Image: Máscaras de la ficción

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Ensayo

Máscaras de la ficción

Román Gubern

24 abril, 2002 02:00

Román Gubern. Foto: Raúl Bogajo

Anagrama. Barcelona, 2002.500 páginas, 21 euros

Plutarco fue el enciclopedista que mejor reflejó el imaginario de la "postmodernidad" griega; Gubern, el ensayista que, con más talento, se ha acercado a los imaginarios de la cultura de masas. Máscaras de la ficción constituye "un corpus de personajes" agrupados por "familias temáticas" y que forman un árbol tipológico de los fantasmas de "nuestro imaginario".

Son 52 personajes que Gubern considera "emblemáticos de la narrativa occidental" y que, por funcionar como "protofantasías" cambiantes, pasaron de la literatura al cómic y al cine. Su originalidad estriba en no limitarse a aplicar la metodología de Propp, revisada por Barthes y Greimas, sino en formular un esquema básico que se desarrolla en una serie de arquetipos. Los arquetipos son, para Gubern, "imágenes cargadas de energía psíquica" que, "en la historia de las ficciones, se han organizado en familias y subfamilias". El riesgo de los arquetipos es convertirse en estereotipos. Lo que hace Gubern es un análisis y reconstrucción del personaje como entidad imaginaria y capaz, por ello, de despertar la identificación y proyección del lector y del espectador. En este punto le habría venido muy bien una relectura de Jauss acompañada de otra de la Poética de Aristóteles, para equilibrar un tipo de pensamiento mitopoético que lleva al autor a inclinarse, tal vez con exceso, hacia Platón y Freud. Su mérito mayor consiste en la sabia elección de los personajes y en la unidad reflexiva que demuestra. Y uno de sus máximos aciertos es haber sacado gran partido de la semiótica de Peirce.

Organizado bajo los lemas que configuran sus capítulos, Gubern estudia de manera admirable la figura del doble, acuñada en 1796, por Richter, pero tematizada ya en la Antigöedad, y cuyo tratamiento recorre en un personaje de Chamisso, Peter Schlemihl, que Gubern añade a la serie de los estudiados por Coates. A la luz de la interpretación de Otto Rank, Gubern sigue el desarrollo de este relato moral, publicado en 1814, que pone en relación con la película Der Student von Prag de Balduin y con The Picture of Dorian Gray de Wilde. Ve, en Frankenstein, de Mary Shelley, "una novela filosófica", inseparable del contexto científico en que surge y que Gubern fija y enmarca, viendo en el mismo no sólo el arquetipo al que corresponde -el del "conocimiento transgresor"- sino también el problema que encarna: el de los límites del conocimiento. Lo que explica su éxito en el teatro, la ópera y el cine: desde el drama futurista R.U.R de K. Capel, en el que aparecen los robots, y que constituyen el precedente de los "replicantes" de Blade Runner, dirigida por Ridley Scott, hasta El espíritu de la colmena de Erice y Remando al viento de Gonzalo Suárez. Otro tanto puede decirse de The Island of Dr. Moreau de H.G. Wells, "una novela filosófica que fantasea con algunas cuestiones científicas y morales relacionadas con el poder político y el evolucionismo de las especies" y que permite al autor seguir lo que Lovecraft llama "nuestra herencia brutal".

En "la mujer depredadora" traza el mapa de la mujer fatal -Carmen, Lulú, Lola-Lola, Rose Loomis, Lolita y Baby Doll- viendo en ella "una encarnación emblemática de la autonomía sexual femenina, gobernada por la ley del instinto", que tendría su versión romántico-mediterránea en Merimée y su versión nórdica, en Wedekind. A ellas añade los atrevidos encuadres de Sternberg en El ángel azul, con el ángulo contrapicado que corta la cintura de Lola-Lola (Marlene Dietrich), la utilización de la censura como "excitante positivo de la imaginación" en Niágara, y el juego de gerontofilia y ninfolepsia en Lolita de Nabokov, llevada al cine por Kubrick en 1962. Especialmente interesante es el capítulo "La pulsión aventurera", en el que se establece un puente entre Moby Dick, Flash Gordon e Indiana Jones: constituye una de las partes claves del libro porque ahonda en la dimensión política del mito y explica algunos de los componentes icónicos del "neoconservadurismo de los 80".

Máscaras de la ficción es un libro con riqueza de enfoques y abundancia de aciertos, en el que la hermenéutica seguida arroja una inquietante luz que ilumina no pocos claroscuros de la mitología postcontemporánea y que permite entender nuestros modelos de conducta y los resortes de nuestra fantasía y, por ello, los componentes mitopoéticos en que se funda nuestra realidad.