La huella de Vértigo
Diego Moldes
8 julio, 2004 02:00Alfred Hitchcock. Foto: AP
Pasan los años, se produce el necesario relevo generacional, pero las grandes obras de arte siguen fecundando nuestros espíritus. Tanto más en el cine, arte del siglo que ha terminado, en el cual hemos descubierto, los que hemos vivido en esta época, nuestra identidad, nuestras obsesiones eróticas, nuestras inclinaciones morales y nuestros anhelos estéticos.Lúcida mediación entre la ensoñación diurna y la trama onírica, el cine es el símbolo de una época de grandes contrastes, de tremendas convulsiones bélicas y de largas formas de insólita y extendida paz. En el cine hemos aprendido a reconocernos en lo que somos.
Y en esa aventura cinematográfica algunas películas se elevan hasta esa unión, nunca imposible, de la verdad (erótica) y de la belleza (onírica). Vértigo de Alfred Hitchcock es una de ellas. Quienes amamos esa película nunca nos sentimos satisfechos con todo lo que se haya podido decir (o hayamos podido decir) de su milagrosa existencia. Los amantes incondicionales de esta película componen una verdadera sociedad (no secreta ni limitada.) Y es magnífico que los más intrépidos osen acometer aproximaciones al universo o galaxia que esa película, por su sola existencia, genera en torno suyo.
Faltaba un acercamiento a la estela que esa película ha dejado en el propio mundo cinematográfico. Conocíamos las excelentes aproximaciones literarias que ha podido desencadenar. Pero la huella de esa gran película debe, ante todo, descubrirse en la propia tradición cinematográfica. Y el interés de este libro de Diego Moldes consiste en abordar este asunto con mente despejada y con amplitud de miras.
De forma que no sólo se descubren aquellas películas en las cuales ese surco es harto visible, como en la célebre (y excelente) película de Brian de Palma titulada Fascinación, sino también en otras grandes películas en las que la influencia del cine de Hitchcock es determinante, de manera que puede advertirse una multiplicidad de reflejos de sus mejores producciones (y desde luego también de Vértigo). En este sentido el acercamiento a Repulsión de Roman Polansky es uno de los mejores capítulos de este libro. Como también lo es la aproximación a esa extraña película de un director que no es genial, pero que tampoco es mediocre, William Wyler: El coleccionista.
La interpretación y crítica del cine de Brian de Palma es realmente interesante, y en particular la que se refiere a Fascinación, que también tengo por la mejor de todas las suyas (para mi gusto seguida de cerca por Vestida para matar). Hay en la propia película un juego auto-referencial en la recreación que se efectúa de Vértigo, a través del personaje femenino que es réplica de otro anterior; y que se ocupa de restaurar en un templo de San Miniato, en Italia, piezas renacentistas, pero que esconden un fresco paleocristiano.
Todo este juego de identidades, internas a la película, y a la vez alusivas a Vértigo, y a la relación de la propia película de Brian de Palma con esta obra clásica de Hitchcock, queda descrito en este libro del mejor modo. Anteriormente se han trazado las líneas maestras de la película de Hitchcock y de todos sus trasfondos pictóricos, literarios o cinematográficos. Este libro abre una brecha necesaria en la estela que un gran acontecimiento artístico siempre genera, sobre todo en el ámbito del arte en que se produce (en este caso el cine). Demuestra una vez más que en nuestro país esta gran película posee un especial club de personas que sienten (o que sentimos) verdadera devoción por esa gran película de Hitchcock.