Image: El paisaje de la Historia

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Ensayo

El paisaje de la Historia

John Lewis Gaddis

23 septiembre, 2004 02:00

Caricatura de Taylor Jones en el Hoover Digest

Trad. Marco Aurelio Galmarini. Anagrama. Barcelona, 2004. 246 págs, 16 e.

El entramado de la obra de Gaddis son las muchas preguntas y planteamientos que los historiadores nos hacemos con frecuencia: las características del conocimiento histórico, sus presupuestos epistemológicos y metodológicos, sus posibilidades, límites y sentido.

Tan arduos interrogantes están resueltos -y este es su principal mérito- con admirable talento y brillantez. Profesor de la cátedra Robert A. Lovett de Historia Militar y Naval de la universidad de Yale, especializado en la guerra fría, J. L. Gaddis se manifiesta reiteradamente deudor de dos estudios clásicos sobre el conocimiento histórico: Apología de la Historia o el oficio de historiador de Marc Bloch y ¿Qué es la historia? de E. H. Carr, libros imprescindibles para los historiadores desde su aparición. Al igual que tales autores, Gaddis se plantea, entre otras muchas cuestiones, la tan debatida sobre el estatuto científico de la historia, insistiendo en el acercamiento que se ha producido entre ella y las ciencias puras que, en el último siglo, tras la desaparición de las viejas certidumbres de la ciencia newtoniana, se han acercado a las características del conocimiento histórico. Existe incluso una convergencia de métodos entre ellas, sobre todo con aquellas que, como la astronomía, la geología, la paleontología o la biología evolucionista, no pueden realizar sus experimentos en el laboratorio, que se sustituye -como en la historia- por la imaginación. Más aún, postula la utilización de ciertos modelos científicos para el trabajo del historiador, como por ejemplo, algunos de los que forman parte de la teoría del caos y la complejidad. En cambio, insiste en las numerosas diferencias entre la historia y las ciencias sociales (economía, sociología, ciencia política,...) -con las que se muestra muy crítico- a pesar de que compartan con la historia un mismo objeto de investigación: el ser humano individual y social. Gaddis no cree en la existencia de variables independientes, tan importantes para las ciencias sociales, y defiende la interdependencia de las variables como una premisa esencial en el trabajo del historiador que, a diferencia de los científicos sociales, no se orienta hacia la anticipación del futuro sino a la comprensión del pasado.

Tales ideas guían sus profundas reflexiones, en las que hace un uso abundante de las metáforas, algunas de las cuales, como la comparación de la postura del historiador con la figura del cuadro de Friedrich, El caminante ante un mar de niebla (1818) -que ilustra la cubierta de la edición española- se reiteran en diversos pasajes del libro. Tal recurso -lo mis- mo que la frecuente ironía- ayuda eficazmente a la comprensión del texto, bastante sencilla a pesar de la complejidad de muchas de las cuestiones que en él se tratan.

Las estructuras supervivientes del pasado nos permiten reconstruir los procesos que las generaron, pero la historia no es la realidad pretérita, sino la representación de la misma, aunque acabe sustituyendo a dicha realidad. Tal transformación no solo es inevitable, sino que también resulta positiva, de la misma manera que no sería posible, ni útil, un mapa que, tal como lo concibiera Borges, fuera la reproducción exacta del territorio representado. La forma específica de representación utilizada por la mayoría de los historiadores es la narración, cuyas características y requisitos analiza de forma pormenorizada.

A diferencia de Bloch y Carr -el primero de los cuales murió ejecutado por la Gestapo- niega que el historiador pueda mantenerse alejado de los juicios morales, aunque debe de saber distinguir entre su compromiso con la moral de su época y la moral del individuo o la época que estudia. Defiende el papel del historiador como crítico social y considera que la historia es el medio por el cual una cultura puede ver más allá de los límites de sus propios sentidos. "Para una sociedad sana y completamente desarrollada, una conciencia histórica colectiva puede ser un requisito tan indispensable como el adecuado equilibrio ecológico lo es para un bosque y un planeta sanos".