El último imperio. Ensayos 1992-2001
Gore Vidal
17 julio, 2002 02:00Gore Vidal
Pocas veces logra un conferenciante extranjero en España suscitar tanta expectación como consiguió Gore Vidal en el Círculo de Bellas Artes de Madrid hace unos años. Minutos antes de comenzar el acto la sala estaba totalmente llena, e incluso resultaba dificultoso encontrar un espacio libre en el pasillo de la sala de columnas.Al concluir su intervención las opiniones eran de todo tipo, para unos resultó brillante, a otros les resultó domesticado. Había vuelto a suscitar la polémica. Y así ocurre con todo cuanto toca Gore Vidal, un novelista reconocido, un crítico mordaz, un comentarista político temido y uno de los hombres más influyentes y poderosos de los Estados Unidos.
En esta nueva colección, El último imperio: Ensayos 1992-2001 (aunque unos cuantos son más artículos que ensayos), volvemos a encontrar las opiniones de uno de los intelectuales más críticos con el sistema norteamericano y su gobierno. Esta edición española cuenta además con una ventaja sobre la americana, pues en ella se han incluido dos ensayos sobre Timothy Mc-Veigh, ejecutado por el atentado de Oklahoma, y los luctuosos acontecimientos del 11 de septiembre. Estas dos incorporaciones resultan ser lo más sustancioso del libro.
El resto está dividido en dos partes; la primera dedicada a lo que podríamos denominar crítica literaria y una segunda de claro contenido político, de comentario sobre presidentes norteamericanos de nuestra era. En ambas partes encontramos estudios de calado y rigor, como "Lo romántico de Sinclair Lewis" junto a algunos que su contenido apenas si aporta algo al tema que trata. "Respuesta a un crítico" remueve el tema de la supuesta pederastia de Twain; y en "Sinatra" escribe un puñado de impresiones personales con el aparente objetivo de desligar la figura del cantante de cualquier tipo de conexión con la mafia. Entre los de contenido político tampoco he encontrado ninguno con la punzante de aquel "Ronnie y Nancy: una vida de película" que aparecía en la anterior colección Ensayos: 1982-1988.
Pero como ya he mencionado las dos últimas incorporaciones salvan este libro y en ellos sí que volvemos a reencontrarnos con el Gore Vidal trasgresor y contestatario, agudo en sus observaciones y que no suelta a su presa una vez hincado el diente. Timothy McVeigh se convirtió en la persona más odiada en los Estados Unidos pero Vidal, con quien mantuvo una intensa relación epistolar hasta el punto de "invitarlo" como testigo de su ejecución, entiende las razones que pueden llevar a un individuo norteamericano a enfrentarse a un estado que progre- sivamente va recortando las libertades de la persona.
Puede que Gore Vidal caiga en la pesadez en su alegato y muestra de pruebas en su entusiasta cruzada antigubernamental, pero lo cierto es que se desvelan tantas incongruencias e incorrecciones que este asunto llegará a convertirse en una suerte de nuevo caso Kennedy.
No se muestra más comprensivo con su gobierno en "El Martes Negro", en obvia referencia al 11 de septiembre. Este ensayo resulta especialmente interesante por no desligar los acontecimientos de aquel martes de la política Norteamérica en el mundo desde que son la primera potencia mundial. Abandona el tono incendiario y sarcástico para analizar la complejidad que encierra la acción del grupo de Ben Laden.
La frase con que concluye obliga a los americanos a un sincero examen de conciencia: " En estos centenares de guerras contra el comunismo el terrorismo, la droga o, a veces, cualquier otra cosilla, entre Pearl Harbor y el martes 11 de septiembre de 2001, siempre fuimos nosotros los primeros en atacar".
G. V. contra todos
Clinton y Gore: "A primera vista, son Huckleberry Finn y Tom Sawyer, y al verlos en pantalones cortos, como un par de patos vadeando riachuelos en el campo, nos damos cuenta de que no son atletas natos. Mientras el atractivo Huck parece tener el carácter tramposo de Tom, éste no parece tener carácter".
El Gobierno: "Hemos dejado de tener un gobierno representativo. En 1966, el 51% de quienes tenían derecho a votar prefirieron no hacerlo en las elecciones presidenciales".
G. Whasington y Barbara Bush: "Un amigo cogió un billete y dijo: ‘¿cuándo ha puesto G. Bush la efigie de Barbara en los billetes?’. Barbara y George son como dos gotas de agua. Al fin y al cabo, como siempre, todo tiene que ver con el dinero".
Johnson: "Johnson tal vez sea el único gran humorista que ha ocupado la Casa Blanca. Dominaba la ambigöedad al estilo de Lincoln y la comicidad chabacana, y era un imitador de primera. Grabó unas setecientas horas de reuniones y llamadas en la Casa Blanca: la cosa daría para un cd propio".
Frank Sinatra: "Era delgado, con el rostro chupado, una pajarita medio caída y el perfil izquierdo de una estatua de bronce de Donatello. Las adolescentes aullaban como bacantes al verle y oírle, y se desmayaban como viudas con el corsé ajustado".