Image: A hombros de gigantes

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Ensayo

A hombros de gigantes

Stephen W. Hawking

12 junio, 2003 02:00

Stephen W. Hawking. Foto: EPA

Crítica. Barcelona, 2003. 1320 páginas, 39’90 euros

Espléndido regalo. Para todo amante de la cultura, aun cuando no sea estrictamente un científico, ha de ser un gozo poder disponer en un sólo libro de cinco textos fundamentales -"Las grandes obras de la física y la astronomía", reza el subtítulo- que han marcado la evolución de nuestra imagen del firmamento.

Esos textos son Sobre las revoluciones de los orbes celestes, de Nicolás Copérnico; Diálogo sobre dos nuevas ciencias, de Galileo Galilei; el libro quinto de Las armonías del mundo, de Johannes Kepler; los Principios matemáticos de la filosofía natural, de Isaac Newton, y El principio de la relatividad, de Albert Einstein. Son traducciones, algunas publicadas con anterioridad, precedidas de comentarios sobre la vida y la obra de cada uno de los autores; breves y amenos, expuestos con magistral claridad y con la incuestionable autoridad que Stephen Hawking ostenta.

El hilo que engarza esta selección de libros quiere poner de manifiesto cómo la ciencia consiste en una serie de pequeños progresos, apoyado cada uno de ellos en los anterior- mente alcanzados. Cuando Newton dice: "Si he logrado ver más lejos ha sido porque he subido a hombros de gigantes", de donde se ha tomado el título, se refiere a sus descubrimientos en óptica, pero igualmente podría aplicar esa declaración a su deuda con Copérnico, Galileo y Kepler en la formulación de la estructura del Universo. Son estos cuatro primeros autores los que en la franja de los siglos XVI y XVII se van sucediendo uno a otro dando lugar a esa especie de continuidad del progreso científico. Lo de Einstein es otra cosa: ahí se produce un salto.

Pero el primer salto lo dio Copérnico oponiendo el modelo heliocéntrico a la imagen aristotélico-tolemaica vigente más de mil años y provocando uno de los mayores cambios de la historia que afectó a la ciencia, la filosofía y la religión: cuando el hombre se había erigido en protagonista de su destino, después de haber sido sólo espectador en la etapa medieval, se le viene a decir que ni la Tierra es el centro alrededor del cual se ordena el Universo ni él es dueño de la naturaleza sino, a lo más, una pieza de ese orden natural.

Galileo va más allá, declarando que el sistema copernicano no es una mera hipótesis que pocos científicos habían aceptado sino que corresponde a la verdad (aunque no es verdad que el Sol sea el centro del Universo). En su último libro, que es el que aquí se recoge, establece las leyes del movimiento acelerado que rige la caída de los cuerpos, uno de los pilares de la física que anticipa las leyes de Newton.

Su contemporáneo Kepler había descubierto las leyes del movimiento planetario, y fue la tercera de ellas, sobre la proporcionalidad entre los cubos de las distancias de los planetas al Sol y los cuadrados de sus períodos de revolución, la que condujo a Newton a formular la ley de la gravitación universal. Pero el libro de Kepler aquí seleccionado pretende dar una versión más estética que científica del Universo, relacionando la disposición de los planetas con la de los poliedros regulares y las notas musicales, extendiendo así la teo-ría de la armonía del mundo a la música, la geometría y la astronomía.

Y llegamos a Newton, que en sus Principia define las leyes del movimiento y la atracción fundiendo las contribuciones de sus predecesores. Kepler describía con precisión cómo se mueven los planetas alrededor del Sol pero no con seguía explicar por qué se movían así. Newton quiso descubrir por qué las órbitas eran elípticas y aplicando su propia ley de la fuerza centrífuga a la tercera de Kepler dedujo que la fuerza de gravedad entre dos objetos es inversamente proporcional al cuadrado de la distancia entre ellos. Su obra puede considerarse como la más importante de la historia y el fundamento de la moderna visión del mundo.

Este hilo conductor se quiebra con Einstein. De él se han elegido siete pequeños artículos tras los que la noción del espacio y del tiempo nunca más volvería a ser como antes. La teoría espacial de la relatividad va a destronar la concepción newtoniana del tiempo y la teoría general rompe el concepto lineal del espacio, que era independiente de la materia que lo ocupaba, para ver su estructura deformada por la masa gravitatoria. El espacio y el tiempo quedan sujetos a la teoría cuántica y así nuestra compresión no avanza sólo por una lenta y continua edificación sino también a saltos: el de Copérnico, con la Tierra girando alrededor del Sol, y el de Einstein, con el espacio y el tiempo curvándose por efecto de la masa y la energía. Desde expulsarnos de nuestro lugar de privilegio en el centro del Universo hasta dejar en el pasado un espacio y un tiempo absolutos.

No obstante parece que todavía no se ha logrado explicar por qué el Universo es como es. Suponen algunos que si se llega a descubrir una teoría unificada definitiva, tras la cual también anduvo Einstein, ella describiría de forma única las constantes que rigen su estructura. Estructura cuya complejidad lleva a muchos a pensar -y el mismo Hawking no lo desdeña- en el principio antrópico por el que el Universo se ha formado así para que en él pudiera darse la vida humana. Con lo cual volvería el hombre a ocupar aquel puesto central del que había sido desplazado.

Fascinante esta excursión por algunas de las obras de estos gigantes de la ciencia. Ellos quisieron conocer y, sobre todo, entender el mundo circundante y nos han transmitido en ellas todo su saber.