Image: Vicente Cacho Viu en la tradición liberal española

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Ensayo

Vicente Cacho Viu en la tradición liberal española

Vicente Ferrer (dir).

2 septiembre, 2004 02:00

Vicente Cacho Viu. Foto: Archivo

Fundación Albéniz. Madrid, 2004. 493 páginas, 90 euros

A nadie se le oculta que no son, a pesar de su importancia, las grandes conmemoraciones, los espectáculos "representativos" de alto coste ni las generosas plataformas con las que algunos mecenas refuerzan positiva y ejemplarmente su prestigio social lo que nutre el tejido profundo de una cultura.

De ello se ocupa el esfuerzo diario, a menudo ignorado y mucha veces solitario, de algunos creadores en los más diversos ámbitos -científico, literario, artístico o filosófico- y de otros muchos, que sin serlo tanto, difunden su obra y elevan a conscienca pública su sentido. Entre aquellos esforzados Vicente Cacho Viu, historiador de las ideas en el más hondo y poliédrico sentido de este oficio, brilló hasta su muerte con luz propia. Apenas conocido por el gran público, tuvo siempre, sin embargo, un gran prestigio entre cuantos con ánimo de comprensión y estudio fueron, de un modo u otro, acercándose durante décadas -todas las de la segunda mitad del XX español, en realidad- a nuestra gran tradición liberal -"la humanista, cristiana y occidentalizante, de siempre, pero en su justo momento: el del mundo liberal, que arranca de la transformación del Antiguo Régimen"-, a la que Vicente Cacho, un espíritu fronterizo entre el liberalismo y el socialismo dedicó lo mejor de sus esfuerzos.

Sobre esta sostenida dedicación, sobre sus frutos y circunstancias dejan su testimonio, desde ángulos distintos, aunque con igual reconocimiento, los claboradores de esta obra insólita. Sus páginas nos devuelven la imagen de alguien que entregó lo mejor de su vida profesional -que siempre es, convendría no olvidarlo, vida personal, por lo vocacional- a trazar puentes entre las diferentes tradiciones españolas, iluminando sus aspectos más relevantes -y más conflictivos- y haciéndolo, además, con la mayor voluntad de objetividad, independencia de criterio y con la menor disposición posible a hacer condiciones al casticismo. Todo ello sin merma de la empatía que el lector atento de Cacho percibe en su forma de enfrentarse a alguno de sus temas.

Con tenacidad de historiador y finura de escritor eximio se demoró, en efecto, en la Institución Libre de Enseñanza y en sus representantes más cabales, en Ortega, en cuanto heredero del acervo racional y científico de ésta y motor de su implantación -frustrada- en la vida colectiva de su país, en el 98, en d’Ors y, sobre todo, en el nacionalismo catalán, por él audazmente percibido como un "factor de modernización". Nunca se subrayará bastante lo insólito de esta aproximación sin anteojeras, sin rencores latentes y sin concesión alguna a los tópicos de siempre, de un intelectual "madrileño" -digámoslo así- a lo catalán. Aunque no de otro tipo fue, desde luego, su reconstrucción de la actitud mental y vital de los fundadores y discípulos de ese decisivo intento de configurar la vida española que fue la Institución, por él identificada como vanguardia de la izquierda burguesa y de sus valores, del laicismo al puritanismo moral. O de su caracterización del "perfil político" de Ortega como el propio de un pedagogo social y político de gran autoridad intelectual que no encontró la base social necesaria para imponer con firmeza su propia acción política.

Por las páginas de esta obra dedicada a su memoria desfilan, en nómina riquísima, amigos como Vicente Ferrer, Paloma O’Shea o Salvador Pons, compañeros de viaje, expertos conocedores de su obra, como Javier Tusell, Maximiano Trapero, Santos Juliá o Mercedes Cabrera, lectores agradecidos, como Albert Manent, Enric Jardí o Pedro Cerezo y, en fin, representantes de instituciones en las que cobijó su vida, vivió su fe y enmarcó su trabajo. En algún sentido profundo, la más importante fue, sin duda, el Opus Dei.
Pero no habría que infravalorar la conmovedora coherencia de su relación con la Fundación Ortega o el Ateneu Barcelonés.
Mucha es la información sobre aspectos centrales de la vida política y cultural española del último medio siglo que aporta esta obra ejemplar. Pero en lo que a la propia figura de Vicente Cacho Viu, un hombre de centralidad tan evidente como modesta, tan operativa e influyente como silenciosa, afecta, destacan dos iluminacione en cierto modo complementarias: la de Santos Juliá y la de Antonio Fontán. Nada mejor, pues, que acabar con la sabia apelación de este último al núcleo moral decisivo de nuestro gran historiador: "Cacho no ha adulado nunca la memoria de sus ‘héroes’... Pero gracias a la obra de Vicente Cacho no pocos de los intelectuales que no comulgamos con puntos capitales de la ideología de los padres y abuelos de la Institución hemos sabido que ellos también forman parte del árbol genealógico de nuestros mayores. Ellos llenan un capítulo de la historia de la cultura nacional y debemos respeto y gratitud a su memoria: ellos son también de los nuestros y nosotros de los de ellos. Desde las páginas de Cacho esas personalidades nos enseñan a practicar virtudes civiles e intelectuales -e incluso morales- que en otros pagos estuvieron en no pocos momentos cubiertas de polvo".