Image: Contra Bush

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Ensayo

Contra Bush

Carlos Fuentes

28 octubre, 2004 02:00

George Bush, según David Levine (The New York review of Books)

El País Aguilar. 200 págs, 15 euros

Otros libros contra Bush y sobre Bush
Craig Unger: Los Bush y los Saud. Planeta. 360 pags, 21 e.
Peter Singer: El presidente del bien y del mal. Tusquets. 344 págs, 19 e.
Eric Laurent: El mundo secreto de Bush. Ediciones B. 288 págs, 16’90 euros.
Michael Moore: ¡Todos a la calle! Ed. B., 304 págs, 15’95 e.
V. Sanclemente: Cronica de una mentira anunciada. Roca editorial. 17 euros.

Si leyeran libros sólo una tercera parte de los que ven televisión, Bush no tendría la menor posibilidad de ser reelegido el 2 de noviembre. Nueve de cada diez libros publicados en los últimos tres años sobre los EE. UU. son críticas más o menos duras del presidente saliente.

Los dos primeros de estos libros son buenos ejemplos de ello. Con un lenguaje directo, de guión cinematográfico, y cien páginas de documentación apabullante, digna de una tesis doctoral, Unger ofrece los datos. Fuentes, con el dominio de la lengua que le caracteriza y un compromiso a prueba de bombas a favor de los demócratas, nos ofrece 27 artículos publicados en la prensa entre agosto de 2000 y mayo de 2004. Unger hace de fiscal, Fuentes de juez. Las pruebas contra el acusado son tantas y tan graves que la sentencia se da por sabida antes de empezar a leer cualquiera de los dos libros: Bush es el peor presidente que han tenido los EE.UU. en muchos años. Unger demuestra la capacidad de los EE.UU. para crear monstruos que luego no puede controlar. Dando por buenas todas las pruebas de Unger, Fuentes pone todas sus esperanzas en la derrota de los republicanos el 2 de noviembre. Fuentes nos explica qué ha pasado, Unger las causas. Es aconsejable, por ello, leer primero al mexicano, que ya el 7 de agosto de 2002 detectaba todos los peligros de una invasión de Iraq.

Se han cumplido todos sus pronósticos menos tres: las revoluciones temidas en Jordania, Emiratos, Arabia Saudí y Egipto; la caída en picado del precio del petróleo, y la agudización del conflicto indo-pakistaní. Sus previsiones de una escalada de la tensión palestino-israelí, del reforzamiento de los antirreformistas en Irán, de la división entre Europa y los EE.UU., y del empeoramiento de la guerra de Afganistán se están cumpliendo al pie de la letra. Si gana John Kerry y cumple todo lo que promete, Fuentes debería celebrarlo como una victoria personal, pues los discursos del candidato demócrata están plagados de propuestas que Fuentes ha venido haciendo desde el día en que el Supremo dio la presidencia, en una decisión más que sospechosa, a Bush. El libro termina con un plan de solución para Iraq que, si Kerry no ha leído, se parece como una gota de agua a otra a las ultimas propuestas del senador de Massachussets.

Como ilustre representante de los intelectuales identificados con la socialdemocracia y amigo personal de muchos de sus dirigentes, Fuentes no ve absolutamente nada positivo ni en Bush ni en los republicanos. No comprende un solo mal de este mundo sin alguna responsabilidad republicana, pero ignora olímpicamente la desastrosa pasividad, ineficacia y doble rasero de su amigo Clinton en política exterior. ¿Qué diría Fuentes de Bush si hubiera cerrado los ojos, como Clinton, al genocidio de Ruanda, y, durante tres años, a la tragedia de los Balcanes? ¿Qué diría si, como Clinton en el 96, hubiera dejado escapar a Osama Bin Laden cuando el Gobierno sudanés se lo ofrecía en bandeja? Escribir la historia al revés, como él hace, inventarse un mundo ideal si Bush no hubiera dado el pucherazo hace cuatro años, puede ser un ejercicio apasionante, como ha demostrado el gran historiador Geoffrey Barraclough en su Introducción a la historia contemporánea, pero me parece un método inaceptable para la crítica política. Para próximas ediciones, los editores de Contra Bush deben corregir dos errores, que no sé si son del autor o del editor: la invasión de Kuwait por Iraq no fue en el 96 sino en el 90 (pág. 101). Los gastos en defensa de los EE.UU. no son de 350.000 millones sino que superan ya, incluyendo la partida iraquí, los 500.000 millones (págs. 164-165). A pesar de sus excesos y de algunos errores, el magnífico libro de Fuentes adquiere mucha más fuerza cuando se compara con el de Unger. Fuentes reconoce que nada de lo sucedido se entiende sin profundizar en "el poder detrás del poder" que representan los Bush. En la página 100 escribe: "Bin Laden es una criatura de los EE.UU. y... como la familia Bin Laden tiene poderosos intereses económico en los EE.UU, todo quedaba en casa". En Los Bush y los Saud, Unger describe con todo lujo de detalles esos intereses no ya en los EE.UU. sino en las empresas, negocios y actividades de la familia Bush y de sus socios más influyentes: el BCCI, el grupo Carlyle, Harken Energy, BMB y su filial Vinell, Halliburton, Baker Botts, las campañas de los Bush...

