Image: Diccionario de historiadores españoles contemporáneos

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Ensayo

Diccionario de historiadores españoles contemporáneos

Ignacio Peiró Martín y Gonzalo Pasamar Alzuria

12 septiembre, 2002 02:00

José M. Jover Zamora y Carlos Seco Serrano. Foto: M. R.

Akal. Madrid, 2002. 699 páginas, 35 euros

La tarea de hacer la reseña de un diccionario biográfico como éste resulta especialmente ingrata porque siendo, como es, un volumen de referencia dedicado a proporcionar datos sobre la vida de más de medio millar de sujetos, si uno se dedicara a indicar que determinado pueblo pertenece a otra provincia, o que determinado prohombre no murió exactamente donde se dice, tendría la impresión de estar colocando unas insignificantes chinitas en un aparato de información tan descomunal como el que aquí ofrecen Pasamar y Peiró, que son dos profesores de la Universidad de Zaragoza conocidos por una prolongada trayectoria de investigaciones sobre la historiografía española que, además, admiten en la introducción que el trabajo puede tener errores y que algunos de sus criterios de selección podrían parecer arbitrarios.

De hecho da toda la impresión de que los errores son insignificantes dada la variedad de las fuentes consultadas, que se hacen constar en cada entrada y que se ordenan al final en una bibliografía de más de doscientos cincuenta libros de los que se ha extraído el enorme caudal de información que se ofrece en el volumen.

Lo que los autores han pretendido en el libro ha sido ofrecer un catálogo ordenado de información biobibliográfica sobre más de quinien- tos historiadores con el fin de situarlos en un adecuado contexto o -como ellos señalan con una frase tan paradójica como sugerente- presentar un instrumento de trabajo que "permita mejorar la lectura de la escritura de la historia".

El catálogo recoge un conjunto significativo de historiadores españoles de la época contemporánea que suele abarcar los dos últimos siglos. La fecha inicial, sin embargo, se retrasa aquí hasta 1840, ya que hacia ese año sitúan los autores la ruptura con la tradición historiográfica dieciochesca y lo que ellos denominan la institucionalización de la cultura liberal burguesa. La consecuencia debería ser que no tomasen en consideración las obras publicadas antes de esa fecha, aunque hay numerosas excepciones que producen una cierta perplejidad sobre la operatividad de ese límite cronológico inicial.

También hay alguna contradicción en cuanto al límite final -a pesar de la fecha que aparece en el título el criterio adoptado es el de no incluir a ningún historiador nacido con posterioridad a 1936- por lo que se recogen títulos muy recientes pero se deja fuera del libro buena parte de la producción historiográfica de los últimos treinta años. Son las consecuencias de entender la historiografía, y perdóneseme el juego de palabras, más como la historia de los historiadores que como la historia de los libros de historia.

Sobre cada uno de esos historiadores el diccionario ofrece una ficha biobibliográfica en la que, además del nombre y de las fechas y lugares de nacimiento y defunción, se pueden encontrar datos sobre el origen social, los estudios, el estado civil, los puestos profesionales desempeñados -en el mundo académico y fuera de él-, los honores y distinciones que recibieron, un máximo de veinte de sus obras más significativas, su orientación política, y las fuentes consultadas para organizar toda esa información.

El conjunto es de una erudición impresionante y convierte al libro en una obra de referencia de primer orden, en la que la riqueza de la información es producto de un afán de exhaustividad que admite mínimos reparos, en comparación con el excelente servicio que presta al conocimiento de la historiografía española de los dos últimos siglos.

Por lo demás, como los mismos autores reconocen al final de un estudio introductorio que no es precisamente un ejercicio de claridad de estilo literario -al margen de que su argumento tenga a veces una dudosa relación con la información posterior-, este diccionario no es una obra cerrada y resulta difícil resistirse a la invitación que hacen los autores para recibir sugerencias que puedan contribuir a mejorar el contenido de un diccionario que está llamado a ser, durante mucho tiempo, un instrumento capital en los trabajos de investigación.

En ese sentido, y pese a las razonables reservas que los autores manifiestan hacia literatos que sólo tuvieron una relación ocasional con la historia, tal vez hubiera sido conveniente recoger el nombre de Juan Valera, aunque sólo fuese por su participación en uno de los empeños más notables de creación de una historia nacional, o el de Manuel Milá i Fontanals, tan decisivo en la formación de Menéndez Pelayo.

Los autores tendrán que valorar si sugerencias de este tipo deben ser atendidas, pero esa no será, desde luego, una circunstancia que impida afirmar ya que la historiografía española ha recibido, con este diccionario, un instrumento de extraor- dinaria calidad para el conocimiento de nuestro pasado.