Image: E=mc2

Image: E=mc2

Ensayo

E=mc2

David Bodanis

15 mayo, 2002 02:00

Albert Einstein

Trad de J.M. Madariaga. Planeta. 2002. 357 págs, 16 euros. John Stachel: El año milagroso de Einstein. Trad de J. García Sanz. Crítica. 2002. 182 págs. 15 euros

Un "annus mirabilis" fue ciertamente 1905 para la historia de la física. En él publica Einstein cinco artículos que, unos más que otros, han venido a revolucionar la ciencia del siglo XX. El libro cuya edición fue encomendada a John Stachel reproduce esos cinco artículos, por lo que su lectura quedaría reservada a los especialistas, que encontrarán en su lectura un alto motivo de satisfacción.

mas también los que no lo somos podemos asomarnos allí y vislumbrar algo del potencial que encierran, porque va cada uno precedido de una esclarecedora exposición al alcance del lector común y de unas notas explicativas. Labor ésta que Strachel, con la colaboración de Trevor Lipscombe, Alice Calaprice y Sam Elworthy, desarrolla con gran eficacia y a la que pone rúbrica el espléndido prólogo de Penrose.

El primero de los artículos es la tesis doctoral de Einstein sobre la determinación de las dimensiones moleculares, seguido de otro sobre el movimiento browniano que sentó las bases de una parte del conocimiento estadístico. Pero hay uno que él considera muy "revolucionario" sobre la producción y transformación de la luz; en él propone la hipótesis de que la materia y la radiación pueden interaccionar sólo a través del intercambio de cuantos de energía, lo que sirve de explicación para fenómenos dispares como el efecto fotoeléctrico. Fue este estudio el más determinante para la concesión en 1921 del Premio Nobel de Física, no la teoría de la relatividad, como a veces se supone. a esta también revolucionaria teoría, en concreto a la relatividad especial, responden los dos restantes artículos que suponen una modificación de los fundamentos de la mecánica clásica. Uno de ellos, sobre la electrodinámica de los cuerpos en movimiento, con la abolición del tiempo absoluto en favor de un nuevo absoluto: la velocidad de la luz, la misma entodos los sistemas inerciales. el otro, de sólo tres páginas, introduce la fórmula ya popular, acaso lo único que muchos conocen, de la relatividad: E= mc2.

Y es ella, incluso titulándolo con su nombre, la protagonista del libro que me ha parecido inexcusable asociar al anterior en una sola reseña. El tema lo exige, aunque el tratamiento es muy diferente: Bodanis escribe para todos los públicos, haciendo perfectamente comprensibles los elementos de su narración. Porque narración es: él la llama "biografía" de la fórmula y como tal la trata con encomiable amenidad y hasta con gotas de humor. Por eso comienza por la historia de los antepasados, cada uno de los símbolos que componen la fórmula; la energía por un lado y la masa por otro, cuyo carácter invariable quisieron establecer Faraday y Lavoisier, respectivamente, amén de otros hechos y nombres que aparecen aquí, esperados unas veces y otras con cierta sorpresa, como Voltaire. El nacimiento de la fórmula lo marca Einstein que muestra que ambos conceptos no están separados sino que hay un vínculo entre ellos representado por la velocidad de la luz: la energía y la masa no permanecen constantes pero sí la suma de ambas, y es la velocidad de la luz el puente que conecta una y otra. El cuadrado de esta velocidad, mucho mayor que la de los movimientos que acostumbrábamos a observar, hace que la masa sea una enorme concentración de energía, y al revés. Y el signo igual es el observatorio que nos permite descubrir una vasta fuente de energía donde nadie la había buscado: escondida en la materia.

La fórmula va llegando a la madurez cuando empieza la guerra y se considera la posibilidad de convertir en energía una masa que se va a ver multiplicada por el cuadrado de la velocidad de la luz, una cifra enorme. la carrera por la consecución de la bomba atómica resulta inevitable y aquí la narración se hace aún más novelesca.

Ya la fórmula está "madura", dice el autor. Su aplicación en todos los órdenes de nuestra vida se hace explícita en los grandes avances en medicina, en la fabricación de aparatos industriales y domésticos, la observación y estudio del universo, hasta el final de nuestro mundo, que llegará a un estado curiosamente opuesto a lo que era en sus comienzos. Así lo cuenta el libro: el universo que empezó siendo inmensamente denso y concentrado, creando una gran cantidad de radiación que empujaba desde la energía hacia la masa de nuestra ecuación, cuando se acerque el fin de los tiempos, dentro de un número de años cifrado en uno seguido de 96 ceros, habrá quedado esparcido a distancias que no podemos imaginar. La materia y la energía raramente se convertirán ya una en otra. "Así habrá concluido el trabajo de la ecuación de Einstein". ¡Fantástica ecuación!