Image: Historia natural de los ricos

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Ensayo

Historia natural de los ricos

Richard Conniff

19 diciembre, 2002 01:00

Trad. María Condor. Taurus. Madrid, 2002. 389 páginas, 20’20 euros

Richard Conniff es un pe-riodista que colaborade modo habitual con National Geographic, New York Times Magazine y Architectural Digest. Ha publicado varios libros de divulgación sobre diversos tipos de seres orgá- nicos y su vida social.

También ha escrito guiones para series televisivas en torno a la naturaleza. En Historia natural de los ricos Richard Coniff establece un paralelismo entre el comportamiento de ciertos grupos o sociedades animales y la conducta de los ricos. Con una naturalidad que produce vergöenza ajena se desliza en su texto por un darwinismo social que algunos creíamos superado y olvidado hace ya muchos años.

Los seres humanos nos comportamos, en opinión de Conniff, como si fuésemos una manada de gorilas de espalda plateada en la que se obedece y se sigue al macho dominante. En dicha manada -la ilustración la toma Conniff de ciertas zonas de áfrica central- las hembras y los machos sometidos adoptan tácticas de congraciamiento con un jefe que se ha impuesto por la fuerza y la habilidad que le ha dado la naturaleza. Frente a los ricos nos comportamos, en pleno siglo XXI, de modo muy semejante. El babuino que manda camina con la cabeza alta y el rabo levantado, algo que Conniff compara con la actitud de Silvio Berlusconi en las reuniones de Jefes de Estado, cuando al tomarse la foto de familia se alza de puntillas o exige que coloquen un cojín en la silla de la mesa de reuniones para parecer más alto y tener más dominio visual.

Es cierto que los primates son jerárquicos y lo es también que forman comunidades organizadas y cerradas. El trasero colorado de los monos está destinado a llamar la atención y marcar su posición social. Los zoólogos han descrito muy bien el comportamiento del macho alfa de una manada de lobos pero las cosas se complican entre los humanos. Existen diferencias ontológicas entre el animal que marca el rango y copula con la mejor hembra y el empresario millonario que fuma un gran puro y se lo mete, junto con el humo, en plena cara a los demás -menos ricos que él- en el palco de un estadio de fútbol mientras juega su equipo.

La descripción que hace Richard Conniff de los ricos es reduccionista, plana y cuajada de tópicos. Los ve como una especie aparte, endogámica, divina, aislada del resto de la población. Viven y veranean juntos en habitats escasos y de difícil acceso. Se casan entre ellos y desarrollan códigos diferenciados. El dinero es algo esencial para ellos, aunque digan lo contrario, y mandar es lo suyo. El ejercicio de la sexualidad les permite expresar su riqueza. Las mujeres cumplen aquí la función de los trofeos cinegéticos. En el paralelismo que establece el autor entre los machos dominantes y los hombres ricos como Donald Trump o Ted Turner, el comportamiento es identico: imposición de la propia voluntad.

Escrito este volumen de un modo sencillo, ágil y entretenido el lector agradece la ironía y la capacidad de distanciamiento de su autor. La abundante información que proporciona sobre los ricos y las mil anécdotas que a modo de trufitas dan aroma al texto lo convierten en una lectura agradable. No obstante, este libro tiene doble fondo, como las maletas de los estraperlistas. En él se deja caer que los ricos lo son porque, en definitiva, son mejores que el resto de los hombres. Todo ello envuelto en machismo. Las mujeres no existen como sujeto activo. A este clamoroso punto ciego se añade que el universo estudiado por Conniff es casi exclusivamente norteamericano.