Image: Memorias de un periodista

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Ensayo

Memorias de un periodista

Indro Montanelli

26 junio, 2003 02:00

Indro Montanelli. Foto: Luca Bruno

Recogidas por Tiziana Abate. RBA. Barcelona, 2003. 271 páginas, 18 euros

En una hipotética escala que fuese del testimonio histórico fiable al anecdotario intrascendente, estas memorias se situarían a medio camino entre las de André Malraux, pongo por caso, y las de nuestro César González-Ruano.

Con las del primero comparten el afán de dejar constancia de la presencia del autor en los escenarios de decisión, de su conocimiento de las claves de las distintas coyunturas, de su capacidad de acceder a los protagonistas; pretensión de inmediato rebajada por una italianísima (y atinada) ligereza al juzgar situaciones y hombres, y una manera característica de empequeñecer el entramado del poder y considerarlo como un mero círculo social en el que el memorialista se mueve con sorprendente desparpajo.
Con todo, Montanelli desgrana sus recuerdos con precisión y sabe arrastrar al lector (y en primer término, suponemos, a la periodista Tiziana Abate, redactora de este libro) a un verdadero torbellino de acontecimientos, en los que el autor acierta a enmarcar los retratos de sus protagonistas y los tajantes y desenvueltos juicios de valor con los que va definiendo su propia postura ideológica. Que no es otra que la de un liberal-conservador que, una vez alejado de su juvenil alineamiento con el fascismo (descrito como un muy navegable marasmo de incoherencias y deslealtades), supo encuadrarse en ciertos círculos antifascistas que le permitieron, ya en la posguerra, convertirse en una de las pocas voces críticas que se oyeron en la partitocracia italiana hasta su reciente disolución tras la caída del Muro de Berlín y los escándalos de los años noventa.

Sin embargo, la parte más interesante del libro, y la que subyuga al lector, es sin duda la que antecede a la enrevesada posguerra. La Europa de los años treinta se presenta ante Montanelli como una especie de ajedrez desquiciado, en el que van tomando posición las fuerzas que luego se enfrentarían en el campo de batalla. En ese juego todavía hay lugar para "la guerra más hermosa que me haya tocado relatar", la ruso-finlandesa de 1939, o para ciertas espeluznantes cortesías de vencedor, como la poco traumática ocupación de Oslo por los nazis, descrita en términos que recuerdan el idílico paseo militar narrado por Jönger en la primera parte de sus diarios.

De este gran teatro de guiñol pasa Montanelli a las escaramuzas de la posguerra, en la que asume una postura de absoluto rechazo del comunismo, monopolizador del mito de la Resistencia y principal beneficiario de la mala conciencia que el pasado fascista había dejado en buena parte de la sociedad italiana. Sostiene Montanelli que fascismo, antifascismo sobrevenido, partitocracia, etc. no son más que las distintas formas que la política ha adoptado para amoldarse a las característi- cas del pueblo italiano, carente de tradición liberal y de conciencia cívica. Este juicio demoledor se mantiene hasta el final del libro, donde considera que la única posibilidad de supervivencia del fallido proyecto nacional italiano está en su fusión con Europa. No es esta la única sorpresa que nos reservan las últimas páginas: hay también mención del reciente apoyo del autor a la coalición de izquierdas representada por El Olivo, y de su aclamación por los comunistas tras ser expulsado por Berlusconi de la dirección de Il Giornale... Paradojas de Italia, desenredadas con singular maestría por uno de sus testigos más lúcidos.