Image: La vida imperial de Rudyard Kipling

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Ensayo

La vida imperial de Rudyard Kipling

David Gilmour

17 abril, 2003 02:00

Rudyard Kipling

Trad. de Diego Valverde. Seix Barral. Barcelona, 2003. 449 págs, 21 euros

Lo que son las cosas: un libro que se anuncia como biografía del hombre público y político que fue Kipling acaba siendo una imprescindible guía de lectura de su obra , con énfasis especial en la poesía. Sus poemas suelen ser apostillas personales a determinadas circunstancias políticas.

Una balada de inspiración bíblica ("Gehazi") puede ser un alegato contra la corrupción de un contemporáneo. Un himno conmemorativo ("Recessional") puede ocultar una profecía pesimista sobre el destino del imperio. Fue T. S. Eliot el primero que reivindicó la legitimidad de la peculiar "poesía de circunstancias" que cultivó Kipling, y libros como el que hoy nos ocupa facilitan las claves que nos permiten entenderla y apreciarla (y ello, a pesar de no contar, como es el caso, con un índice de nombres y obras que posibilite la consulta rápida).

Con todo, el de constituir una utilísima guía de lectura no es el único mérito de esta obra. Es además, una muy amena introducción a la compleja coyuntura política que va desde los últimos años del periodo victoriano a las vísperas de la segunda guerra mundial. En esos años, el imperio británico conoció su apogeo y los primeros síntomas claros de su futura decadencia. En esos años quedaron planteados problemas que aún nos afectan: los conflictos raciales y fronterizos que seguirían a una descolonización improvisada y precipitada, la cuestión de Irlanda, la posible comunidad de intereses entre una Inglaterra en declive y unos emergentes EE. UU., el sentido del "estado de bienestar", según lo fueron diseñando las coaliciones entre liberales y laboristas en la Inglaterra de los años treinta... Los sucesivos pronunciamientos de Kipling sobre estas cuestiones ya en su día parecieron desmedidos y brutalmente reaccionarios. Sólo que, como nos dice el autor de este estudio, "los pesimistas y los reaccionarios son los mejores profetas, porque no tienen ilusiones, porque pueden ver hacia atrás y también más allá de los puntos de vista contemporáneos". Kipling vio más allá y predijo las dos guerras mundiales, la futura política de segregación racial en Suráfrica, los odios religiosos que habrían de desgarrar la India y los inconvenientes de un progreso material totalmente ajeno a cualquier indicio de progreso moral equivalente.

Lo dicho nos hace pensar en las sombrías predicciones que formularía Ortega en La revolución de las masas. Y extraña que esta biografía "política" tan bien documentada no aluda a éste o a otros intelectuales contemporáneos que se pronunciaron sobre esas mismas cuestiones. Por la misma época en que Kipling describía a Kruger, el presidente boer, como "un Neanderthal en levita" Rubén Darío lo presentaba como el venerable patriarca de un heroico pueblo de pioneros. Darío sintió también la mezcla de fascinación y miedo que producía Roosevelt y tuvo sentimientos ambiguos sobre el naciente imperialismo norteamericano, que Kipling animó en su conocido poema "La carga del hombre blanco". El único defecto del libro de Gilmour es que pueda hacernos pensar en un Kipling solitario y autista, convertido en vida en una antigualla gesticulante y pasada de moda. Y no lo fue, entre otras razones, porque no fue el único escritor de su tiempo que se vio forzado a pronunciarse sobre un mundo cambiante. Eso sí: acertó más que otros.