Image: La llegada de los bárbaros

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Ensayo

La llegada de los bárbaros

Joaquín Marco y Jordi Gracia (ed.)

4 noviembre, 2004 01:00

Mario Vargas Llosa

Edhasa. Barcelona, 2004. 1183 páginas, 49 euros

Esta obra monumental nos presenta el más adecuado método de estudio y los materiales más significativos para el conocimiento cabal de lo que fue la recepción de la narrativa hispanoamericana en España entre 1960 y 1981.

Este es el fruto de un meritorio trabajo en equipo realizado desde la Universidad de Barcelona bajo el liderazgo de Joaquín Marco, quien se confiesa "espectador activo" del "mal llamado boom" que ya había sido objeto de otros libros, como los de José Donoso (1972) o Fernando Tola y Patricia Grieve (1971). La primera parte de La llegada de los bárbaros incluye, además de sendos prólogos a cargo de los dos compiladores, seis estudios. Junto al más integrador de Jordi Gracia, hay tres que secuencian el proceso de que se trata en los períodos 1960-1966, marcado sobre todo por el descubrimiento de Vargas Llosa, 1967-1973, con el éxito ecuménico de García Márquez y el Nobel de Miguel ángel Asturias, y 1973-1982, en que se confirma la presencia estable, enriquecida con nuevos nombres, de los novelistas hispanoamericanos en el escenario internacional. Y ese bloque se completa con otros dos trabajos acerca de la difusión editorial y de la censura de Burkhard Pohl y de Núria Prats.

La metodología aplicada, de base empírica y no muy alejada de la nueva sociología del campo literario formulada por Bourdieu, demuestra que el fenómeno no consistió en una mafia de socorros mutuos o un campo de concentración para escritores dispersos. El equipo responsable de esta obra demuestra que todo nace de la feliz confluencia entre una producción novelística de indudable calidad y la mediación de editoriales, premios literarios, agentes como Carmen Balcells y otros factores a los que se añadió la recepción entusiasta por parte de los lectores españoles y europeos y un posprocesado en el que la crítica literaria desempeñó un papel determinante.

A ello está dedicada la segunda parte: más de doscientos textos publicados en periódicos y revistas españolas, ordenados cronológicamente desde sendos artículos de Castillo Puche sobre Borges y Sábato, aparecidos en 1960, hasta una extensa conversación con Rulfo de 1981. La mayoría de estas piezas son reseñas o estudios críticos. Enorme interés encierra el medio centenar de entrevistas recopiladas, en las que, además de los citados, Asturias, Carpentier, Onetti, Cortázar, Mujica Láinez, Fuentes, Vargas Llosa, García Márquez, Benedetti, Cabrera Infante, Mutis, Sarduy, Scorza, o Edwards hablan de su propia obra, de la novela en general o de las interferencias entre política y literatura.

El acopio de reseñas y estudios sirve para rescatar la labor de numerosos críticos literarios españoles que detecta- ron enseguida la trascendencia de la novela llegada de Iberoamérica y la presentaron como un modelo posible de regeneración para el debilitado tronco de nuestra producción propia. El caso de Joaquín Marco es sumamente significativo a este respecto, pues su reivindicación de semejante novelística forma parte de su autobiografía intelectual como crítico, como consejero de editores y como profesor universitario, pero no menos activas fueron las plumas de Conte, Gimferrer, Dámaso Santos, Amorós, Alfaya, Leopoldo Azancot, Guillermo Díaz Plaja o Juan Ramón Masoliver. Precisamente éste último detectó que los reiterados éxitos de los novelistas latinoamericanos en los 60 "escocían más que el yodo" entre sus colegas españoles, que reaccionaron a veces de forma extemporánea, como en el caso de Gironella, Lera o Alfonso Grosso, o más sutilmente, como lo hizo Torrente Ballester en un artículo sobre Borges también recogido aquí. Pero otros, como García Hortelano, Benet, Terenci Moix, Vázquez Montalbán, Juan Goytisolo, Martín Gaite, Caballero Bonald, Sueiro, Millás o Guelbenzu, manifestaron por escrito su admiración ante la narrativa hispanoamericana, y vieron en ella una vía de libertad imaginativa y de renovación lingöística para restaurar el pacto con el lector, que no solo estaba ahíto de la ramplonería de nuestro realismo social sino también del objetalismo deshumanizado del nouveau roman francés.