Image: Tiempo de editores

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Ensayo

Tiempo de editores

Xavier Moret

19 diciembre, 2002 01:00

Xavier Moret

Destino. Barcelona, 2002. 398 páginas, 21 euros

André Schiffrin, hijo de quien fundó la biblioteca de la Pléiade y también editor hasta que Pantheon Books fue engullido por el grupo Newhouse, vaticinaba la confirmación posmoderna del proceso por el que el liberalismo económico a ultranza vendría a destruir los fundamentos culturales de la empresa editorial.

Se consuma la paradoja de una edición sin editores. Schiffrin deseaba que España permaneciese al margen de evolución tan perversa. Este buen deseo es índice del prestigio internacional que nuestros editores fueron capaces de alcanzar, sobre todo a partir de los años sesenta, a lo que presta especial atención Xavier Moret en esta "Historia de la edición en España, 1939-1975". El periodo acotado le merece un rubro de signo opuesto al de Schiffrin: Tiempo de editores. En aquellos años, las empresas editoriales y sus líderes desempeñaron una labor que trascendía "la mera publicación de libros". Juan Benet calificó aquel tiempo como una época troyana, porque casi todas las manifestaciones culturales llevaban en su seno un arma cargada de futuro.

Moret modula su recorrido cronológico en cuatro capítulos. Los años 40 representaron el difícil arranque de las empresas editoras que ni tenían papel, ni libertad, ni, en cierto modo, escritores. A la consolidación de los años 50 sigue un decenio de gran efervescencia, y desde 1968 el alba del cambio. Cada uno de estos momentos tiene su referencia respectiva más patente en José Janés y José Vergés, en Planeta, en Carlos Barral y Carmen Balcells, y en los libros políticos y pequeñas empresas de culto.

Este trabajo tiene más de crónica que de historia. El autor se queja de la desaparición de archivos que serían de gran utilidad a la hora de trabajar sobre el asunto con la perspectiva metodológica de la sociología de las industrias culturales. Se saca buen provecho de las memorias de varios escritores y editores, así como de entrevistas ya publicadas, o las que el propio Moret les hizo ad hoc. Es innegable el valor de "historia oral" de nuestra edición que el libro tiene. Por lo demás, se articula en torno a la trayectoria de algunas entidades editoriales o a la presencia de ciertos fenómenos como la novela popular, las traducciones o las colecciones políticas de los 70, pero se centra en otros nombres que Moret destaca desde un principio: Caralt, Lara, Plaza, Bruguera, Grijalbo, Aguilar, Sánchez Ruipérez, Salinas, Balcells o Herralde. El más atendido, et pour cause!, es Carlos Barral, arquetipo de editor, promotor cultural y víctima de la debacle denunciada por Schiffrin. En Seix-Barral, tan importante como el departamento comercial era el llamado "cuarto de los sabios". Porque aquellos editores vocacionales supieron rodearse de otros paladines troyanos. Queda igualmente claro que el epicentro de la edición española estuvo en Barcelona, pero sería de desear un mayor desarrollo de capítulos madrileños como el de la primera Alfaguara, o la inclusión de Galaxia, desde los cincuenta el caballo de Troya de la oposición galleguista.