Image: Yo, Augusto

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Ensayo

Yo, Augusto

Ernesto Ekaizer

18 septiembre, 2003 02:00

Pinochet. Foto: Santiago Llanquin

Aguilar. Madrid, 2003. 1022 páginas, 29’90 euros

El 11 de septiembre ha pasado a la historia de la humanidad como una fecha trágica. Hace dos años cayeron las torres gemelas en Nueva York muriendo miles de personas. Hace treinta años un golpe de Estado en Chile produjo mucha más sangre que el atentado de Nueva York.

En EE.UU. se llevan dos años trabajando para limpiar los escombros y rellenar el vacío dejado. En Chile se llevan casi trece años para restablecer el orden político quebrado en aquel 11 de septiembre de 1973 y todavía queda bastante trabajo por hacer. La aparición del libro de Ernesto Ekaizer, Yo Augusto, ha supuesto un importante avance en el conocimiento del pasado de Chile y en la clarificación de la figura de Pinochet. Con ello se ha conseguido una mayor libertad para imaginar el futuro. En 1990 la elección por las urnas de Patricio Aylwin Azócar (en representación del partido cristiano- demócrata) como presidente de la República inició un proceso de restablecimiento de las instituciones democráticas.

Los gobiernos de Eduardo Frei Ruiz-Tagle (en representación del partido cristiano-demócrata) y de Ricardo Lagos (elegido por el bloque de la Concertación de partidos por la democracia) siguieron avanzando en este mismo sentido. Desde 1990 el país ha tenido un crecimiento económico progresivo anual del 5’8%. La crisis de 1982 fue superada rápidamente y la contracción de los mercados internaciones de los años 2000 y 2001 está siendo sorteada con una inteligente capacidad de adaptación: Chile ha firmado acuerdos comerciales con la Unión Europea, EE UU, la Cuenca del Pacífico y con países de América Latina, convirtiéndose en el epicentro de multitud de relaciones comerciales. La pobreza en términos absolutos se ha reducido, pero la distribución del ingreso no ha mejorado mucho tras casi trece años de crecimiento económico. Según cifras oficiales, el 20% de la población de Chile se apropia del 57% de la riqueza del país generada anualmente, mientras que al 20% de la población de menores ingresos sólo le llega el 4,5%. En América Latina sólo Brasil le gana en desigualdad en la distribución del ingreso.

En los trece años de restablecimiento democrático (elección de los representantes políticos a través de las urnas) los chilenos comenzaron a desmantelar el régimen heredado de la dictadura mediante el voto negativo en el Plebiscito del No de 1988. Posteriormente, la detención de Pinochet en Londres en 1998, acusado por el juez Baltasar Garzón de haber cometido crímenes contra la humanidad, y los sucesivos juicios realizados en Chile tanto a su persona como al resto de militares involucrados en la dictadura, ayudaron a seguir lavando el pasado. Durante este tiempo se comenzaron a saber los detalles macabros y la dimensión de la tragedia de la Caravana de la muerte, la operación Cóndor, los asesinatos cometidos el día del asalto al Palacio de la Moneda en 1973 y los brutales y numerosos crímenes perpetrados entre 1973 y 1990. Mucho se ha avanzado en este sentido, pero todavía queda bastante por hacer. Sirva de ejemplo que la Constitución de 1980, impuesta dictatorialmente por Pinochet, aún sigue vigente; que el sistema de elección de los diputados es inadecuado; que los senadores son vitalicios y de designación directa en vez de elección; que el Ejército tiene más autonomía sobre el Ejecutivo de la que le correpondería; y que una gran masa de votantes no ejerce su derecho al voto por miedo, por desconocimiento o por desconfianza (o por las tres cosas al mismo tiempo).

Ahora se sigue trabajando en el perfeccionamiento del Estado de derecho y en la vigilancia de que los derechos humanos no se violen. No se puede dar un banquete en el primer piso mientras miles de muertos apestan en el sótano. Algunos teóricos intentan sostener que no sólo es factible, sino que es necesario, pero la realidad se obstina en decir lo contrario.

El libro de Ernesto Ekaizer sin duda está ayudando a limpiar los sótanos y las alcantarillas de Chile. Un periodista ha demostrado al mundo con su trabajo honrado y pertinaz lo mucho que se puede hacer. Yo, Augusto es el relato minucioso de la historia de la dictadura y de la vida política de Pinochet desde el 11 de septiembre de 1973 hasta el día de hoy. El libro es espectacular. Magistral. El lector queda atrapado por su lectura desde la primera página. La prosa y la información que ofrece Ekaiser tienen un especial magnetismo. Las mil páginas de texto se devoran en largas sentadas. No es un aburrido documento de las acciones de Augusto Pinochet, sino un texto con estructura de novela (negra evidentemente). El autor deja que los hechos hablen y trata siempre de evitar los calificativos, situándose en la posición de mayor neutralidad posible. Ernesto Ekaizer, periodista de El País, fue ya galardonado con el Premio Ortega y Gasset de periodismo en 2000 por la cobertura del "caso Pinochet" (503 días de arresto en Londres). Desde entonces, no ha dejado de hacer entrevistas, reunir documentos, viajar, y consultar archivos y bibliotecas. El resultado ha sido magnífico. Augusto Pinochet se hizo el loco ante los tribunales para mantener su impunidad. El libro de Ernesto Ekaizer demuestra lo mucho que se puede hacer con una prosa limpia, mientras la justicia se enreda en sus tradicionales argucias e interminables vericuetos.