Ensayo

Dostoievsky en Manhattan

André Glucksmann

12 septiembre, 2002 02:00

Trad.de María Cordon. Taurus. Madrid, 2002. 260 págs., 15’50 euros

Los sucesos del 11 de septiembre del 2001 marcaron un hito en la historia de las relaciones internacionales. Fuera cual fuese la posición ideológica de los comentaristas, todos coincidieron en la trascendencia de aquellos acontecimientos.

Desde entonces ha sido ingente el número de publicaciones. Al cumplirse un año se hace inevitable una evaluación de lo sucedido y una nueva riada de textos de todo tipo inunda las librerías. En este marco nos llega el último libro del filósofo francés André Glucksmann. Como era de esperar su enfoque dista mucho de aquellos otros que caracterizan la amplia literatura anglosajona sobre estos temas. Glucksmann no intenta contarnos qué ocurrió de forma amena y descriptiva. Tampoco se sumerge en la historia del Islam para tratar de enraizar y enmarcar los actuales movimientos radicales. No cae en la tentación de ser útil, proponiendo estrategias concretas que puedan facilitar la contención de estas corrientes en los países musulmanes o la convivencia entre civilizaciones distintas aparentemente abocadas a colisiones apocalípticas.

Para Glucksmann el elemento definitorio del conjunto de atentados terroristas de hace un año es su carácter nihilista. Los hombre de Al Qaeda querían destruir símbolos occidentales haciendo el mayor daño posible, en pérdidas de vidas humanas y de medios materiales. Su objetivo hoy es el mismo. No ven otro medio de resolver su problema personal y social: su interpretación de la situación en la que se encuentra el mundo musulmán desde la descomposición del Imperio Turco y la desaparición del último Califato.

A partir de ese punto de arranque el autor abandona el tiempo presente para sumergirse en la historia de las ideas rastreando, de forma bastante desordenada, la presencia del nihilismo en el planeta. La obra se convierte en un curioso ejercicio de erudición en el que el autor, enormemente presente, "recreándose en la suerte", dialoga con Madame Bovary o con Raskolnikov, con Stalin y con Putin... El hilo conductor se pierde a menudo, desbordado por el juego de personajes y referencias.

Esta actitud distante y erudita hacia los sucesos del 11-S no es un caso aislado. En los últimos meses han aparecido libros semejantes en Europa . Este hecho puede ser significativo del papel que parte de nuestra clase pensante parece adjudicar al Viejo Continente en el siglo XXI. En contraste con el análisis "aplicado" propio de los académicos norteamericanos y británicos, que actúan como parte del establisment aportando análisis y políticas, los europeos parecen preferir enfoques más teóricos y alejados del poder. Del mismo modo, Europa se decantaría por un papel secundario, distante del núcleo de toma de decisiones y escéptico, cuando no cínico, ante las propuestas políticas o ideológicas procedentes de Washington, frente a unos EE. UU. que han asumido su condición imperial y que se debaten ante la tentación de tratar de imponer al mundo un orden democrático como garantía última de paz y prosperidad.

Glucksmann nos presenta una interesante y brillante reflexión sobre el nihilismo en perspectiva histórica y cultural. Pero eso no es suficiente. El 11 de Septiembre nos ha situado ante una amenaza terrorista concreta, ha agravado las complejas relaciones entre Occidente y el Islam y puesto en delicada situación las ya entonces tensas relaciones transatlánticas. Tenemos que ser capaces de afrontar estas cuestiones y para eso es necesario algo más que ejercicios académicos.