Image: De fuego y aire: memorias

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Ensayo

De fuego y aire: memorias

Nuria Espert y Marcos Ordóñez

17 octubre, 2002 02:00

Nuria Espert. Foto: Mercedes Rodríguez

Taurus. Barcelona, 2002. 300 páginas, 17’50 euros

No sé si fue Chaves Nogales el que, con su biografía de Belmonte, inauguró la modalidad de un escritor apropiándose el espíritu de un personaje y prestándole su voz. La fórmula hizo fortuna y hoy las memorias en primera persona redactadas por una segunda crecen como hongos. Yo mismo lo hice con César Rincón. Marcos Ordóñez lo ha hecho con la Espert.

Ordóñez es hombre de teatro y parece que las necesarias afinidades entre biógrafo y biografiada no han sido difíciles; en cualquier caso De fuego y aire, título debido a la fértil imaginación de Terenci Moix, es de una sobriedad estimulante y de una agilidad estilística y narrativa encomiable. El libro no se enreda en abstracciones teóricas, sino que expresa puntos de vista concretos sobre situaciones concretas. Más que un libro de ideas es un libro de la experiencia; pero una experiencia limitada al campo profesional de la creación dramática. De fuego y aire es un texto equilibrado, sin egolatrías incómodas, y partícipe de una moderada autocrítica. Y muy lejos de cualquier tipo de sentimentalidad morbosa y justiciera. En él predomina el aire más que el fuego; es decir, en líneas generales, lo apolíneo triunfa sobre lo dionisiaco y el sentido helénico de la armonía sobre las turbulencias del barroco. Las pasiones más evidentes que Nuria Espert y Marcos Ordóñez explican en este libro es la fascinación por los grandes talentos con los que Nuria Espert ha trabajado o ha podido trabajar. Grandes admiraciones que se convierten en grandes amistades, o en desencuentros transitorios y de las que la Espert extrae siempre enseñanzas y sabidurías. La capacidad de absorción y aprendizaje es notable en esta mujer desde que, siendo una niña que no quería ser actriz, empezaron a llevarla como recitadora, a los llamados "nidos de arte" de los años 40 en Barcelona. Este afán de aprender va ligado a una necesidad de apuntalamiento y autoafirmación que define su sentimentalidad, incluido el sentimiento más rotundo y definitivamente perenne de su vida: el amor por Armando Moreno, su marido. En este contexto hay que entender el calvario de su amistad con Víctor García, las páginas quiza más desgarradas del libro: un infierno que la Espert vive más que describe, atormentada por el alcoholismo y las paranoias del genio que la dirigió en sus dos cumbres maravillosas: Yerma y Las criadas. Hay en estas memorias culto a los amigos, amor infinito por Armando Moreno y un elegante desdén para quienes la hirieron o se enfrentaron a ella.

En resumen De fuego y aire es la memoria activa de una triunfadora que se alza sobre los recuerdos de una infancia atribulada y pobre. Este retrato tiene los perfiles de una mujer tenaz, aunque a veces se rompa "como una rama seca", inteligente y con un extraño don para estar en el sitio oportuno en el momento justo. Ha encarnado todas las atrocidades de las heroínas trágicas, pero su fuerza motriz no es la cólera. Y resulta regocijante imaginarla retorciendo el dedo acusatorio de un director general que sustituyó a Alberto de la Hera; o cabreada con Marsillach que le birló el teatro de la Comedia donde ella pensaba montar un centro de producción.

Su flexibilidad, política y afectiva, le ayudó más tarde a restaurar la amistad rota. Por todo esto y por las raíces éticas de sus orígenes menestrales, sorprende que, para ensalzar el porte distinguido y moral de sus padres, diga que "parecían aristócratas". Se olvidó de la afirmación del autor francés Albert Camus: "no hay más aristocracias que la del trabajo y la inteligencia".