Image: Ocho años de gobierno. Una visión personal de España

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Ensayo

Ocho años de gobierno. Una visión personal de España

José María Aznar

13 mayo, 2004 02:00

José María Aznar. Foto: Agencias

Planeta. Barcelona, 2004. 277 páginas, 21 euros

Hay ocasiones -como es ésta- en las que un libro puede, y tal vez deba, iniciarse por el último capítulo. La razón es muy sencilla: el autor preparó este libro con un alto grado de confianza de que vería la luz después de una victoria electoral de su partido, que todos veían como muy previsible.

De eso han quedado numerosas huellas en el texto, como son las repetidas reflexiones sobre las causas que hacen casi imposible el triunfo de una oposición ahora victoriosa o el uso de la forma verbal del presente ("nuestras tropas están en Iraq") para aludir a una situación que pertenece ya al pasado.

Todas esas expectativas se modificaron radicalmente con el atentado terrorista del 11-M y el ex presidente Aznar, que ha contado con la ayuda de José María Marco para dar una excelente forma literaria a sus reflexiones sobre ocho años de gobierno, se ha encontrado con la necesidad ineludible de añadir un epílogo con unas consideraciones sobre el atentado y sus consecuencias.
José María Aznar las hace, como también las del resto del libro, con claridad pero sin acentuar el carácter polémico, aunque tampoco se recata de manifestar su repulsa por los hechos que se produjeron durante la jornada de reflexión electoral y de reiterar que, en la investigación del atentado, su "Gobierno se atuvo a la verdad que conocía".

También denuncia las actitudes de deslegitimación de su partido y, por extensión, de la defensa de principios liberales en política y en economía, del mantenimiento de una referencia nacional española a la hora de la articulación del Estado, y de una política exterior que buscaba el protagonismo en el compromiso con algunas iniciativas de los Estados Unidos y, a la vez, con el fortalecimiento de la posición española en una Unión Europea que busca nuevos mecanismos de decisión, adecuados a la ampliación que se ha producido estos días.

Por lo demás, el autor reconoce que los recelos que se produjeron sobre las investigaciones de los atentados son legítima expresión de la madurez de una sociedad y que su Gobierno no estuvo exento de responsabilidad por "bajar la guardia ante la amenaza fundamentalista" de algunos grupos islámicos.

Ese epílogo contiene y reitera buena parte de las claves de un libro en el que Aznar se presenta como un político conservador empeñado en la normalización política a través de la aceptación del marco constitucional y de la consolidación de las instituciones. Sus alusiones, en el último capítulo, a la voluntad de "continuar la historia de España" son un abierto guiño a la tradición política abierta por Cánovas del Castillo, de la misma manera que son muy significativas sus referencias a Antonio Maura -rechazado en alguna ocasión por las izquierdas al grito de "¡Maura, no!"- para señalar los peligros de una política de deslegitimación del adversario a la hora de dar estabilidad a un sistema político como el español que cuenta con la ventaja de no contar con partidos de extrema derecha como los que existen en otros países de Europa.

José María Aznar desarrolla, a lo largo de los ocho capítulos del libro, una reflexión sobre los motivos profundos de una política que, en algún campo, como el económico, ha cosechado innegables éxitos que, por lo visto, han resultado irrelevantes desde el punto de vista electoral. El centro de atención, en cualquier caso, lo ocupan aspectos específicamente políticos como son la política exterior, la lucha contra el terrorismo, y la articulación del Estado, tan estrechamente ligada a una posible reforma constitucional. El autor se manifiesta claramente por la continuidad y por la estabilidad institucional que han hecho posible los grandes avances experimentados en España desde los inicios de la transición democrática.

Las posturas del autor responden a un acusado sentido del liderazgo, y de la responsabilidad del gobernante para actuar de acuerdo con sus convicciones que, a veces, ha sido interpretada en clave de autoritarismo. Cabe pensar, en todo caso, que un mayor esfuerzo en la comunicación con los administrados hubiera atenuado un tanto ese gesto de adustez, que Aznar reconoce, aunque trate de escudarse en el precedente del carácter "sequerón" de Azaña, a la vez que habría mejorado la aceptación de su política. Habría sido también interesante alguna alusión del autor al papel del clero y de algunas organizaciones católicas en relación con temas candentes de su experiencia de gobierno, como son el terrorismo vasco y la guerra de Iraq.

El libro no pretende ser una crónica política de los últimos ocho años ni, mucho menos, unas memorias de la gestión del presidente José María Aznar, sino un ejercicio para dar cuenta y razón de una política y revelar, con firmeza pero sin estridencias, una manera de entender el servicio a la ciudadanía.