" de la obra de Wilde, al que presenta en todo lo que es y como alguien que, a diferencia de Bosie, no duda en decir el amor que no se atreve a decir su nombre.
Biografía y ensayo a la vez, el Wilde total de Luis Antonio de Villena tiene dos partes: la primera objetiva al personaje; la segunda detalla, como si fueran accidentes, los caracteres de las personas con las que Wilde estuvo en relación. Si la primera parte ofrece una narración lineal y en bloque, la segunda aporta una minuciosísima visión casi en fragmentos. De la suma de ambas se obtiene el conjunto que identificamos con y como Wilde. Vemos que Grecia le interesó menos como pasado que como porvenir y comprendemos que la poesía le atrajo por lo mismo que, según Villena, los simbolistas la exaltaron: "Porque era profundidad, era fulgor y era misterio". El Wilde total de Villena tiene el mérito de iluminar las zonas más oscuras del autor: explica muy bien algunas de sus filias y fobias; analiza su primer viaje a América y cómo Wilde se convirtió no en "el inventor de un nuevo esteticismo" sino en su imagen más visible; alude a su reseña de Poemas y baladas de Swinburne, a quien Wilde curiosamente censura "la falta de todo sentido de los límites"; y no elude abordar una cuestión tratada no hace mucho por el teólogo Olegario González de Cardedal. Villena discrepa de la interpretación de éste y afirma que el Cristo de Wilde es "contradictorio", porque "es el Cristo de la experiencia del dolor y no el Cristo de la fe". Reconoce en Wilde un cristianismo estético, no ajeno a su socialismo utópico, y concluye que "en él bondad y compasión [...] eran valores mucho más vitales que intelectuales". Aduce el testimonio de Adela Schuster, para quien Oscar Wilde "flirteaba con el catolicismo" y, después de un capítulo dedicado al tratamiento que a la vida y la obra de Wilde ha dado el cine, concluye con un resumen de los ejes de su itinerario, al que añade un breve apunte bibliográfico y dos colecciones de máximas, la traducción de alguna de las cuales convendría pulir. El libro de Villena es un catálogo tanto como un mapa que da precisa cuenta del mundo y significado de este autor oscurecido a veces por la brillantez de sus propias anécdotas y por la leyenda interesada que de su vida se ha pretendido hacer. El libro de Villena recoge gran cantidad de testimonios y ofrece una imagen tan coherente como exacta de su vida y de su creación.