Image: Idea estética y negatividad sensible

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Ensayo

Idea estética y negatividad sensible

J. A. Rodríguez Tous

31 octubre, 2002 01:00

La balsa de la medusa, de Gericault

Ed. Intervención Cultural. 435 págs., 18 euros. J. L. Molinuevo: Estéticas del naufragio. Alfons el Magnanim. 182 págs.

La estética, se sabe, es esa perspectiva filosófica que trabaja en la vecindad del arte, ese punto de vista comprometido con la percepción y acaso orientado por la belleza. La estética, se sospecha, ha sido una de las disciplinas filosóficas más fecundas de los últimos años.

Estos textos se ubican, cada uno a su modo, en la provincia de la estética para abrir nuevas sendas, para proponer nuevos puntos de vista. Juan Antonio Rodríguez Tous publica un trabajo rotundo, exigente, magníficamente apoyado en texto y ampliamente convincente. La investigación alude a la negatividad sensible, a la cara oculta de la belleza, a su negación o inversión especular: a la fealdad. Tanto el período de formación de la estética moderna como las prolongaciones de la filosofía hegeliana son escrutados en detalle: y en el escrutinio aparecen la fealdad y el horror, el hedor y la corrupción, la amenazante finitud, la muerte. En la encrucijada entre la estética y la lógica, Juan Antonio Rodríguez Tous -hegelianamente riguroso, aunque no rigurosamente hegeliano- desvela el potencial crítico de las mil caras de la fealdad. El libro es todo un ejemplo de cómo un trabajo exigente puede convertirse en un experiencia fascinante.

No muy alejado de alguna de las perspectivas reveladas por Rodríguez Tous se sitúa el libro de José Luis Molinuevo Estéticas del naufragio de la resistencia. La imagen del naufragio -naufragio con, sin y del espectador- y una imagen de esa imagen -La balsa de la Medusa, de Gericault- conducen buena parte del libro. El naufragio, el general naufragio, es contemplado por Friedrich y por Turner, por Jönger y por Kubin, por Kundera, por Bernhard, por Saramago o Peter Weiss; el general naufragio es interpretado por Schpenhauer, por Blumenberg o Sartre, por Molinuevo.

Esta vez la encrucijada no es el lugar en el que se cruzan la estética y la lógica, sino la estética y la política. El libro, junto a la perseverante imagen del naufragio, se puebla de figuras de la resistencia. No resistencia al naufragio sino resistencia en el naufragio.

La estética habla, en este libro, el idioma del horror, se confronta con los mil rostros de la opresión, con los fantasmas de la desesperación. Ya no es tanto cuestión de gusto como cuestión de gesto: el gesto o la mueca de la vida que, en el límite (y siempre estamos en el límite) muestra el rigor de la muerte y el abrazo del absurdo.

Ese gesto, o esa mueca, se imponen como auténtica presencia real: son recibidos por el lienzo o el relato, o por la partitura. Y son reflexionados desde una estética que no celebra ya sus nupcias con la belleza sino que sea arriesga en los paisajes del horror. Se abren alternativas: el suicidio o el nihilismo, la culpable ignorancia o la ciega resignación. Y la alternativa múltiple de la resistencia: resistir en el límite, en ese límite que define y nos define.

Los dos libros brevemente explorados saben que el humano es animal de percepción y reflexión, de pathos y ethos. Y saben que en ese límite se expone la humana condición. No se dejan arrastrar por el espectro de la pura belleza. Recuperan el gusto y el gesto: la corporalidad, la fealdad y, como en el relato de Conrad, el horror.