Image: La literatura y los dioses

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Ensayo

La literatura y los dioses

Roberto Calasso

13 febrero, 2003 01:00

Roberto Calasso. Foto: Domenec Umbert

Trad. Edgardo Dobry. Anagrama, 2002. 211 págs, 13 euros

Es Calasso un ensayista brillante y literario, y esta potencia verbal y mental del italiano quizá se aprecie mejor en estos ocho capítulos (que fueron antes conferencias en Oxford) que en sus libros más apretados y largos, como La ruina de Kash. La literatura y los dioses posee idéntica profundidad, igual inteligencia -no exenta de sesgos discutibles, como todo ensayo- pero mayor alacridad, gracias a una concisión o a un espacio relativamente predeterminado. La literatura y los dioses es un ambicioso repaso a la aparición, a los orígenes mitológicos de lo que hoy llamamos modernidad, en el siglo XIX, desde los románticos alemanes hasta los simbolistas franceses (y ejemplificando casi siempre con ellos); esto es, desde 1798, con los jóvenes que escriben en la novedosa revista Athenaeum (Schlegel y Novalis), hasta la muerte de Mallarmé en 1898. El romanticismo alemán abre (contra el Siglo de Las Luces) un apetito de dioses, el ansia de una “mitología nueva”, que no será sólo -aunque también- el redescubrimiento, a todos los niveles, de la Grecia pagana (desde los parnasianos hasta Nietzsche) sino además el descubrimiento de la India védica, del budismo, y de un ancho afán sacral, tan formalizador como perturbador, puesto que lleva a los orígenes de la energía, y por tanto a los orígenes de la creatividad, que tiene que hacer entenderse -de nuevo- al caos con la palabra. Calasso empieza hablando de un paganismo renovado (parcialmente había existido también en la Italia o la Florencia renacentista) que supone un cambio de la poesía, del pensamiento y de la sociedad -o que pudo suponerlo- para centrarse después en el lugar donde ese afán sacro y perturbador triunfó: en una literatura nueva, autónoma, que Lautréamont o Mallarmé representaron singularmente. La novedad que aporta Calasso (que deja muchas ramas en el camino, sobre todo sociológicas y morales, escasamente tratadas) es la consideración de que esta literatura que funda la modernidad y que se siente autónoma -lo que él llama “la literatura absoluta”, la que vive en si y se manifiesta ajena a lo demás- tiene tras su aparente nihilismo, no solo al dios salvaje que vio Yeats, sino también a una divinidad esencial, anterior a los dioses, que en la India védica se llamó Prajapati. Los rumbos románticos y simbolistas de la literatura -lo sabíamos- cimentaron nuestro hoy, pero están saturados de dioses rebeldes que no conocíamos del todo (no hablamos de ornamentación neoclásica) y que probablemente -pienso yo- no han terminado su agitación y turbulencia, porque si en la literatura absoluta parecen haber triunfado, su vivacidad o su terror -aunque Calasso no trate este tema- serán inseparables de la vida. Sugestivo y profundo ensayo, bien traducido, salvo los falsos amigos, que incluso se le cuelan al traductor avezado: costumbre escolástica debe ser costumbre escolar o académica. Ignoto, alguna vez, puede ser desconocido, para evitar el persistente cultismo (que en italiano no lo es), y por supuesto emistiquio, en español, es con hache. Con todo es buena la traducción, y el libro más que sugerente: deja cien puertas abiertas.