Image: Eurekas y euforias

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Ensayo

Eurekas y euforias

Walter Gratzer

16 diciembre, 2004 01:00

El libro recoge anécdotas desde Pitágoras a Einstein

Trad. J. García Sanz. Crítica. Barcelona, 2004. 454 páginas, 21’90 euros

Sabrosa colección de anécdotas desde las que se filtra un cierto entendimiento de cómo se hace la ciencia. A lo largo de unas 180 estampas asistimos unas veces al seguimiento de un problema científico con las sucesivas incorporaciones que cada autor va aportando, fruto en ocasiones de circunstancias inesperadas y casuales.

Erlich encuentra el procedimiento de tinción para los bacilos de la tuberculosis por haber encendido inadvertidamente la estufa sobre la que se había colocado una preparación; Herschel descubre el infrarrojo al deslizarse el haz de luz solar cuya observación había abandonado para ir a comer; Pasteur interrumpe durante sus vacaciones el estudio del cólera de las aves de corral y, al encontrar inactivos a su vuelta los cultivos de las bacterias que lo provocan, decide sin razón aparente inocularlos, con un resultado sorprendente que le conduce a promover la aplicación de vacunas atenuadas. Las anécdotas no facilitan el camino hacia el conocimiento científico pero pueden arrojar una luz sobre la sociología y la historia de la ciencia.

Otras veces son los científicos mismos los que proporcionan el argumento de cada episodio. De Pitágoras o Plinio el Viejo a nuestros contemporáneos van desfilando los más diversos caracteres, moviéndose entre ambiciones y celos, éxitos y fracasos, generando incluso algunos momentos de farsa. No se piense, sin embargo, que se trata de una relación de chascarrillos y ocurrencias insustanciales sobre los científicos, sino de verdaderos incidentes históricos, casi siempre docu- mentados, aunque algunos pueden ser apócrifos o atribuidos a más de una persona. La variedad de temas va desde el que pasaría como trama de novela policiaca, cuando Jeffreys descubre la autoría de un crimen por la observación de los patrones miniatólitos de ADN, al muy divertido de Warbarton que identificó al insecto contenido en un trozo de mantequilla como garrapata siberiana, lo que dio lugar a un artículo de prensa, "Garrapata portadora de enfermedades importada con mantequilla rusa", con la consiguiente protesta del embajador soviético. En suma, tiene aquí el lector una serie de historias, graciosas o serias, que le permitirán tanto acercarse a la personalidad de los grandes artífices de la ciencia como a la comprensión del verdadero carácter de la investigación científica, de aquel proceso de desarrollo -dice Einstein- al que se suman en una labor incesante los mejores cerebros de cada generación.