"Como mínimo 1.476 millones de dólares habían pasado de los saudíes a los Bush y a sus empresas e instituciones aliadas", concluye Unger. "Nunca antes un candidato a la presidencia (y mucho menos un candidato a la presidencia y su padre, un ex presidente) habían tenido vínculos financieros y personales tan estrechos con la familia gobernante de una potencia extranje- ra". A esa relación personal atribuye Unger que la Casa Blanca autorizara en los días siguientes al 11-S, cuando casi todos los aeropuertos estaban cerrados, el despegue de varios aviones con 140 saudíes a bordo, entre ellos familiares cercanos a Bin Laden, sin permitir que el FBI los interrogara previamente. Sin ninguna prueba definitiva, Unger presenta esa colaboración como la punta de un iceberg que se remonta a la invasión soviética de Afganistán y a la guerra entre Irán e Iraq, y culpa a la relación Bush-Saud-Bin Laden de todos los desastres importantes de los últimos 25 años en una teoría de la conspiración tan fascinante como increíble.

Si, como el propio Unger escribe, Carter dio luz verde a los iraquíes para invadir Irán con la esperanza de recuperar, en el río revuelto, a los rehenes estadounidenses, y tejió la red de apoyo a los muyahidin contra los soviéticos en Afganistán -de la que nacerían Bin Laden y su base Al Qaeda-, el culpable original del 11-S no serían Reagan y Bush sino Zbigniew Brzezinski, el jefe de Seguridad Nacional de Carter, un aprendiz de brujo, demócrata por ciento, empeñado desde su juventud en superar a Henry Kissinger. Lo novedoso del libro de Unger se podía haber resumido en 30 folios. El resto, hasta las 415 páginas que ocupa la obra, es una excelente síntesis de las mejores obras escritas sobre los Saud (Aburish y Bauer), Bin Laden (Bodansky, Jackard y Burk), la CIA (Woodward), Arabia Saudí (Al Rasheed y Schwartz), los talibán (Rashid)... El uso de anécdotas y testimonios llamativos, titulares que enganchan e insinuaciones con más o menos fundamento facilitan la lectura. La habilidad del autor para extraer lo mejor de centenares de obras y sintetizarlo en pocas páginas hace que, por el precio de uno, el lector reciba las síntesis de docenas de libros, reportajes e informes imprescindibles para saber dónde estamos y qué nos espera. Recomiendo, sobre todo, la lectura del anexo C (pág. 337). Ahí está la clave de toda la obra.

Por su parte, Peter Singer, catedrático de Bioética en Princeton, examina en El Presidente del Bien y del mal la retórica de Bush, saturada de referencias éticas, con el cristal de las principales decisiones que el presidente ha adoptado desde que llegó a la Casa Blanca. El resultado es un abismo preocupante entre lo que Bush predica y lo que hace. Y lo que hace se basa más en su instinto que en su moral. Como escribió Bob Woodward, "el instinto de Bush es su segunda religión". Singer lo demuestra con docenas de ejemplos, que nos muestran un presidente contradictorio e inconsistente, muy alejado del cliché que venden sus asesores de imagen. En cambio, El mundo secreto de Bush es la síntesis de dos de los últimos libros de Eric Laurent, uno de los escritores más prolíficos de Francia sobre política internacional. En la primera parte recoge tres capítulos de La Guerre des Bush, en los que analiza los estrechos vínculos de la familia del presidente desde la época nazi a los negocios con la familia Bin Laden. La segunda parte es Le monde secret de Bush, publicado en Francia en 2003. En él analiza la fuerte dependencia de Bush de la ultraderecha. Echo en falta testigos directos y entrevistas de primera mano.

Testigos, en cambio, no faltan en ¡Todos a la calle!, del inevitable Michael Moore. Es el primer libro que escribió Moore, tan famoso hoy por Bowling for Columbine, Fahrenheit 9/11 y Estúpidos hombres blancos. ¡Todos a la calle! es un adelanto magnífico de lo que ha venido después. Escrito con la agilidad y la gracia de sus mejores comedias, se puede leer de un tirón o por capítulos. Resulta igual de ameno. No deja títere con cabeza: grandes empresas, sindicatos, medios de comunicación, republicanos, demócratas (menos Hillary Clinton, de la que ya estaba enamorado en 1992)... Todos reciben su parte.

Finalmente, Crónica de una mentira anunciada. Miedos, convicciones y locuras, de Vicenc Sanclemente es, en palabras del autor, "una crónica personal de tres años" del ex corresponsal de TVE en Washington, hoy destinado en Beijin. Intercala sus mejores crónicas y entrevistas (con Condoleezza Rice, Colin Powell, Bush, Ralph Nader o Chomsky) con los avatares, las anécdotas y los sentimientos que no caben en una crónica, mucho menos de televisión, normalmente de un minuto o minuto y medio. También relata "el progresivo enamoramiento entre los gobiernos norteamericano y español" que acabó convirtiendo a Aznar en "rehén de su propio afán de devolver a España un protagonismo histórico".