Image: El sequerón: ocho años de Aznarato

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Ensayo

El sequerón: ocho años de Aznarato

Pilar Cernuda y Fernando Jauregui

26 febrero, 2004 01:00

Aznar. Foto: Javi Martínez

Planeta. 300 págs, 18 euros. Federico Jiménez Losantos: El adiós de Aznar. Planeta. 450 págs., 18’50 euros. Javier Tusell: El Aznarato. Aguilar. 200 págs., 21’50 euros.

La despedida de José María Aznar del primer plano de la vida política española es motivo de una abundante producción de libros sobre su etapa de gobierno. Los tres que son objeto de esta reseña tienen diverso origen y orientación, lo que da idea del interés que suscita la personalidad y el proyecto político de esta figura y la complejidad de la etapa histórica que le ha correspondido protagonizar.

El volumen que firman los avezados periodistas Pilar Cernuda y Fernando Jáuregui contiene la crónica del período. De estos autores no se pueden esperar revelaciones que desvelen esos aspectos increíbles de los escenarios de poder que ponen patas arriba la historia cada semana. A la ecuanimidad de los autores, se unen la fluidez del estilo y el interés de una panorámica con la suficiente información para alcanzar un criterio propio. El contenido del libro viene marcado en parte por el título, El sequerón, con el que subrayan la importancia de la manera de ser del presidente en su estilo de hacer política, unas formas caracterizadas por la hosquedad, para los autores el aspecto más negativo del líder popular. Esta apreciación no les impide considerar que su etapa de gobierno ha sido básicamente positiva, aunque deja como legado dos grandes hipotecas, la cuestión territorial y la del lugar de España en la Unión Europea y en el mundo.

El historiador Javier Tusell tiene una opinión más negativa de lo que denomina aznarato. Reconoce la labor positiva frente al terrorismo y en el campo económico y social, pero incide mucho en la baja calidad democrática del sistema, ejemplificado en el proceso de privatizaciones y en el terreno de los medios de comunicación, con el acoso al grupo Prisa y el intento de crear un conglomerado opuesto. Mucho peor incluso ha sido el tratamiento de los nacionalismos democráticos. Un eje de análisis sobre el que Tusell fundamenta muchas de sus apreciaciones es el talante centrista, que se puede definir como capacidad para la negociación y rechazo de la confrontación como método. A partir de ahí, aunque acepta la condición inequívocamente democrática de la derecha que representa Aznar, considera que su proyecto político e ideología carecen en el fondo de la seña de identidad centrista.

Lo más objetable del análisis sobre el aznarato, certero y perspicaz en numerosos aspectos, es la parcialidad en el rigor con el que aplica la crítica, muy patente, si se habla en términos de hostilidad y capacidad para crear conflictos, en el trato indulgente del nacionalismo vasco. Parece que Tusell rehuye reconocer que el nacionalismo de Aznar, equivalente al compromiso constitucionalista de significados intelectuales, no es más que un fenómeno reactivo ante el asalto de los nacionalismos periféricos al Estado democrático español.

La oposición a ese intento es la pasión que guía a Federico Jiménez Losantos en su actividad periodística. En la recopilación de artículos procedentes de "El Mundo" y "Libertad Digital" que conforman el volumen, vierte su opinión sobre los dos últimos años de gobierno. Y lo hace desde la acendrada vehemencia que le distingue y la independencia para expresar lo que piensa. A partir de una posición de afinidad política, efectúa un seguimiento crítico de la política aznarista -de los tres libros, éste es el que contiene las censuras más aceradas-. Cambia su negativa valoración con la llegada de los graves problemas, cuando Aznar se crece y muestra todas sus cualidades de correoso luchador. Se produce la superación del inicial fracaso en la gestión de la crisis del Prestige, la perseverante postura en favor de las posiciones norteamericanas en el asunto de Iraq, buscando apoyo contra el terrorismo y control del peligro que supone Marruecos, decisión inteligente a la vista de la ausencia del respaldo europeo en la crisis de Perejil, y el triunfo sobre el envite callejero de la izquierda en las municipales de 2003. Respecto a los asuntos concretos, las loas se centran en la defensa de la unidad nacional y la Constitución, la excelente gestión económica y la ejemplar renuncia al poder. Los reproches se dirigen al abandono del programa de regeneración democrática y a la manipulación de los medios de comunicación.
Como se ve, en los tres libros el carácter de Aznar aparece en primer plano. Ciertamente el temperamento tiene relevancia en el ejercicio de la política, pero no debe ser sobrevalorado. La imagen de Aznar empeora, especialmente para los adversarios políticos (organizaciones, medios, etc.), durante la crisis del Prestige y en los preliminares y desarrollo de la guerra de Iraq. Además, protagoniza la victoria en las elecciones municipales. De ahí la abrumadora personalización de la crítica, lo que hace que la lectura de su trayectoria pasada pueda verse condicionada. Habrá que tener precaución con este elemento interpretativo en futuras valoraciones.