Image: El lugar de la filosofía. Formas de razón contemporánea

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Ensayo

El lugar de la filosofía. Formas de razón contemporánea

JUAN ANTONIO RODRÍGUEZ TOUS (ED.)

17 octubre, 2001 02:00

Tusquets. 314 páginas, 2.900 pesetas

El libro consta de seis ensayos independientes, cuyos autores son Patxi Lanceros, Manuel E. Vázquez, Jordi Ibáñez, Francisco Vázquez, Manuel Barrios y Juan Antonio Rodríguez Tous. A todos ellos les une una misma proximidad generacional (bordean los cuarenta años). Para ellos la postmodernidad no es una corriente de ideas que se les cruza de pronto en el camino; es, más bien, un estado de cosas (lo que Wittgenstein llamaba Sachlage) en el que se está, en el que se habita y respira, y que por tanto compone el núcleo duro de creencias, en el sentido orteguiano, de nuestro tiempo.

Pero todos ellos, asumiendo esa "condición postmoderna", no se hallan plenamente instalados en ella, ni asumen sin más esa condición con regocijo y aplauso. Y en consecuencia intentan un discurso crítico que, sin perder nunca la sintonía con la realidad en que se instala, pueda sin embargo dar lugar de nuevo al discurso filosófico, y a la suerte de razón, razón crítica, que le es consustancial. Pero a sabiendas que esa razón crítica no puede ya prolongar las miserias de la Razón (con mayúsculas) Neoilustrada, en la que se empantanó el discurso crítico de los Modernos (la escuela de Frankfurt en sus últimas versiones, por ejemplo). Y sin embargo ninguno de los seis autores de este texto se siente cómodo y feliz con la dulce adormidera postmoderna del pensiero debole, o con una hermenéutica triunfante y acomodaticia, o con las formas de "corrección" peculiares de toda crítica a nuestra tradición logo- falo-fonocéntrica al estilo de Derrida, como muestra Rodríeguz Tous en su ensayo.

Hay que redefinir la razón desde esta nueva situación. Hay que aceptar que la situación es postmoderna, pero que en ella y desde ella cabe algo más que repetir de forma redundante lo que la propia realidad ofrece y presenta. Sólo que esa realidad, de hecho, posee su propia lógica, su propio logos, al que Patxi Lanceros llama tecno-lógico. Ya no es una instancia filosófica, u onto-teológica, la que determina y decide sobre el ser y el sentido; tampoco una instancia definida por la Razón, como en la modernidad, y en sus formas científicas y filosóficas. ésta, la Razón, ya ha pasado por una forma cíclica que a toda cultura afecta: de su fundación épica, en 1600, llegó a su forma trágica, y autocrítica, con Kant y la ilustración adulta, y por último derivó en comedia y en parodia de sí misma, en su episodio reciente, postmoderno. Hoy es ya otro nuestro paradigma, marcado por el dominio de la tecno-logía, la que en el ámbito de la información y de la biología nos define y transforma. Pero su afirmación épica exige un repliegue crítico, o el paso de la epopeya a la tragedia; y allí es donde de nuevo la filosofía tiene su imprescindible papel (hasta aquí la excelente síntesis de Lanceros con que se abre el libro).

En cierto modo el libro compone una espléndida sinfonía clásica en cuatro movimientos. El primero es un gran Allegro (ma non troppo) con claro formato de Sonata, al que acabo de hacer referencia. Pero esa magnífica síntesis de Lanceros precisa, para completarse como Primer Movimiento, una coda de largo aliento. Se la da Manuel Vázquez al conceder Sujeto a ese nuevo régimen de relacionarse el ser y el pensar. Ese Sujeto no es, por cierto, el sujeto de la modernidad; es el residuo singularizado, individualizado, de éste. Algunos le llaman simplemente Individuo; un individuo sin atributos ni propiedades; sin predicados cívicos, políticos.

A este Primer Movimiento de factura épica le sigue el necesario contraste lírico. Un Adagio hermoso, muy elaborado en su forma literaria, en el que Jordi Ibáñez trata de indagar la suerte de experiencia que, a pesar de todo, podría permitir alojar una reflexión crítica, una suerte de espacio renovado a la razón filosófica.

El diálogo con la tradición se impone, pero no para despiezarla y no usarla, al modo deconstructivo, ni para recabarle su lugar museístico, al modo hermenéutico. Se trata de abrevar la propia propuesta en el fondo experiencial del cual esa tradición brota, auscultando las experiencias verdaderas que en ella cristalizan; por ejemplo la experiencia de la muerte cercana, como en el Fedón platónico; o del juego de la verdad, en el Protágoras del propio Platón.

Sigue en tercer lugar un Scherzo de gran formato, desplegado en dos ensayos. En ambos prevalece el tono festivo y burlón de este gran invento beethoveniano. En él desfilan las ideas de la postmodernidad convertidas en pasto de las nuevas figuras empresariales (así en el ensayo de Francisco Vázquez), o las figuras que ésta muestra en su tapiz cotidiano, el teleadicto, el viajero del ciberespacio, el ludópata informático; éstas desfilan en el ensayo de Manuel Barrios. Ambos autores, además, intentan, en distintas direcciones, conceder una orientación al discurrir crítico del pensamiento: por la vía sociológica en Vázquez, por la reconstrucción de un horizonte de acoplamiento de una razón redefinida y de una simbolización abierta al pensamiento filosófico en el interesante texto de Barrios.

Y no puede faltar el Finale, en el que, como es canónico, se espera, si no una solución a todos los conflictos, una exhibición estilizada de los mismos y un golpe de efecto inesperado. Y así Rodríguez Tous nos muestra el sepelio del héroe, como en la Heroica de Beethoven, para el caso el Sistema hegeliano, pero sólo como una nostálgica evocación de lo que no existe. Hoy vivimos ahítos de postmodernidad.

Nada se puede (al parecer) proponer en filosofía, pues ya se ha dicho todo. Y sólo subsiste eso no dicho que la Hermenéutica, implantada en suelo sospechoso, denomina en palabras de Gadamer "el verbo interior". La hermenéutica ha triunfado; Gadamer se ha tomado la revancha sobre su antiguo vencedor, Adorno y la Teoría Crítica. Pero se puede morir de éxito, embriagado y embargado por el propio Triunfo. Y en ese espacio desolado, por debilitado y deconstruído, Rodríguez Tous sugiere un reencuentro, desde una propuesta filosófica afirmada con sobriedad, con esa denostada Modernidad. Sería esa la venganza de Hegel (título del hermoso texto que cierra este volumen).

El libro es una magnífica prueba de que, como decía Francesc Arroyo hace unos años, la filosofía española sabe renovarse con vigor; quizás goza todavía de mala salud; pero de una "mala salud de hierro".