Ensayo

Cuando la realidad rompe a hablar

Manuel Cruz

27 febrero, 2002 01:00

Barcelona. Gedisa. 2001. 237 páginas, 15 euros

La realidad acostumbra a hablar, sí. Pero lo hace con muchos lenguajes, razón por la que siempre queda un vasto espacio para la interpretación, tan vasto que en ocasiones la interpretación se autonomiza hasta el punto de imaginarse que sólo existe ella, que no hay hechos, en fin, sino sólo interpretaciones... La verdad es que en el volumen misceláneo que hoy publica Manuel Cruz el peso del intérprete es decisivo. Pero también lo es el respeto a esa "realidad" que día tras día nos interpela con tozuda contundencia. ¿Tiene algo que decir, de todos modos, el filósofo, siempre dedicado, según parece, a cuestiones perennes, casi abismáticas, sobre las heridas del presente, sobre la realidad aquí y ahora? Cruz es consciente del reto y lo resuelve optando no tanto por "homologar terminologías" -esto es, por acomodar su discurso al "ficticio criterio de actualidad"- cuanto por "homologar experiencias".

Las experiencias que hablan por boca de nuestro autor son, desde luego, muchas. Y en todas ellas late el eco de nuestras propias experiencias: históricas, políticas, culturales, estéticas, vitales... Agavilladas, ciertamente, en una nada forzada unidad plural por el ojo que ha sabido "verlas" y la palabra que ha conseguido objetivarlas. Todo esto hace de este volumen -en el que destacan semblanzas de maestros como Sacristán o Lledó y calas en el pálpito profundo de ciudades como Barcelona o Buenos Aires- una suerte de crónica de nosotros mismos. De las expectativas, solidaridades, renuncias, acomodos, fracasos y nostalgias de una generación a la que tocó vivir años decisivos de la historia de España. Una crónica escrita unas veces desde el distanciamiento, otras desde la pasión, otras desde la ironía más o menos amarga. Y también algo más: una suerte de materiales para esa antología del presente que ese mismo presente que ahora comienza a declinar reclama una y otra vez.

Todo parece quedar muy lejos. Pero también es cierto que la memoria del pasado, ese que habita en el presente y que junto con él moldeará el futuro, debiera servirnos para conocernos mejor. Para conocernos "tal como somos y tal como éramos".