Ensayo

El Estado europeo moderno

Michael Oakeshott

10 abril, 2002 02:00

Paidós. Barcelona, 2002. Traducción de Miguel Candel.195 páginas, 11’42 euros

La primera vez que oí hablar de Oakeshott y me interesé por saber quién era, recibí como despectiva respuesta: "un conservador británico". Intuyo que el tono despectivo aludía a la condición de conservador. Quizá por el esdrújulo rigor, siempre recordaré que es británico.

Michael Oakeshott es uno de esos pensadores que forman la columna vertebral de la reflexión politológica liberal inglesa (o asilada en Inglaterra) del pasado siglo, junto al letón Berlin o el alemán Dahrendorf. Al revés que los citados, Oakeshott no es suficientemente conocido en España. Por eso la publicación de este libro (fragmento de On Human Conduct) es un acontecimiento. Y tal vez permita pensar, en estos tiempos de zozobra, el proceso y la estructura del Estado. Dotado de una implacable erudición y conducido por una idea al respecto de lo que el Estado debe ser, Oakeshott acomete en estas fascinantes páginas una genealogía de esa institución sobre la que hoy debatimos.

Se vale para ello de dos conceptos-guía, societas y universitas, que se definen y se modifican en la historia (medieval y moderna), que prologan sendos cursos diferenciados de pensamiento, acción y organización. Diferenciados pero no paralelos: sus destinos, sus historias, se entrecruzan y colisionan más de una vez; hasta el punto de justificar la siguiente afirmación. "Un Estado puede quizás entenderse como una tensión irresuelta entre dos disposiciones irreconciliables representadas por los términos societas y universitas". Oakeshott entiende el Estado como una asociación "global, exclusiva y obligatoria": por esas características que enuncian la disposición coercitiva del Estado (o compulsiva, como dice en su introducción Pérez-Díaz), importa decidir al respecto de los principios y los límites organizativos, importa pensar los fundamentos de la autoridad y las posibilidades y límites del poder del Estado.

Una primera forma de articular esas delicadas cuestiones es la idea de societas: que alude a "unos agentes que se relacionan entre sí de manera que componen una asociación de alguna clase". El vínculo consiste en una relación formal, en el reconocimiento de la autoridad de unas reglas. Se trata de una "relación moral" y produce lo que Oakeshott denomina "asociación civil": estructura "nomocrática" cuyas leyes han de entenderse como condiciones de comportamiento.

A la idea de societas se contrapone la de universitas: "una asociación de agentes inteligentes que se reconocen a sí mismos comprometidos en la empresa conjunta de perseguir la satisfacción de alguna necesidad concreta común". Estructura "teleocrática" o Estado concebido co-mo empresa colectiva, que diseña su acción y sanciona cualquier conducta en función de la finalidad perseguida (que se entiende como necesidad, o como bien común). No es preciso producir aquí una imposible solución al conflicto entre estas dos ideas de Estado. Tampoco es interesante desvelar la opción preferente de Oakeshott, ni la del que esto firma. Es importante señalar que el libro obliga a pensar en nuestros actuales problemas. Lección de un conservador. Y británico.