Diccionario ejemplificado de argot
CIRIACO RUÍZ
13 junio, 2001 02:00Un diccionario de estas características es el cuento de nunca acabar. Jamás está completo, porque el léxico recogido se halla en permanente renovación. Una obra utilísima para quien tenga interés por el lenguaje
El problema esencial en un diccionario de este tipo es la imprecisa delimitación de lo que debemos entender por argot, ya que el lenguaje de los delincuentes, las formas del caló, los coloquialismos vulgares y otros vocablos de procedencia distinta acaban mezclándose y formando un conjunto heterogéneo que, además, posee una gran movilidad. Muchas denominaciones son efímeras y cambian de una generación a otra, porque su uso es casi exclusivamente oral y no poseen la fijeza que otorga el lenguaje escrito. Por eso, cuando un vocablo alcanza una vigencia prolongada conviene destacarlo. Aquí, el uso predominante de textos recientes puede hacer pensar que las acepciones registradas son también muy modernas, pero no siempre es así. He aquí algunos casos. Calco "zapato" aparece documentado con textos de 1963, 1991 y 1999. Sin embargo, la acepción figura ya en la comedia El congreso de gitanos, de José de Elizaga, que es de 1850. Algo parecido cabría decir de clisos "ojos", también utilizado en la obra de Elizaga, como chulí, bato y algunas otras palabras que, si se juzga por la documentación aducida aquí, podrían parecer incorporaciones recientes. En textos de zarzuelas y sainetes del XIX no consultados existen vocablos que hoy continúan vigentes, de acuerdo con los testimonios del presente Diccionario: así, churí "navaja" está en El suicidio de la Rosa (1847), de Agustín Azcona; el gitanismo canguelo -que sorprendentemente no se recoge aquí- se lee en El tío Zaratán (1849), de J. M. Gutiérrez de Alba. Otros términos podrían haberse documentado también más tempranamente a fin de que el lector tuviera información de su vigencia: apandar se encuentra en Misericordia, de Galdós; baré en Cristóbal de Castro (1908); apiolar en Fernando Mora (1912) y en La corte de los milagros.
Cabe también señalar algunas omisiones o ausencias que tal vez convendría reconsiderar en futuras ediciones. Si se recogen camareta "camarero" y drogata, ¿por qué no hacer lo mismo con jubilata y ordenata, formas tan vivas al menos como las anteriores? Y si se recogen, como designaciones de ciertas actividades sexuales, francés o birmano, ¿por qué no incluir griego, tan frecuente en la publicidad del ramo? Falta una palabra tan característica como carpanta "hambre", documentada ya desde mediados del XIX, y otras como espichar "morir", beata "peseta" y blanco "cobarde", que hallamos en obras de Baroja, de Arniches, de López Pinillos. En el Diario de un jubilado utiliza Delibes cacorro "bisexual", que no es invención del autor. Y también serían aprovechables en algunos casos ciertas explicaciones sobre usos que son simples alteraciones fonéticas. Por otra parte, y frente a las adiciones posibles, cabe igualmente alguna supresión, como la de killer "asesino", documentado sólo en Raúl del Pozo, que es claramente un uso ocasional.
Un diccionario de estas características es el cuento de nunca acabar. Jamás está completo, porque el léxico recogido se halla en permanente renovación. Por eso es destacable el gran acopio de materiales que ha llevado a cabo el autor, así como la pulcritud lexicográfica con que los ofrece. Resumen: una obra utilísma para quien tenga algún interés por el lenguaje nuestro de cada día.