Ensayo

El imperio global

Roberto Montoya

17 abril, 2003 02:00

La Esfera, 2003. 512 págs, 23 euros

Montoya describe en este libro las pautas que están llevando a la construcción del Imperio norteamericano, sobre todo, a partir del 11S, desde los aspectos exteriores, compendiados en el control de las fuentes energéticas del globo y la conquista del poder militar, hasta las interiores.

La tendencia al unilateralismo viene de lejos y en la etapa Bush se puso de manifiesto con numerosas medidas, cuya mejor ejemplificación está en la retirada del tratado para la creación de la Corte Penal Internacional y la no ratificación del protocolo de Kioto, pero el 11-S representó el trampolín ideal para que Bush, con el respaldo de la práctica totalidad de la sociedad americana, de la ONU y de sus aliados, emprendiera un proyecto encaminado a la consecución de la hegemonía mundial. El 11-S ha permitido la desaparición de cualquier crítica interna, la aprobación de un presupuesto militar impensable y la posibilidad de penetrar en una zona tan estratégica como Asia central. En estos dos últimos factores descansa el motor de esa pretensión imperial, el asegurarse la satisfacción de la demanda energética indispensable para el futuro desarrollo económico y el control de las zonas estratégicas claves, como el Golfo.

Bush y su administración encarnan la síntesis de las pretensiones de los dos grandes grupos de interés, el petrolero y el armamentístico, a los que el atentado vino como anillo al dedo. Al dejar en evidencia la vulnerabilidad del gigante, permitió que se impusieran las doctrinas que predicaban la guerra preventiva, lo que facilitaba mantener la iniciativa en todo el orbe, a partir del acoso mundial al terrorismo y la legitimación de la expansión militar.

Detrás de una breve exposición de hechos hay muchas cosas ocultas que Montoya desvela en todos sus detalles. Como la estrecha relación entre Al Queda y Bin Laden con Estados Unidos desde los tiempos de la guerra de Afganistán, que sirvió para la creación de una internacional islámica que años después se volvería contra la potencia americana. Otro aspecto es la complicidad con Sadam Hussein, empujado a guerrear contra el amenazante Irán jomeinista (1980-1988), a quien proporcionan armas de destrucción masiva. Y las estrechas relaciones con Arabia Saudita, que empezaron a deteriorarse tras el 11-S y abren una futura ventana al conflicto. Sobre los misterios que puedan encerrar el atentado contra las Torres Gemelas, proporciona suficientes datos para concluir que, frente a las teorías conspirativas, lo más plausible es que la falta de previsión tuvo que ver con negligencias, burocratismo y falta de cooperación entre las agencias.

Para los lectores que simpaticen con las tesis de Chomsky o Petras sobre los fines de la superpotencia, la obra de Montoya reúne un material abundante y bien argumentado que satisfará sus exigencias. El punto de vista es enormemente crítico con la acción de los Estados Unidos, aunque se omite el papel desarrollado en las dos guerras mundiales y en las últimas intervenciones en Bosnia o Kosovo.