Image: El dedo de Galileo

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Ensayo

El dedo de Galileo

Peter Atkins

2 diciembre, 2004 01:00

Galileo

Trad. I. Belustegui y C. Martínez Gimeno. Espasa. Madrid, 2004. 436 págs, 23’5 euros

Especulación y experimentación: ambas constituyen el meollo del método científico. Y de él nos quiere hablar el autor haciendo un retrato acabado de lo que es la ciencia; si se quiere, de lo que está siendo la ciencia.

Un retrato no fundado en una definición sino mostrado a través de distintas poses, las que él ha elegido, que entre todas completan la efigie final. Esas vistas parciales, muy relacionadas entre sí -evolución, adn, energía, entropía, átomos, simetría, cuantos, cosmología, espacio-tiempo, aritmética- están arbitrariamente ordenadas, pero tienden a ir marcando sucesivamente una mayor abstracción. La abstracción que permite a la ciencia iluminar su campo de actuación: "Identificar un mismo espíritu que mora en acontecimientos dispares significa que alcanzamos una comprensión común a toda una porción del mundo". Si con ojos de poeta se ve la superficialidad de los hechos, con ojos de científico se atraviesa la superficie para ver el espíritu que hay escondido dentro.

Pues bien, el espíritu de la ciencia rastreado a lo largo de las visiones citadas, el nacimiento del moderno método científico, lo personaliza Atkins en Galileo: su dedo nos indica la dirección a seguir, la que aúna especulación y experimentación. Antes primaba la especulación "de salón", el modo de cuestionarse el mundo desde una butaca con el que los griegos nos confundieron durante dos mil años y que podría tal vez aceptarse para las matemáticas y para la ética pero ya no para la física. La contribución principal de Galileo fue su rechazo a esa autoridad cegadora; con los ojos abiertos a la observación demostró "empíricamente" que la versión aristotélica de los acontecimientos era errónea. Incluso la geometría, que para Kant era algo demostrable por introspección, se convierte en ciencia experimental con la aparición de las geometrías no euclídeas. La reflexión sola jamás es una guía para la verdad pero "aunada con la experimentación es una guía fiable, como ilustra Galileo de forma tan prodigiosa".

Pero la historia no ha acabado y todavía pueden presentársenos situaciones recurrentes. Los quarks, por ejemplo. Aunque no se hayan identificado de forma individual, se cree en su existencia porque una teoría actual de éxito los necesita. Pero si los griegos fracasaron en general como científicos porque lo suyo era todo teoría y evitaban la experimentación, ¿debemos creer en los quarks, dando un paso atrás hacia ellos? La verdad es que los quarks explican tantas cosas, incluidas las consecuencias experimentales de su existencia, que tal vez deberíamos creer. Y todavía le quedan por resolver a la ciencia dos problemas verdaderamente profundos: el problema enorme del origen del Universo y el de la naturaleza de la conciencia, "una de las propiedades más desconcertantes de la materia".

Creo haber hecho aflorar, de entre la inmensa exposición de argumentos y noticias, las líneas maestras de este libro, realmente importante, que persigue dar a conocer lo que es la ciencia, y cómo se hace, a toda clase de lectores. Deja fuera los detalles técnicos y matemáticos, centrándose en las ideas más que en las aplicaciones; incluso invita a saltar párrafos a quienes no están interesados en descripciones formales, y cree que cuanto en él se dice es "razonablemente claro e indiscutible". Hay que valorar el trabajo impresionante que supone acercar un conjunto de teorías que, sobre ser muy difíciles, chocan muchas veces con las intuiciones más inmediatas. Dada su variada condición, algunas explicaciones son elementales mientras que a otras no les sobrará una segunda lectura. Lectura salpicada con frecuentes rasgos de humor, amena y provechosa.