Image: Las inclemencias del tiempo

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Ensayo

Las inclemencias del tiempo

Andrés Trapiello

16 enero, 2002 01:00

Andrés Trapiello. Foto: Mercedes Rodríguez

Pre-textos. 487 páginas, 24’04 euros.

Se bebe el lector estas casi quinientas páginas con absoluto agrado; con pena, incluso, de que se acaben, por más que Trapiello prometa una nueva entrega para el año próximo, tal como viene haciendo desde El gato encerrado, primer tomo de esta "novela en marcha" que suma ya diez.

Lo normal habría sido que lo dilatado del experimento hubiera ido haciéndole perder lectores; que al siempre apresurado lector le hubiesen bastado uno o dos tomos para darse por enterado de qué cosas constituyen el peculiar universo de Trapiello. Lo sucedido es justo lo contrario: que estos diarios ganan lectores, y que quienes se incorporan a las últimas entregas buscan con avidez las anteriores.

Dicha así, la cosa parece equipararse a ciertos programas televisivos que pretenden suprimir la elusiva barrera que nos separa de la intimidad ajena. Y de nuevo sucede lo contrario: lo que ofrecen estas páginas no es sino excelente literatura, hecha con los recursos de quien conoce bien su tradición y domina los trucos del oficio. Más que indiscreciones, maledicencias y banalidades, que es lo que ofrecen casi todos los diarios que se publican, éstos de Trapiello nos regalan con páginas de excelente narrativa, con relatos dignos de figurar en las mejores antologías, con opiniones que darían para muchos artículos y ensayos, con acertados rasgos de humor y retazos de poesía verdadera.

Que el protagonista de estas páginas sea el propio Trapiello, y que, más allá de veladuras e iniciales, el lector avisado pueda reconocer a muchos personajes reales, podría inducir a un tipo de lectura que buscara la estricta verdad de lo contado. El caso es que ningún devoto de Trapiello dudaría de la profunda verdad humana y literaria que encierran estas páginas. Como buen conocedor de su oficio, Trapiello sabe que para acceder a esa verdad es necesario retocar un poco la realidad, que el poeta es ese fingidor que necesita, como Pessoa, fingir la verdad de lo verdadero. Tal vez por ello esta entrega se inicia con un extraordinario relato mágico, en el que el autor oye ciertas voces del silencio y recibe una emotiva y sorprendente visita. Todo ello, narrado con la naturalidad con la que Dickens cuenta su Cuento de Navidad, con una capacidad de suscitar emoción que nada tiene que envidiar a la del inglés.

Estamos ante uno de los pocos libros contemporáneos que pueden leerse con emoción y placer. Y en eso, más que en cualquier otra cosa, reside la honda verdad que encierra.