Image: Correspondencia a la generación del 27

Image: Correspondencia a la generación del 27

Ensayo

Correspondencia a la generación del 27

Vicente Aleixandre

24 abril, 2002 02:00

Aleixandre, con Claudio Rodríguez y José Hierro en los años 50

Edición de Irma Emiliozzi. Castalia, 2002. 381 páginas, 27’75 euros

Empieza muy acertadamente su Introducción la señora Emiliozzi, reconocida especialista en el autor: "Todos sabemos que Vicente Aleixandre fue un prolífico corresponsal y que sus cartas se cuentan por miles".

Es verdad, todo el que conociera o haya leído acerca del ámbito aleixandrino, sabrá -por experiencia en el caso de quienes lo tratamos- que Aleixandre era un excelente corresponsal, pese a que él (como me dijo una vez) no guardaba las cartas que recibía. Las contestaba y las rompía luego. Así no hay cartas a Vicente Aleixandre, pero sí muchísimas de él, probablemente aún inéditas la mayoría. Otra cosa será calibrar la importancia de ese plural epistolario inédito. Irma Emiliozzi acaba de publicar el que acaso sea, por hoy, el más notable, exceptuando el que publicara José Luis Cano en 1986. Discrepo con Emiliozzi (al menos en parte) al suponer que el epistolario reunido de Aleixandre nos daría como resultado unas "memorias", o discrepo porque serían unas memorias -como las cartas de Aleixandre- muy españolas y aleixandrinas. Es decir, cordiales, externas y llenas de datos -si se quiere, llenas de intimismo- pero faltas de intimidad. Las pocas cartas de Aleixandre que (tras la Guerra Civil) contengan intimidad deben estar -si existen- a muy buen recaudo. Aleixandre es afectivo en sus cartas (con los amigos, cuando no trata de asuntos o quehaceres literarios) pero cuenta poco de parte de su intimidad -salvo la médica- y nada de su erotismo, si no es el caso -que los aún casi inexistentes biógrafos debieran algún día aclarar- de su antigua y perseverante amiga alemana Eva Seifert.

Como sea el interés de este epistolario ahora publicado (que abarca toda la vida activa de Aleixandre, desde 1928, cuando publica ámbito, su primer libro, hasta su muerte en 1984) radica en comprobar si existió o no, y cómo, si lo afirmamos, la famosa "generación de la amistad", según definió Cano a la Generación del 27. Esa "generación" Aleixandre nunca la discutió literariamente (fue verdad en sus orígenes y les convenía a casi todos) pero lógicamente sus relaciones con unos y otros son muy distintas. Por ejemplo, sólo hay una carta a Federico García Lorca y ninguna a Luis Cernuda, y ambos -antes de la Guerra, y especialmente el primero- fueron muy amigos de Vicente. Lo de Lorca (la pérdida de muchas seguras cartas) lo explicaría la guerra. Lo de Cernuda (seguro que también existieron cartas) su rotundo enfado final. No hay cartas a Alberti, pero también es ya bien sabido que Alberti y Aleixandre apenas tuvieron trato. Los reales amigos de Aleixandre fueron Dámaso Alonso, Gerardo Diego y Emilio Prados. A ellos corresponden las cartas más afectuosas y cálidas (siempre de "tú") y el epistolario más dilatado. Pero yo diría aún que las más "cordiales" son las que le manda a México a Prados, porque él era el único que sabía cosas de Aleixandre que los otros -al menos oficialmente- no conocían. Muy cordial -aunque más literaria- es la larga correspondencia con Jorge Guillén (de "usted" mucho tiempo) que se complementa con las muchas menos cartas -de parecido tono- a Salinas.

Aparecen -más fugazmente- Altolaguirre y Concha Méndez. Y hay cartas, además, a Carles Riba y a su mujer -poetisa- Clementina Arderíu. (El pésame a Arderíu, tras la muerte de Riba en 1959, es un modelo de estilo y forma aleixandrina). Como Proust, Vicente Aleixandre vivió -y aquí queda patente- en las cartas. Literarias, bellas, formales, corteses, cumplidas, informativas. Un mundo inmenso del que sólo la estricta intimidad -como Aleixandre quiso- queda fuera.