Image: Un día en la vida de El Mundo

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Ensayo

Un día en la vida de El Mundo

Víctor Olmos

25 marzo, 2004 01:00

Foto: Jaime Villanueva

La Esfera de los Libros. Madrid, 2004. 400 páginas, 23 euros

Todos los periódicos tienen dos caras. Una visible y otra invisible. La que se percibe desde fuera es su propia influencia como maquinaria de información y opinión. La cara oculta es el caos organizado de múltiples piezas que milagrosamente se ensamblan cada día para alumbrar ese producto destinado fatalmente a envolver un bocadillo de sardinas.

Víctor Olmos, perspicaz observador y magnífico periodista, centra sus esfuerzos en su nuevo libro en retratar esa cara oculta de un periódico, que la mayoría de los lectores ignora y que, a la postre, aporta las claves de la otra cara visible. Un día en la vida de El Mundo es el relato de la jornada del 27 de marzo de 2003, elegida al azar por su autor para contar quién y cómo se hace un diario, en este caso el que dirige Pedro J. Ramírez.

Tras los trágicos atentados de Madrid del 11-M, aquella jornada tuvo un carácter casi premonitorio, ya que Félix Pastor Ridruejo, un viejo militante del PP, explica en la portada del periódico los graves riesgos para el país y para el partido de Aznar a la intervención en Irak. Difícilmente podía suponer Pastor Ridruejo el carácter casi prófetico de sus palabras.

Pero un diario, como una sinfonía, es una obra de interpretación colectiva. Los protagonistas de este libro son, en consecuencia, los centenares de personas que trabajan cada día -la mayoría en el anonimato- en esa creación perecedera que tantas vanidades sirve para alentar. Contra la imagen tópica de las películas de Hollywood, es la suma de esos muchos esfuerzos anónimos la que configura ese producto perecedero, que nace y muere cada 24 horas.

Hay sudor, ilusión, frustración, imaginación y otras muchas cosas más recogidas en las páginas del libro de Olmos, inspirado sin duda en el escrito por Ruth Adler hace 30 años sobre The New York Times, un clásico del periodismo. El autor, tras empaparse durante meses del quehacer cotidiano del diario, opta por estructurar su trabajo con una perspectiva cronológica y circular que le sirve para ordenar su relato. Todo comienza y termina cuando el periódico llega al kiosco, momento en que los primeros lectores huelen la tinta fresca mientras los periodistas inician una nueva jornada.

Vemos a lo largo de las páginas del libro, ilustrado por las estupendas fotografías de Fernando Múgica, la redacción vacía e iluminada por la luz del amanecer, escuchamos el sonido de los teléfonos y de las voces, observamos los gestos de concentración ante la pantalla del ordenador.

Percibimos la laxitud del mediodía, las discusiones para decidir las páginas de opinión, el diálogo entre los redactores jefes y los periodistas, la tensión del cierre, la confección de la portada y el relaja- miento ell final de la jornada. Son instantáneas fragmentadas de un ritual que se repite cada día de forma distinta y que adquieren su pleno sentido cuando el proceso se reconstruye en su totalidad.

Lo que en realidad Víctor Olmos hace en este libro no es distinto a sus dos trabajos anteriores sobre Efe y el diario ABC. Lo que en estas dos obras abarca un dilatado periodo de décadas, se condensa en su último libro en unas pocas horas que conforman la historia de un presente en el que queda subsumido todo el pasado del periódico. La trilogía supone una valiosa contribución a la historia del periodismo español, en la que no hay muchos trabajos de esta altura y rigor intelectual.

No pasará desapercibido a quienes lean este libro la formación anglosajona de Olmos, ex director de la edición española de Reader"s Digest, que aporta un gran número de datos y perfiles biográficos con los que logra un fiel retrato de esa aventura cotidiana que es El Mundo. Texto indispensable para saciar la curiosidad de la profesión, es además un libro entretenido, una crónica periodística y una narración literaria en la que Olmos acierta a describir ese oficio que tanto añora y con el que la tecnología no ha podido acabar.

Pedro GARCíA CUARTANGO