Image: La España de los Reyes Católicos

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Ensayo

La España de los Reyes Católicos

John Edwards

10 abril, 2002 02:00

Carta de Juan de la Cosa (1500) en la que por primera vez se representan las tierras americanas

Crítica. Barcelona, 2001. 328 páginas, 20’49 euros

El tomo noveno de la historia de España que dirige John Lynch se ha confiado a un especialista en historia de la Baja Edad Media, y ello tiene su importancia para el balance del período, extendido, sin que el contenido del texto lo justifique, hasta 1520; para entonces el nieto de Isabel y Fernando llevaba unos años ocupando el trono de los reinos hispánicos y no eran pocas las novedades que conocería su generación.

Lo sustancial de la cuestión radica en la tendencia del autor a vincular esa etapa de tránsito a los tiempos modernos al anterior período medieval que conoce mejor. Siempre ha sido objeto de análisis lo que en el reinado de los Reyes Católicos hubo de innovación o de continuidad, y la mayoría de las interpretaciones se inclinan por destacar su carácter complejo en el que realidades, ideas e instituciones nuevas desplazan a otras antiguas o se acoplan entre sí. Edwards, sin embargo, carga la mano en la continuidad destacando lo que el pasado pudiera pesar en el presente de finales del siglo XV y comienzos del XVI. No es sólo una interpretación, sino también un criterio para la construcción del texto, en el que los acontecimientos anteriores a 1492, y en especial los años de acceso al trono y consolidación en el mismo, merecen un tratamiento más extenso y minucioso. De la misma manera, la explicación de hechos o fenómenos tiende a remontarse a sus antecedentes medievales, algo irreprochable si no se echara en falta un tratamiento similar para sus efectos en el presente y, en su caso, consecuencias futuras. En último extremo, y según este punto de vista, la mentalidad de los monarcas era convencionalmente conservadora, sus iniciativas reformadoras fueron tímidas y escasas y sólo tuvieron resultados eficaces en la renovación de las órdenes religiosas, mientras, en el terreno de la cultura, el humanismo hispánico sería ya una realidad a mediados del siglo XV. Aun más; el libro concluye con una rtunda afirmación de que en gran medida la España de los Reyes Católicos no experimentó cambios sustanciales hasta el siglo XIX; como no está nada claro qué quiera decir el autor, pues siguiendo su criterio habría habido una continuidad de fondo entre la Baja Edad Media y el Estado liberal, quizá haya que tomarlo por una distracción.

Escribir una síntesis sobre el reinado de los Reyes Católicos, tras las muchas e importantes aportaciones de los últimos tres lustros, es tarea difícil y en gran medida comprensible atendiendo al público ansglosajón al que va destinada. Eso explica la preferencia por la bibliografía en inglés y algunas cuestiones superfluas o irrelevantes para el lector español en un libro así, como la minuciosa referencia a la participación en la guerra de Granada de un impostor de la nobleza de las Islas. No obstante, Edwards logra pasajes muy buenos en su estudio de la minoría judía, aunque su misma excelencia ponga de manifiesto por contraste lo escaso de la extensión que concede a la población musulmana. También en su estudio del profetismo milenarista del período, lo mismo entre judíos que entre cristianos, incluyendo al propio Colón; o lo oportuno de sus ejemplos cordobeses y sorianos, ámbitos que ha demostrado conocer bien en distintos estudios monográficos. Un acierto evidente, y que refleja su conocimiento del trabajo de especialistas, es incluir la fase final de la incorporación de Canarias, que no es corriente encontrar en estudios de conjunto similares, aunque su escasa familiaridad con el asunto le lleva a confusiones y errores sobre hecho sy procesos (tomar topónimos por andrónimos o afirmar en un par de páginas cosas contradictorias sobre el ritmo de la asimilación de la población aborigen). Hay en el texto más de estas antilogías que confunden al lector (carácter convencional de la guerra de Granada, p. 135, y empleo masivo en ella de los nuevos recursos artilleros, p. 137; inexistencia del vocabulario del feudalismo en la publicística política, p. 51, y su uso común en la Península, p. 159). Todo ello hace pensar en cierta precipitación y denota la falta de trabajo editorial que también hubiera evitado cosas como la mención del maíz entre los cultivos del siglo XV. Probablemente no sea éste el libro que resulte más recomendable para un estudiante o interesado español; para anglosajones deseosos de iniciarse en el asunto, lo es sin duda.