Image: Nerudiana dispersa I (1915-1964)

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Ensayo

Nerudiana dispersa I (1915-1964)

Pablo Neruda

9 enero, 2002 01:00

Pablo Neruda. Foto: Sergio Larrain

Ed. Hernán Loyola. Círculo de Lectores. Barcelona, 2001. 1.343 páginas, 40,87 euros

Este tomo IV de las Obras completas de Pablo Neruda que Galaxia Gutenberg empezó a publicar en 1999 (de Crepusculario a Las uvas y el viento) en edición, muy cuidada, de Hernán Loyola, con diversas ayudas y asesoramientos, debía ser el último, según el proyecto que se adelantaba en el primero.

Junto a la Nerudiana canónica (los tres tomos primeros) estaría la Nerudiana dispersa, los múltiples escritos, prosa y poesía -pero más prosa de circunstancia- que Pablo Neruda no recogió en libro. La abundancia de tal obra dispersa ha hecho, sin embargo, que Hernán Loyola anuncie una Nerudiana dispersa II (tomo V) que sí pondrá fin a las obras siempre difícilmente completas, de un autor enormemente prolífico y generoso y tormentoso, que siempre unió, además, su vida con su literatura, como explica muy bien el atinado prólogo del editor, que contrapone o une (a lo largo de la vida de Neruda y sus múltiples avatares) la Nerudiana canónica con la dispersa, para la que nos confiesa haberse inspirado en un título del propio Neruda, Oceanografía dispersa, del año 1952.

Por supuesto que un volumen de obra varia tiene que tener y tiene de todo: textos muy menores o sólo curiosidades para nerudólogos acérrimos como los Discursos y documentos del poeta-senador, cuando Pablo Neruda lo fue, entre 1945 y 1948. Pero también hay muchas páginas bellas y memorables, como todas las que (prosa y verso) recogen su vida como remoto diplomático en Oriente, entre 1927 y 1930, y desde luego, los textos de su vivir en Madrid, antes y durante los primeros años de la Guerra Civil, y su posterior y fervorosa ayuda (contribuyendo a que se fletase el barco Winnipeg que los llevó a Chile) a los exiliados republicanos españoles. ¿Cómo no pensar en tantos latinoamericanos de hoy, al leer un textito que comienza diciendo "América debe tender la mano a España en la desventura?".

Curiosamente aparecen muy crecidos y aumentados los que -en edición de 1996- se llamaron Los cuadernos de Temuco, la poesía inédita del Neruda adolescente. Según Hernán Loyola aquella edición de Víctor Farías era "asaz incompetente", y por eso ahora Los cuadernos de Neftalí Reyes -el nombre originario de Neruda, antes de cambiárselo legalmente- son más amplios y ricos. Recuerdos -más adelante- de Vladimir Mayakovski, de César Vallejo, de García Lorca, de Antonio Machado, de Vicente Aleixandre, de Miguel Hernández o sus crónicas de militancia política, de idas y venidas por América, mientras se gesta Canto general, pero también el amor por Matilde, y Estravagario y Cien sonetos de amor...

La Nerudiana dispersa (aún no completa), aunque por supuesto sea un mero complemento de la canónica, presenta a un hombre plural, glotón de vida, acción y experiencia, que todo lo lleva a la escritura, y que en la prosa jamás olvida que es poeta (no puede) porque incluso la que pretende ser más simple siempre se le trufa de intensidad, emoción, vuelo y metáforas, como cuando le dice al Nobel Salvatore Quasimodo que en Italia "las harapientas vestiduras de los juglares y la ferretería de las canciones de gesta [se vuelven] en un río caudaloso de cincelados diamantes".

Omnímodo y pluralísimo Pablo Neruda, entre versos y prosas encendidas, que tantas veces recuerda (en vida y polifonías, aún más exuberantes en Neruda) al que llamó su hermano, Rafael Alberti: Poetas de toda hora, toda justicia y todo momento. Un tomo que tiene más (por el valor de Neruda) de lo que suele prometer la preconcebida idea de relatos dispersos.