Image: Nosotras. Biocientíficas españolas

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Ensayo

Nosotras. Biocientíficas españolas

VV. AA.

26 diciembre, 2002 01:00

Margarita Salas. Foto: M.R.

Introducción de Manuel Hidalgo. L’oreal España, 2002. 237 páginas, 24 euros

Vida: vida palpitante, vidas ejemplares ante todo, emergiendo de ese océano de conocimientos y actividades que llamamos precisamente Ciencias de la Vida. Son los breves retratos de unas 250 españolas, doctoras en medicina y en ciencias, dedicadas a la investigación y a la docencia superior, en las que descuellan con reconocida nombradía.

La firma L’Oreal España los ha reunido en este libro, magníficamente editado, propiciado seguramente por su experiencia en la concesión de unos premios, "La mujer en la Ciencia", y de unas becas a científicas biomédicas de los cinco continentes, que L’Oreal Unesco ha instituido. En el año 2000 el premio correspondiente a Europa recayó en la bióloga molecular Margarita Salas, presidenta del Instituto de España, cuya personalidad queda aquí por ello especialmente destacada. Me voy a excusar, sin embargo, por no entresacar más nombres de entre esta larga relación puesta ante noso-tros: en la imposibilidad de incluirlos todos, la elección se inclinaría, de modo natural, hacia quienes más conozco, excelentes amigas, compañeras en la universidad, centros de investigación y reales academias, cuya valía puedo acreditar aunque esté mi campo científico un tanto alejado de los suyos.

Son estos -someramente prologados por plumas expertas- los de biología celular y molecular, biomedicina, bioquímica, genética, microbiología, ecología y medio ambiente, ciencias de la alimentación, biología vegetal y botánica, y biología animal y zoología. Alrededor de estos polos, con posibles solapamientos, se concentran y clasifican los apuntes biográficos de "ellas", las "nosotras" del título. Cada una con sus datos personales, titulación, situación profesional, líneas de trabajo y una pequeña nota de algunos aspectos de su vida: vocación, carrera universitaria e investigadora, resultados, premios, y, en muchas de ellas, algún comentario sobre la incidencia que esta dedicación ha tenido en su vida personal y familiar.

Y de esto sí que vale la pena hablar. Nunca enalteceremos bastante la suprema elegancia con que en este punto se conducen. Ninguna dice haberse sentido discriminada en sus estudios por el hecho de ser mujer, pero reconocen las dificultades que han encontrado luego para hacer compatible la vida profesional con la vida familiar, sobre todo con la maternidad. Curiosamente, contra lo que se suele pensar, atribuyen gran parte del mérito en lograr ese equilibrio a la comprensión y ayuda de sus maridos, mucho más patente si cultivan ambos unos mismos campos científicos; pero, incluso, dice una de ellas, su marido, que no es científico y es difícil hacerle comprender su obsesión por el trabajo, no ha dudado en seguirle allí donde aquel trabajo la ha llevado. Y todas elogian la generosidad de sus esposos. Un mínimo de decoro nos obliga a proclamar que el mérito auténtico es el de ellas mismas.

Que no ocultan tampoco la dificultad, a la que animosamente se han enfrentado, de no renunciar a la creación de una familia, imponiéndose unos sacrificios cuyos pequeños logros suponen enormes satisfacciones. No es fácil ser madre y tener una actividad profesional pero tampoco es incompatible y vale la pena intentarlo. El hecho de ser mujer y madre de seis hijos, nos dice una de ellas, no ha inteferido de forma importante en mi vida profesional. En cuanto dicen borbotea ese regusto por la maternidad voluntaria y totalmente asumida. He aquí algunas expresiones: "Las risas de mi niña me hacen poner los pies en la tierra y valorar lo que no es ciencia"; "Los dos hechos más relevantes de mi vida tienen actualmente diez y siete años".

Podían haber protestado por las imposiciones que su doble actividad les ha supuesto. Nada de eso: tesonera y valientemente aceptaron el reto y ahora nos presentan los frutos de su digna labor. Estas son nuestras científicas y tal vez ésa su mejor lección. Y aún quedan más: las que, dado su número, no han tenido cabida en esta forzosamente limitada nómina; las que, lo mismo que las biocientíficas, cultivan con igual espíritu otras parcelas de la ciencia y del saber; y también quienes, ante la disyuntiva de las dos vocaciones, consciente y libremente optaron por una de ellas, sin duda la que no les iba a dar nombre pero en la que, a favor de la formación y educación de sus hijos, volcarían su innegable competencia. Señores: para todas ellas, de las que el libro aporta una pequeña muestra, para "Vosotras", ¡un respeto!