Image: El individuo, el amor y la muerte en Grecia

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Ensayo

El individuo, el amor y la muerte en Grecia

Jean-Pierre Vernant

24 abril, 2002 02:00

Cabeza griegs, Siglo IV a.C.

Trad. Javier Palacio. Paidós, 2002. 323 pág, 14’42 euros

De entre los componentes de la Escuela de París, caracterizada por el desarrollo de los estudios de Antropología histórica aplicada a la antigöedad griega en la huella de Louis Gernet, tal vez sea Jean-Pierre Vernant el autor que más difusión ha tenido fuera de Francia y, desde luego, en España, desde la traducción, en 1965, en la Editorial Universitaria de Buenos Aires, de Los orígenes del pensamiento griego, en París, en 1962.

En él se manifestaba ya la profunda originalidad del autor, al componer una obra donde los factores históricos y sociales constituían la base fundamental para comprender el proceso al que alude su título. A partir de ahí, Vernant se prodiga en una serie de trabajos en forma de artículo, cuya recopilación se convierte en el grueso de su producción de libros, caracterizados todos ellos por haberse elaborado a partir de dichos artículos, por lo menos desde el influyente Mito y pensamiento en la Grecia antigua, de 1965, traducido en Ariel en 1973. Desde entonces, una de las facetas más conocidas del autor ha sido el estudio del mito, sobre interpretaciones basadas en la corriente de pensamiento estructuralista, tan importante en la Francia de la segunda mitad del siglo XX.

En la Escuela de París en general y, específicamente, en la obra de Vernant, está siempre presente un concepto fundamental, el de alteridad, que ofrece dos caras en el plano epistemológico. Desde el punto de vista del observador, el mundo griego es "otro", sólo puede comprenderse a través de un esfuerzo de aproximación que prescinda de los condicionantes del pensamiento propios del mundo actual. Por otra parte, los griegos funcionan de acuerdo con la existencia de relaciones de alteridad específicas, propias de su específica naturaleza histórica. De este modo se explican los parámetros ideológicos dentro de los que se mueve el hombre griego.

Diferente es el concepto que los griegos se hacen del cuerpo humano, caracterizado frente al de los dioses por su carácter efímero. Sin embargo, a pesar de todo, la belleza del cuerpo se corresponde con la superioridad de su poseedor, gracias a las cualidades que los dioses pueden atribuirle. Tales cualidades, sin embargo, no son diferentes que las que corresponden a la belleza aportada por los afeites o por la panoplia del guerrero. El cuerpo de los dioses, por el contrario, es inmortal.

En esos parámetros de la alteridad se sitúa el espíritu de la poesía épica. El acceso a la belleza divina por parte de los guerreros heroicos se produce justamente a través de ese otro representado por la muerte, por la "bella muerte", a la que se opone el ultraje del cadáver. Los honores fúnebres son fundamentales para la conservación de la gloria propia de los héroes, la memoria, que ha de preservarse en posición elevada, apoyada en las exequias gloriosas dedicadas al cadáver. Ahora bien, si tales criterios pertenecen al mundo heroico de los poemas homéricos, la cultura griega se caracteriza porque los preserva y los adapta a la vida de las ciudades, pero donde las formas ideológicas se apoyan firmemente en el pasado.

La ideología de los griegos, cuya representación está dominada por la perspectiva masculina, presenta diversas formas de alteridad. De este modo explica el autor las correspondencias entre el amor y la muerte, como enfrentamiento al otro, al enemigo o a la mujer. Los encuentros amorosos se comparan así con los encuentros guerreros. El joven espartano se educa para el amor y para la guerra en las formas iniciáticas que lo colocan en las fronteras, en contacto con los otros. De este modo se define el yo, exclusivamente en relación con alguien que no sólo se transforma en objeto de los contactos humanos, sino también en referente para la propia definición. De este modo, siguiendo a Foucault, los procedimientos de la paideia del joven griego consisten en aprender a interpretar su papel en relación con los demás.