Image: Abecedario. Diccionario de una vida

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Ensayo

Abecedario. Diccionario de una vida

Czeslaw Milosz

8 enero, 2004 01:00

Czeslaw Milosz

Trad. K. Olszewska y S. Trigán. Turner/FCE. Madrid, 2003. 352 páginas, 20 euros

Czeslaw Milosz (Szetejnie, Lituania, 1911) se convirtió en el líder indiscutible de la vanguardia poética polaca de los años 30 y durante la segunda Guerra Mundial participó activamente en la resistencia a la ocupación nazi. En 1951 se exilió en París y en 1961 viajó a los Estados Unidos para ocupar la cátedra en Lenguas y literaturas eslavas de la Universidad de California en Berkeley. En 1980 recibió el Premio Nobel de Literatura. Otras obras suyas publicadas en España son Otra Europa (1981), El pensamiento cautivo (1981), El valle del Issa (1981) o Poemas (1984), todas ellas en Tusquets.

En principio, resulta muy original recurrir a la ordenación alfabética para trazar una especie de autobiografía o memorias, que es lo que el Nobel de 1980 parece pretender con este "diccionario de una vida". Pero aunque no falten referencias fundamentales autobiográficas, este Abecedario nos recuerda otros libros tan diversos entre sí como puedan ser la historia intelectual del siglo XX que Peter Watson tituló A terrible beauty o Mi siglo de Gönter Grass.

De este último lo diferencia el registro de ficción que el escritor de Gdansk utiliza para desarrollar sus cien viñetas de sucedidos correspondientes a cada uno de los años de la centuria pasada, pues el poeta polaco, nacido en Lituania en 1911, no fabula, sino que se limita a hurgar en los archivos de su memoria. Pero ambos comparten una misma visión de la terrible belleza de un siglo que para Grass se caracterizó porque siempre había guerra, y para Milosz, porque el miedo, al que dedica toda una entrada, fue "el principal habitante de Europa en el siglo XX".

El propio escritor nos ofrece una exacta descripción de su libro en una posdata encabezada por un concepto fuera del orden alfabético hasta entonces respetado: desaparición de personas, de cosas y de un mundo como el idílico de su infancia en el seno de una familia polaca de la aristocracia en los predios de Krasnogruda e Imbrody, cuando Lituania disfrutaba de una independencia también arrumbada por la segunda guerra mundial. Pero desaparición, sobre todo, de una generación de jóvenes que el furor de la Historia, especialmente cruel para los centroeuropeos, barrió del mapa, como también lo había hecho con los que sucumbieron en la guerra del catorce, de los que Milosz se acuerda lamentando que la precipitación de los acontecimientos en los decenios posteriores impidiese honrar su memoria como merecían. El poeta reflexiona acerca de lo que hubiese sido de Europa, en la ciencia, el pensamiento, la política o la literatura sin la sangría de tantos y tantos jóvenes talentos aniquilados en las dos grandes contiendas, y la parte del león de su diccionario se la llevan textos dedicados a sus compañeros polacos o lituanos de la escuela, el liceo o la universidad, muchos de ellos judíos. Solo una minoría sobrevivió, y muy pocos alcanzaron como él el puerto seguro del exilio norteamericano. Todos los demás murieron combatiendo, fueron víctimas del holocausto, se suicidaron o terminaron sus días en el gulag. De ahí la justeza de esta autodefinición con que la obra concluye: "mi Abecedario es un libro, pero no es una novela, ni tampoco un ensayo sobre el siglo XX, ni tampoco un diario. Todas las personas mencionadas ponen en movimiento una red de referencias e interdependencias que se relacionan a su vez con las fechas de mi siglo. En definitiva, no me arrepiento de haber arrojado nombres y apellidos indolentemente y de haber hecho de la trivialidad una virtud". A Milosz le inspira en esta obra una idea obsesiva: la pervivencia en la memoria colectiva de tantas y tantas vidas frustradas depende exclusivamente de su recuerdo y de su pluma.

Esta dimensión no egocéntrica predomina sobre la autobiográfica, acerca de la que Milosz se muestra profundamente escéptico en la página Verdad de su abecedario, en la línea de quienes consideramos el género no tanto como registro cuanto como creación de una vida. No faltan, sin embargo, noticias de primera mano acerca de los avatares vitales del autor, de su infancia lituana, de sus estudios y actividades radiofónicas en Vilna y Varsovia, de su colaboracionismo con el régimen comunista, de su ruptura con él en 1951, de su exilio dorado en Berkeley y la consecución del Nobel de Literatura, que él atribuye sin duda a su traslado a los Estados Unidos. Amén de las entradas, que son la mayoría, dedicadas a personas que conoció, o a escritores o intelectuales que le influyeron en uno u otro sentido, menudean las referidas a lugares relacionados con su biografía, a las lenguas que le marcaron -polaco, ruso, francés e inglés-, verdaderos ensayos en donde se trasluce su filiación académica como los titulados Baladas y romances, El Barroco o La Poesía estadounidense, artículos como el del Budismo que hablan de sus inquietudes espirituales y una serie de páginas sobre sentimientos y pasiones como la admiración, la ambición, la crueldad, la curiosidad, la desgracia, el odio o los prejuicios que al fin y a la postre nos hablan tanto de la personalidad del escritor como este apasionante diccionario nos ilustra acerca de lo que significó para él el Siglo XX.