Image: El médico y el enfermo

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Ensayo

El médico y el enfermo

Pedro Laín Entralgo

25 marzo, 2004 01:00

Pedro Laín Entralgo. Foto: Mercedes Rodríguez

Triacastela. Madrid, 2003. 231 páginas, 25 euros

Nadie a estas alturas va a descubrir al profesor Laín Entralgo. Su talla de humanista, asentada sobre la más específica condición de médico e historiador de la medicina, tuvo su reconocimiento social en la cátedra universitaria de esta disciplina y en su pertenencia a la Real Academia Española y a las de Medicina e Historia.

Pero a ello hay que añadir una desbordante producción de trabajos de toda índole, libros, ensayos, colaboraciones, artículos periodísticos, conferencias, que hacen de él uno de nuestros pensadores más conocidos para un público de muy diverso nivel cultural. A mí me gustaría destacar como una característica de sus escritos, y porque siempre me ha llamado la atención, el acento profesoral y científico con que los aborda. Cualquiera que sea el tema de que trate, lo primero que busca es determinar, ordenar y clasificar los distintos aspectos que en él encuentra. Y es curioso que, por no sé qué mística aritmética, casi siempre es tres el número de clases en que distribuye su exposición: la respuesta debe ser ordenada en tres puntos, dice por ejemplo. A su vez cada uno de ellos lo subdivide en otros tres casos posibles, etc. Al final, y prescindiendo del tres, lo que presenta es una clasificación de las distintas opciones con que se manifiesta el problema, un esquema organizado didácticamente y apto para ser contemplado casi como un retablo. Y lo del retablo viene un poco al caso, siquiera traído por los pelos, porque el librito bajo comentario se ilustra con una colección sumamente atractiva de imágenes y grabados seleccionados por el profesor López Piñero.

Es este librito una reedición del que se publicó en 1969 que, a su vez, era la adaptación a un público más amplio del texto de historia, La relación médico-enfermo, que cinco años antes había dado a la imprenta. Una relación entre el médico y el enfermo que, si realmente es la que por sí misma debe ser, da origen a un modo particular de la relación amistosa, la que llama "amistad médica". Ya desde la Grecia clásica, superada la etapa empírica y mágica de una medicina artesanal, se sientan los fundamentos de esa mistad: amistad hacia el enfermo, como amor al hombre en cuanto tal, y amor también al arte de curar, a la perfección de la naturaleza humana individualizada en el cuerpo del paciente. Entre la Grecia hipocrática y la Edad Media europea se produce la difusión del cristianismo y se instaura la práctica monástica de la medicina fundada en un amor al hombre cristianamente entendido. Se pierde en cambio el "arte" de curar de los griegos basado en la idea de que las cosas actúan por obra de las propiedades que por naturaleza les corresponden y se practica el "oficio" de curar para el que no existió una mentalidad técnica hasta el siglo XIII.

A partir de él se logró cristianizar el arte helénico haciéndolo suyo una mente religiosa medieval. Tras la Reforma, la progresiva secularización de la cultura occidental hace también laica la amistad de la sociedad burguesa que sucede a la actitud cristiana de la sacralidad del prójimo. La amistad se convierte en camaradería que procura el bien del prójimo no por él mismo sino en cuanto que es copartícipe del bien hacia el que la cooperación camina. El rasgo, en fin, más profundo de la medicina actual es el de haber dejado el enfermo de ser mero objeto para ser visto y tratado como sujeto; la asistencia médica se ha socializado desde fuera, entrando en crisis la práctica privada y la asistencia hospitalaria tradicional.

El profesor Laín cerró su recorrido histórico en las fechas en que publicó su libro pero la atención médica ha seguido evolucionando. Los también profesores de Historia de la Medicina José Lázaro y Diego Gracia han añadido nuevas páginas a este estudio: la enorme transformación producida por los sistemas públicos de salud, el trabajo en colaboración, la proliferación de medios técnicos, la información al enfermo para que pueda tomar decisiones, ha hecho pasar de una relación clásica "paternalista", vigente durante 25 siglos, y la "oligárquica" que se va generalizando en el siglo XX, medicina en equipo pero con el enfermo todavía como sujeto pasivo, a la "democrática" del último tercio del siglo en la que el médico propone pero es el paciente el que dispone. Mas poco importa, dirá Laín, que la mentalidad con la que se entiende esta relación sea la griega antigua, la cristiana o la moderna secularizada. En cuanto el hombre es naturaleza y la salud un bien natural y objetivo, la relación viene a ser camaradería, asociación para el logro técnico de un bien; pero en cuanto el hombre es persona y la enfermedad un estado que afecta a su ser personal, la relación médica debe ser algo más que simple camaradería, debe consistir en amistad: "Más allá de todo doctrinarismo, el buen médico ha sido siempre amigo del enfermo, de cada enfermo".