Image: Rusia inacabada

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Ensayo

Rusia inacabada

HÉLÈNE CARRÈRE D"ENCAUSE

12 septiembre, 2001 02:00

Trad. Marta García. Salvat. 332 págs., 3.200 ptas.

Durante décadas la historia de Rusia y la denominada "sovietología" tuvieron en Estados Unidos su marco natural. La rivalidad entre las grandes potencias favoreció que las investigaciones encontraran al otro lado del Atlántico financiación pública o privada y que especialistas locales y un buen número de exilados o de descendientes de ciudadanos de Rusia o de países del centro de Europa desarrollaran allí una rica actividad profesional.

Entre los pocos europeos se encontraba Hélène Carrère d"Encausse. Carrère gozó de autoridad entre los analistas políticos en los años de la Guerra Fría por sus aportaciones sobre la falta de cohesión nacional en la Unión Soviética. El "problema nacional" cobró una nueva dimensión en el debate académico, que los acontecimientos posteriores corro-borarían. Hoy día continúa escrutando la historia y la política rusa y haciéndonos llegar sus puntos de vista en forma de libros.

La Rusia inacabada es una hermosa síntesis que trata de dar respuesta a una vieja pregunta: ¿por qué Rusia ha fracasado, una y otra vez, en su esfuerzo por convertirse en un estado moderno, en una democracia occidental? La pregunta ha sido enunciada durante siglos a un lado y al otro del Dnieper y ha obsesionado a la clase dirigente rusa en tiempos de los zares, del comunismo soviético y de la actual República de Rusia.

De forma sencilla y directa, con una prosa clara y elegante, Carrère se remonta a los tiempos del Imperio Romano para rastrear los orígenes del comportamiento socio-político ruso. La falta de romanización impidió el arraigo del Derecho Romano, fundamento de todo el edificio jurídico occidental. El triunfo de la Iglesia Ortodoxa les privó de un marco importante para el desarrollo de corrientes defensoras de la dignidad individual, como ocurrió en Europa. La larga presencia de los mongoles poco pudo aportar en el desarrollo de una teoría política dirigida a salvaguardar los derechos individuales. El resultado fue que el nacimiento del estado ruso no fue un proceso incardinado en el Renacimiento y el Humanismo, sino en "el despotismo mongol y el cesáreopapismo de Bizancio".
Esta tradición autoritaria se reforzaría por la necesidad de contar con medios y voluntades para asegurar unas fronteras extensas y vulnerables. Problema que llevaría a una política de conquistas animada por el objetivo de acceder a mares abiertos que facilitaran las relaciones comerciales. Mientras tanto fallaba el elemento básico de la construcción del estado moderno: la sociedad. Un país de señores y siervos con una escasa presencia burguesa carecía del motor de desarrollo fundamental: la iniciativa individual.

Pedro el Grande, Catalina II, Alejandro II, Alejandro III fueron zares preocupados por la modernización de Rusia hasta límites grotescos, pero no fueron capaces de entender sus fundamentos, no quisieron o no pudieron llevar a cabo las medidas necesarias para sacar a Rusia de su atraso milenario. La cultura autoritaria, las corrientes rusófilas, las necesidades militares o las exigencias del mantenimiento del orden público en un territorio tan extenso y con tan pocos medios no hacía sino potenciar el carácter protagonista de un estado fuerte en el proceso de modernización, en detrimento de la sociedad . Idea que los comunistas llevarían a sus últimos extremos.

La lectura de esta Rusia inacabada resulta de gran utilidad para comprender una historia distinta y compleja y, sobre todo, un presente que seguimos con interés y temor. De nuevo vemos como un joven zar preocupado por la modernización de Rusia se apoya en los grandes señores -antes de la tierra ahora de la empresa- y persigue el reconocimiento internacional mientras olvida y menosprecia el papel de la ley y la justicia. No hay modernización sin garantías individuales y ello implica un cambio cultural al que las élites políticas rusas deben hacer frente para superar un fracaso de siglos.

Nómada e hija de nómadas, Hélène Carrère d’Encause nació en París en 1929, pero en su rostro soplaban los gélidos vientos de Rusia, de donde procedía su familia, que la Revolución dispersó por Europa. Profesora en el Instituto de Estudios Políticos de París, y antes en la Universidad de la Sorbona, ha recibido multitud de premios y es secretaria perpetua de la Académie Française desde 1999.