Ensayo

Diccionario ejemplificado de argot

CIRIACO RUÍZ

13 junio, 2001 02:00

Península. Barcelona, 2001. 439 páginas, 3.900 pesetas

Un diccionario de estas características es el cuento de nunca acabar. Jamás está completo, porque el léxico recogido se halla en permanente renovación. Una obra utilísima para quien tenga interés por el lenguaje

En los últimos años ha aumentado el interés de los lingöistas por el estudio de jergas y vocabularios especiales. A los repertorios y diccionarios de argot de J. M. Oliver, V. León o J. Sanmartín Sáez hay que añadir el Gran diccionario de argot de Delfín Carbonell, tan reciente que ni siquiera ha podido tenerlo en cuenta Ciriaco Ruiz al elaborar este Diccionario ejemplificado de argot que acaba de ver la luz y que es un diccionario "de autoridades": cada palabra, cada acepción se presenta con el aval de un texto, por lo general literario, donde se documenta el significado. Basta echar una ojeada a la lista de obras consultadas para apreciar el considerable esfuerzo en la búsqueda de fuentes que sustenta este repertorio. Desde novelas hasta manuales de investigación policial, nada que pudiera ser de ayuda ha sido desdeñado. Es evidente que podían haberse añadido más textos que, por su índole, prometían ya desde su título ejemplos de léxico jergal -pensemos en La sueca desnuda, de Guerra Garrido, o en Confidencias de un chorizo, de Marsé-, pero es dudoso que estas y otras obras hubieran aportado términos nuevos, no recogidos ya en el extenso corpus que aquí se comenta.

El problema esencial en un diccionario de este tipo es la imprecisa delimitación de lo que debemos entender por argot, ya que el lenguaje de los delincuentes, las formas del caló, los coloquialismos vulgares y otros vocablos de procedencia distinta acaban mezclándose y formando un conjunto heterogéneo que, además, posee una gran movilidad. Muchas denominaciones son efímeras y cambian de una generación a otra, porque su uso es casi exclusivamente oral y no poseen la fijeza que otorga el lenguaje escrito. Por eso, cuando un vocablo alcanza una vigencia prolongada conviene destacarlo. Aquí, el uso predominante de textos recientes puede hacer pensar que las acepciones registradas son también muy modernas, pero no siempre es así. He aquí algunos casos. Calco "zapato" aparece documentado con textos de 1963, 1991 y 1999. Sin embargo, la acepción figura ya en la comedia El congreso de gitanos, de José de Elizaga, que es de 1850. Algo parecido cabría decir de clisos "ojos", también utilizado en la obra de Elizaga, como chulí, bato y algunas otras palabras que, si se juzga por la documentación aducida aquí, podrían parecer incorporaciones recientes. En textos de zarzuelas y sainetes del XIX no consultados existen vocablos que hoy continúan vigentes, de acuerdo con los testimonios del presente Diccionario: así, churí "navaja" está en El suicidio de la Rosa (1847), de Agustín Azcona; el gitanismo canguelo -que sorprendentemente no se recoge aquí- se lee en El tío Zaratán (1849), de J. M. Gutiérrez de Alba. Otros términos podrían haberse documentado también más tempranamente a fin de que el lector tuviera información de su vigencia: apandar se encuentra en Misericordia, de Galdós; baré en Cristóbal de Castro (1908); apiolar en Fernando Mora (1912) y en La corte de los milagros.

Cabe también señalar algunas omisiones o ausencias que tal vez convendría reconsiderar en futuras ediciones. Si se recogen camareta "camarero" y drogata, ¿por qué no hacer lo mismo con jubilata y ordenata, formas tan vivas al menos como las anteriores? Y si se recogen, como designaciones de ciertas actividades sexuales, francés o birmano, ¿por qué no incluir griego, tan frecuente en la publicidad del ramo? Falta una palabra tan característica como carpanta "hambre", documentada ya desde mediados del XIX, y otras como espichar "morir", beata "peseta" y blanco "cobarde", que hallamos en obras de Baroja, de Arniches, de López Pinillos. En el Diario de un jubilado utiliza Delibes cacorro "bisexual", que no es invención del autor. Y también serían aprovechables en algunos casos ciertas explicaciones sobre usos que son simples alteraciones fonéticas. Por otra parte, y frente a las adiciones posibles, cabe igualmente alguna supresión, como la de killer "asesino", documentado sólo en Raúl del Pozo, que es claramente un uso ocasional.

Un diccionario de estas características es el cuento de nunca acabar. Jamás está completo, porque el léxico recogido se halla en permanente renovación. Por eso es destacable el gran acopio de materiales que ha llevado a cabo el autor, así como la pulcritud lexicográfica con que los ofrece. Resumen: una obra utilísma para quien tenga algún interés por el lenguaje nuestro de cada día.