Image: El siglo XVIII. Europa 1688-1815

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Ensayo

El siglo XVIII. Europa 1688-1815

T.C.W. Blanning (ed.)

19 junio, 2002 02:00

El desarrollo económico del XVIII en azulejos de la época

Crítica. Madrid, 2002. 313 páginas, 23 euros

La Historia de Europa Oxford está concebida como una colección en la que el resumen accesible y la puesta al día exifente vayan de la mano; son pocos y sin continuidad cronológica los volúmenes ya aparecidos pero éste editado por Blanning, a quien se ha confiado también el correspondiente al siglo XIX, convence de que el propósito se ha alcanzado.

El editor ha reunido a media docena de especialistas para escribir una síntesis de uno de los períodos más atendidos por la investigación y sobre el que antiguas interpretaciones, transformadas en tópicos, parecen establecidas. Una buena coordinación ha permitido que en este libro no haya lagunas, reiteraciones ni solapamientos, ni que pueda decirse que falte nada esencial. En la doble posibilidad de un siglo XVIII corto, 1714-1789, o amplio, 1688-1815, que permita contemplar como parte de un mismo proceso la Revolución Gloriosa Inglesa y la francesa y el Imperio napoleónico, Blaning opta por esta alternativa. Este enfoque subraya la coherencia del sentido e interpretación del libro, centrado en la idea de la continuidad más que del cambio.

Una visión del siglo XVIII muy extendida y no falta de fundamento lo considera un período de innovaciones profundas en casi todos los ámbitos, desde el cultural -con la secularización y el racionalismo ilustrados- al económico -con las novedades de la revolución industrial-, para concluir con las transformaciones sociales y políticas de la Revolución francesa. Nada de eso deja de ser cierto pero todo requiere precisiones que determinen su alcance y significados reales, y eso es lo que se hace en estas páginas.

En su capítulo sobre la economía, Ogilvie examina los mecanismos de las llamadas revolución agrícola, comercial e industrial y sus conexiones. Esos fenómenos estuvieron lejos de constituir algo general y dieron lugar a situaciones regionales muy distintas. Dipper, al explicar la estructura social, tiene especial cuidado en resaltar la solidez del orden estamental y su entrecruzamiento con situaciones propias de una sociedad de clases. Al ocuparse de la evolución del pensamiento y de las ideas religiosas, Beales insiste en la vitalidad del cristianismo en la primera mitad del siglo y el escaso impacto de la filosofía y la ciencia racionalistas y como la expansión del metodismo inglés muestra lo complejo de las simplificaciones en este campo.

Blanning, en su epílogo sobre la Revolución francesa, se hace eco de las teorías que ponen de relieve los lastres que significó para la pretendida culminación del auge de una indeterminada burguesía, así como la continuidad de una misma élite política de extracción social heterogénea. El XVIII fue un siglo de cambios en forma de expansión reflejada en la demografía, la alfabetización, el comercio ultramarino con presencia imperial... Todo ello tiene relación con un mismo movimiento de fondo, el crecimiento de la presencia y acción autónoma del Estado, y en eso radicaron los cambios más sustanciales que legó: una nueva cultura política, cristalizada en la revolución liberal, y una secularización consagrada por un Estado capaz de legitimarse sin concurso eclesial. Además, condenó a las corporaciones y estamentos cuyos privilegios pudieran limitar su fuerza. Por ahí progresarían la economía industrial y la sociedad de clases. Fue, pues, momento decisivo de un proceso secular de afirmación política del Estado. De un modo o de otro los distintos autores dan curso a esta tesis. No todo lo que el siglo XVIII fue se encuentra aquí, pero sí todo lo esencial para entenderlo mejor.