Image: La búsqueda del olvido. Historia global de las drogas

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Ensayo

La búsqueda del olvido. Historia global de las drogas

Richard Davenport

16 octubre, 2003 02:00

Trad. J. A. Vitier. Turner/Fondo de Cultura Económica. Madrid, 2003. 543 págs, 29’90 e.

Se abre este volumen con un dato escalofriante. Naciones Unidas estima que el consumo de los distintos tipos de drogas mueve cuatrocientos mil millones de dólares cada año. Esta cifra viene a ser el dinero que genera el turismo mundial o la industria petrolera.

Pero lo peor viene al final porque, tras cerca de 600 páginas de apretado texto, Davenport-Hines concluye afirmando que la guerra contra las drogas, emprendida por los presidentes norteamericanos a partir de Nixon en 1969, no se puede ganar.
Este es un libro que traza la historia del consumo de drogas desde el siglo XVI. No queda claro porqué se ha escogido arrancar desde el año 1500 cuando las drogas son unas substancias perjudiciales cuyo consumo ha amenazado el proceso civilizatorio desde su inicio. En todo caso, Davenport-Hines ha reunido una minuciosa documentación que aporta una información muy detallada e inédita en gran medida.

El autor comienza categorizando con claridad los productos que embriagan. Así el lector sabe que los narcóticos evitan el dolor y producen estados de euforia. El opio, la morfina, la heroína y la codeína son los más notorios. Los hipnóticos inducen el sueño y la torpeza. Del mismo modo que los anteriores, crean dependencia y son perjudiciales. El cloral, el sulfonal, los barbitúricos y las benzodiacepinas están entre los más consumidos. Los estimulantes, como su nombre indica, están destinados a camuflar el cansancio y dar una sensación de falsa energía. La cocaína y las anfetaminas son estimulantes que pueden producir episodios psicóticos. Los embriagantes como el cloroformo, el éter, la gasolina, el pegamento o ciertos disolventes tienen efectos muy negativos para el sistema nervioso central. Por último, los alucinógenos alteran la percepción de varios sentidos y pueden desencadenar psicosis como la esquizofrenia. El más común es el que procede del cannabis. El beleño, el LSD, la mescalina, y ciertos hongos muy comunes de crecimiento silvestre están entre los más habituales.

Tras este primer esfuerzo analítico, Davenport-Hines trenza su texto mezclando el universo cifrado y misterioso de los consumidores de substancias prohibidas con las siniestras mafias de la droga y con la política prohibicionista del consumo que encabeza Estados Unidos. Todo ello ordenado históricamente. El escenario de los últimos capítulos de esta obra es, sobre todo, la sociedad anglosajona. Las ciudades norteamericanas, e inglesas, sus gentes y conflictos son los espacios que reciben una atención más minuciosa, algo que resta interés al lector de otras zonas geográficas.

Parte de lo escrito en este volumen carece de originalidad. El papel de la jeringuilla en la difusión de las drogas intravenosas es de sobra conocido; algo semejante se puede decir de la llegada de la cocaína a Europa. Sin embargo, el tratamiento del narcotráfico como una red prácticamente invisible que poco a poco va atenazando y corrompiendo la vida democrática es perspicaz y novedosa. La narración del modo de actuar, y del peligro, de las redes de narcotraficantes colombianos pone los pelos de punta al lector más templado. Quizá por eso el tono de esta obra sea antiprohibicionista. Davenport-Hines llega a la conclusión de que si no se puede evitar el consumo de drogas, lo mejor es regularlo. Como ejemplo de regulación propone lo que se viene haciendo en Holanda con sus cerca de mil quinientos cafés en los que, de acuerdo con la normativa, se vende cannabis.

Los datos en los que se apoya el autor para defender la política holandesa están en el menor consumo de heroína en relación con Francia y Gran Bretaña y en la desaparición del abuso de los disolventes. Davenport-Hines opina que el sistema de cafés con licencia que funciona en Holanda debería completarse con la inclusión de sustancias tales como el éxtasis. Es difícil evaluar esta propuesta, apenas dibujada. Lo peor es que este fin de semana adolescentes de todo el mundo estarán consumiendo Mitsubishis, 007s, Cuatro fases, Corazones de amor o quizá algo peor.