Ensayo

La Yihad. Expansión y declive del islamismo

Gilles Kepel

25 julio, 2001 02:00

Traducción de Marga Latorre. Península. Barcelona, 2001, 605 páginas, 3.250 pesetas

La síntesis no está al alcance de cualquiera, pero Gilles Kepel, autor de la Yihad (traducida por lo general al castellano como "guerra santa"), sí parece estar dotado con ese don. Lo prueba este ensayo erudito sobre la expansión y declive del islamismo.

Ahora bien,"una cosa es predicar y otra diferente es dar trigo". Viene ello a propósito de la tesis central del denso estudio de Kepel. Según aquella, el islam político, que ha sacudido el orbe musulmán durante el último tercio del siglo, habría iniciado un declive empíricamente demostrable. Me voy a permitir expresar mi escepticismo con respecto de la tesis que vertebra esta, por otra parte, muy competente síntesis.

Un mero repaso a la actualidad evidencia la pervivencia de la inestabilidad ciudadana -social, tribal (bereber)- en Argelia. No menos evidente son las connotaciones islamistas de la segunda Intifada en los territorios ocupados de Cisjordania y Gaza. También las tensiones étnicas que florecen en Malasia , y la espera de la confrontación cultural y guerrillera en Filipinas -tampoco exenta de virulencia de origen religioso-, son sumandos que arrojan un balance de inestabilidad en las sociedades respectivas. Y todas ellas son de complexión religiosa y cultural altamente, cuando no mayoritariamente, islámica. Hecha esta salvedad, valga subrayar de nuevo el esfuerzo de Kepel en esta obra, de referencia obligada desde ahora.

Luego de situar en perspectiva histórica el movimiento regenerador del islam intelectual contemporáneo que encabezaron los Sayyid Qotb y los Mawdudi y los Ali Shariati, Kepel deja perfectamente dispuesta la escena con el telón de fondo de la "revolución cultural" que también afectó al orbe musulmán en el siglo XX. Bajo el lema de "Nuestra Constitución es el Corán", la internacional islamista inició en los 70 la marcha hacia el poder en Egipto, Irán, Afganistán, Argelia, Sudán y Turquía. En los 80 el fenómeno se encontraba en fase de cristalización.
Kepel recuerda cómo la ideología panarabista de postguerra (1946-1970) se fue cuarteando. Dejando de lado la proclividad de los árabes a dejarse enredar en el ovillo de sus diferencias, las guerras entre los ejércitos del Estado de Israel y las tropas de las coaliciones árabes entre 1948-1967 vinieron a proporcionar el disolvente justo para el desprestigio del ideario panarabista que encarnó políticamente el coronel Nasser.

Que a la erosión progresiva del ideario nacionalista "gran-árabe" sucediera el boom del petroleo en los 70 (1973), con el ascendente de algunos países árabes en la OPEP, introduciría una contradicción lacerante en el seno del orbe islámico, al seccionarse éste en países con -o desprovistos de- recursos energéticos.

A la carrera hacia el climaterio del nacionalismo panárabe, añade Kepel la dinámica social de los países más afectados por las circunstancias del último tercio del siglo XX. O sea, las divergencias y solapamientos internos de las oligarquías petroleras, las burocracias estatales, las nacientes clases medias piadosas y el magma de los desclasados o lumpen. De los entresijos de éste surgirían los jóvenes afganos, el ejército de los Hermanos Musulmanes egipcios, los partidos de Dios y el FIS argelino.

El mensaje coránico que supone la sharia, o ley y jurisprudencia islámicos, activó la cotización histórica de los clérigos conductores de la comunidad de fieles, muy en particular a partir del momento que Jomeini y el pueblo iraní destronaron al sha de Persia en 1979. El efecto de arrastre clerical, redentorista, sobre las bolsas de población desheredada que se fueron asentando en El Cairo, Ankara, Teherán, Argel y, por qué no, Casablanca, ganó cotas de poder para los líderes de una clerecia islamista "ortodoxa" al máximo que produciría una alteración del statu quo nacional e incluso internacional.

Con la Guerra del Golfo (enero, 1991) se iniciaría el supuesto desvanecimiento de ese islam político tan debatido en la bibliografía occidental. Coincidió con la implosión del orbe soviético; fue un fenómeno, si lleva razón Kepel, contenido en Francia, Reino Unido, USA y Alemania. Así, viene a decir, el orbe islámico se enfrenta ahora al desafío de poner en pie una democracia musulmana de una vez por todas.

El harén en occidente

Fatema Mernissi, profesora de la Universidad Mohamed V de Rabat, es una suerte de "vestigio" de la mítica Sherezade. Ahora, en primorosa traducción de Inés Belaustegui, nos regala su último ensayo, un thriller pleno de humor titulado El harén en Occidente (Espasa), que mantiene en vilo al lector arrancándole más de una sonrisa de complicidad. Mi afirmación no es gratuita, aun-que su planteamiento de la situación de la mujer en el islam no está exento de solidez irónica, culturalmente tamizada para volverla contra nuestro paraíso euro-americano.

La pregunta que Mernissi se hace en el arranque de su relato es por qué difieren tanto el harén musulmán y el harén occidental. Esto lleva a la ocurrente profesora a realizar un viaje real por Berlín, París y Nueva York, al tiempo que el viaje imaginativo conduce a la autora -y al lector- por varias de las sendas que convergen en la sociedad multi-cultural de principios de siglo: ¿oriente y/u occidente; mujer y/o varón; desarrollo material y/o calidad existencial?

Cual nueva Sherezade (que la profesora sea indulgente y sepa calibrar el tono encomiástico del parangón), Mernissi realiza una tarea amena en la que plantea por qué así como el mundo musulmán encierra a la mujer en el harén (para que no se apropie del espacio público), Occidente se inventa un harén en el que la belleza de sus odaliscas traduce el mutismo congelado y la exhibición sensual/sexual de la fémina (no menos prisionera de otros parámetros culturales). No les cuento el desenlace. Sólo que es genial. No se lo pierda.

V. M. L.