Image: Memorias de un investigador privado

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Ensayo

Memorias de un investigador privado

José Antonio Marina

24 abril, 2003 02:00

José Antonio Marina. Foto: M.R.

La Esfera de los Libros. Madrid, 2003. 223 páginas, 16 euros

Escribir en un semanario a lo largo de dos años supone desarrollar una relación peculiar con lo acontecido en ese tiempo: la realidad se le ofrece a uno como tema, objeto de análisis y selección. Lo vivido y lo escrito se mezclan irremisiblemente.

Y el conjunto de lo escrito en ese tiempo, por heterogéneo que sea, suele acabar presentando la unidad que le proporcionan la continuidad temporal y el punto de vista sostenido del escritor atento a lo que esa continuidad le depara. Mientras escribía las crónicas, artículos, prólogos y conferencias que conforman estas Memorias de un investigador privado en los años 2001 y 2002, José Antonio Marina hubo de pronunciarse sobre los atentados contra las Torres Gemelas, la guerra de Afganistán, los prolegómenos de la de Irak o las sucesivas polémicas económicas, educativas, judiciales, etc, que distrajeron a la opinión pública española y mundial en esos dos años. Como se ve, no le faltó materia que investigar al peculiar "detective cultural" postulado por el autor como protagonista de su libro.

Sin embargo, al repasar estas crónicas, el lector rara vez encontrará algo que se parezca a uno de esos pronunciamientos rápidos, tajantes y, a menudo, equivocados con los que tantos hombres de letras han salido al paso de los acontecimientos. Por el contrario, se aferra el autor a la noción orteguiana de que, para enfrentarse a lo aparentemente irresoluble, hay que abandonar el marco donde el problema no tiene solución y dar un salto imaginativo a una esfera conceptual superior, donde haya alternativas viables y satisfactorias para todas las partes implicadas. Antes, por tanto, que pronunciamientos parciales e intere- sados, lo que requieren los problemas es una definición precisa de sus componentes y del marco en el que deben tratarse. éste es el tipo de información que Marina depara a sus lectores, y de la que éstos derivan la muy gratificante sensación de entender por vez primera ciertas cuestiones que habitualmente se les presentan envueltas en una espesa niebla de palabras confusas: qué clase de derecho, por ejemplo, asiste a una minoría cuando reivindica respeto: no el de "ser" tal o cual cosa, sino el derecho a la propia dignidad de todos los individuos (no sólo los pertenecientes a esa minoría) y a sus posibilidades de realización personal.

Aunque todo esto no serían más que buenos propósitos si Marina no supiera exponerlo de manera sugerente y literariamente atractiva. Ya hemos aludido al artificio de presentar al analista como "detective cultural". Como tal, regenta una "agencia" y cuenta con unos colaboradores dotados, entre otras cosas, de una notable capacidad para la ironía y el humor. Más interesantes resultan, para el curioso, los continuos atisbos que Marina proporciona sobre sus propios métodos de trabajo, lecturas, etc, y la manera en que parte del esfuerzo ha de ser confiado a un equipo competente. Es, si se quiere, un modo gráfico de mostrar en funcionamiento otros dos conceptos claves en su argumentación: la "inteligencia creadora", capaz de aportar soluciones originales, y la "inteligencia compartida", imprescindible para el éxito de cualquier agrupación humana, sea ésta una empresa, una familia o todo un país.

Defender estos conceptos implica una buena dosis de optimismo y una decidida voluntad de no asumir el papel agorero y derrotista en el que tan cómodos parecen sentirse otros. Y hacerlo desde las páginas de un semanario supone, además, el riesgo de acercarse demasiado, en ocasiones, al tono del "consultorio" afectivo o psicológico. Marina, no obstante, evita sabiamente la tentación de dar consejos o soltar prédicas. Su optimismo procede de la información y de la capacidad para ver claro. Y, en la medida en que logra transmitírselo a los lectores, demuestra ser, además de un buen analista cultural, un muy competente escritor.