El mal samaritano
Helena Béjar
27 junio, 2001 02:00Una vez que el ámbito privado y el ámbito público se separan, resulta difícil volverlos a unir, y creo que Helena Béjar es consciente de la urgente necesidad de hacerlo. Para ello, propone recuperar el pensamiento republicano. Este es el tema de su espléndido libro El corazón de la república (Paidós, 2000). Fíjense que este título engarza los dos elementos en liza: la intimidad (el corazón) y el espacio político (la república).
La palabra republicanismo resulta equívoca en castellano. Se la relaciona con una forma de gobierno -la república-, y suele olvidarse que en filosofía política designa una teoría de la virtud cívica, un modelo de ciudadanía. Al parecer, después del coqueteo con la tercera vía, y un encontronazo con el socialismo libertario, el PSOE anda ahora interesado por el pensamiento republicano.
El republicanismo es un humanismo cívico, una tradición de virtud, de participación en las tareas comunitarias. Afirma que la per- manencia y bienestar de la república depende del buen comportamiento de los ciudadanos. En el último capítulo de ese libro, Béjar estudiaba el nuevo movimiento social del voluntariado, como manifestación y encubrimiento a la vez del pensamiento republicano.
La obra que hoy comento -El mal samaritano. El altruismo en tiempos de escepticismo- nace de ese capítulo. El tema del voluntariado, del tercer sector social como suele llamárselo, contraponiéndolo al Estado y al mercado, ha adquirido gran relevancia social y económica. Béjar quiere encuadrarlo en el panorama ideológico actual, en el individualismo rampante. ¿Qué significa que en un mundo estructural y psicológicamente insolidario proliferen las actividades altruistas? Lo más interesante del libro es, precisamente, el enfoque metodológico: quiere analizar los discursos que justifican el voluntariado. El libro es una "sociología de la motivación".
Distingue, a mi juicio con acierto, dos lenguajes genéricos. Uno, el llamado lenguaje primario, dominante y hegemónico del individualismo, nutre y fagocita las razones de la ayuda. No aduce valores fuertes -ni morales ni emocionales- sino una espontaneidad que busca autorrealizarse. El lenguaje secundario se enuncia en dos formas. Una, de origen cristiano, se funda en valores fuertes: la caridad, el mandato divino, la compasión. La otra, hace una vaga referencia al pensamiento republicano, al humanismo cívico. Helena Béjar considera que el futuro del voluntariado está amenazado por su falta de conciencia política, su recelo hacia los valores fuertes, y su poca conciencia de indentidad asociativa. Es un intento de integrar altruismo e individualismo que resulta muy precario si no se le proporciona una filosofía política y ética que lo funde. Helena Béjar vuelve la mirada hacia el pensamiento republicano, y creo que hace muy bien. La virtud es la entraña de la buena política.