Image: El último explorador

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Ensayo

El último explorador

Manuel Leguineche

6 mayo, 2004 02:00

Manuel Leguineche. Foto: Mercedes Rodríguez

Seix Barral. Barcelona, 2004. 273 páginas, 19 euros

Wilfred Patrick Thesiguer nació en Addis Abeba en 1910. Su padre era el embajador británico en Abisinia, hoy Etiopía, y su tío fue el vizconde de Chelmsford, virrey de la India.

Manuel Leguineche rescata la biografía de quien no duda en llamar el primer explorador del siglo XX y el último de la Historia. Para ello, el gran viajero y gran conocedor de la literatura clásica de viajes que es Leguineche, va recordando al lector los exploradores vinculados a los escenarios que recorrió Thesiger: Abisinia, Sudán, Arabia, Iraq, Kenia, Irán y Afganistán. De igual modo que al autor de este ensayo le deslumbró la lectura del clásico de Thesiger Arenas de Arabia, el joven Thesiger, huérfano de padre y sometido a una dura educación en Oxford e Eton, alimentó su nostalgia del desierto y su vocación aventurera leyendo a Kipling, Conrad y a los pioneros del imperialismo británico: Bruce, Livingstone, Stanley, Thomas, Philby, Speke, Burton, Buchan... Un peculiar aprendizaje sembró pronto en el joven Wilfred dos pasiones: el respeto a las tradiciones y la veneración del pasado, algo "más real que el presente". Su talante antisocial y rebelde casaba bien con esa "especie de delincuencia" que suponía en la época postvictoriana la afición a los viajes. Ese sentimiento de amor al pasado le hizo situarse al lado de las víctimas en las guerras coloniales, con los zulúes antes que con el Imperio, con las tribus rifeñas antes que con España, o con los libaneses del sultán Pachá antes que con Francia. Y por la misma regla, al final de sus días se sentía orgulloso de ser británico, nostálgico de un mundo desaparecido.

A los 23 años Thesiger resolvió uno de los últimos misterios africanos, el destino del río Awash en Abisinia; fue el primer extranjero que entró en el oasis de Liwa; "huroneó" Afganistán para el gobierno británico; cruzó Kurdistán a caballo y Kenia a camello. Supo antes de morir que los mapas que había contribuido a crear trajeron la corrupción a unos pueblos "cuyo espíritu brilló en el desierto como una llama".

Manuel Leguineche hace gala de su estilo seductor en este libro, donde abundan observaciones ingeniosas. Dice sobre Thesinger: "Nunca echó de menos la civilización occidental… hasta que volvía de las Arenas". Leguineche ha aprovechado para hacer algo más que contarnos la vida del explorador. Hay varios Iraq, por ejemplo, en el libro: el de Thesiger, el de Leguineche y el de nuestros días. La rica experiencia del trotamundos vasco convierte este guiso en un sabroso anecdotario.