Es razonable que un libro como éste haya atraído la atención de los medios de comunicación y que, probablemente, tenga una buena acogida entre el público lector. Como comenta Townson en su inteligente introducción, los interrogantes sobre las ocasiones perdidas, o simplemente desechadas, son una presencia constante en nuestra vida diaria y no resulta extraño que las traslademos al plano de la reflexión sobre el pasado. Aunque tampoco resulta extraño que ese tipo de especulaciones hayan suscitado recelos de muchos historiadores poco dispuestos a dar por buenas las afirmaciones, en definitiva arbitrarias, que puede hacer cualquier historiador después de haber alterado algún elemento relevante de nuestro conocimiento del pasado. A la relación de historiadores que han rechazado la licitud de este planteamiento, podríamos añadir la diatriba que Sánchez Albornoz, en su España, un enigma histórico, dedicó a la proclividad que Américo Castro demostraba en el uso de esos futuribles.

Con todo, esa forma de volver al pasado nunca ha estado ausente de la reflexión de los historiadores que tienen que comprender, y presentar, todas las posibilidades que se abren a cualquier acción del hombre. Es difícil que ningún historiador haya escapado del todo al uso de estas consideraciones, aunque no siempre se puedan hacer las afirmaciones con la rotundidad que pretende una historia contrafactual que deriva de modelos matemáticos especialmente operativos en el caso de la historia económica. Por eso hay que sugerir que, en este volumen, no se trata de una historia contrafactual cerrada sino de la consideración de unos momentos de nuestra historia reciente cuyo valor está en función de la oportunidad de las preguntas y de la inteligencia de los colaboradores para demostrar su conocimiento. Cabe decir que las preguntas son, en su mayoría, muy certeras y que los encargados de responderlas han sido seleccionados con excelente criterio que asegura una lectura apasionante y sugerente para el lector.