Ensayo

El funcionario desnudo

QUENTIN CRISP

17 octubre, 2001 02:00

Trad. Óscar Palmer Yáñez. Valdemar. Madrid, 2001. 268 páginas, 2.200 pesetas

En sus últimos años de vida, Crisp fue un icono del gay afeminado. El prólogo de Jesús Palacio rememora su trayectoria como actor con clara voluntad hagiográfica. Sin embargo, ese Crisp del final -aceptado y triunfador- con aires ambiguos de vieja dama, que nunca quiso ser travesti, sino ponerse como su íntimo sentimiento afeminado le pedía, ni fue siempre triunfador ni aceptado. Más bien al contrario. Nacido en una familia de clase media baja, en una Inglaterra puritana y antigua, sufrió lo indecible antes de alcanzar ese status. Ser un homosexual afeminado y visible era exponerse a insultos, desdenes y ocasionales palizas callejeras. Pero Crisp quería ser quien era y como era, y lo sufrió y aguantó.

El funcionario desnudo fue su primer libro serio, y el mejor de sus textos autobiográficos. Se publicó en 1968 (en pleno swinging London) sólo un año después de que la homosexualidad se hubiera despenalizado en el Reino Unido. Aunque Crisp tenía entonces 60 años y se sentía ya viejo, quizá lo más atractivo de su vida estaba por llegar. Acaso en el Londres de la II Guerra Mundial (cuando Quentin ligaba con los soldados norteamericanos) entrevió que su futuro estaba en EEUU. Tratando con esos chicos sintió que era "americano por naturaleza". El funcionario desnudo es un testimonio terrible sin parecerlo. Muy británico, Crisp ni dramatiza ni se excede, pero lo que cuenta es terrible. A qué altísimo precio de marginación y miseria un hombre consigue que se le acepte como es. Lo demás apenas importa. Porque lo demás es agresividad incesante. ¿Nos damos cuenta?