Image: De la mano de Artemia

Image: De la mano de Artemia

Ensayo

De la mano de Artemia

Aurora Egido

16 diciembre, 2004 01:00

Aurora Egido. Foto: Mercedes Rodríguez

J. J. de Olañeta Ed./Univ. Illes Balears. Barcelona, 2004. 204 páginas, 14 euros

El Barroco ha sido estudiado desde sus creaciones plásticas o literarias de manera insistente, desde que los simbolistas descubrieron su mundo, los modernistas la complejidad de su estilo, y los años 20 el espejo que ofrecía para las investigaciones vanguardistas tanto la práctica como la teo-ría de aquella inmensa maquinaria de signos capaz de articular una no menos inmensa y teatralizada pintura de la realidad.

La verbalización del mundo llevada a cabo en el Barroco roza los umbrales mismos de la modernidad, a la que preludia tanto como se parece. De ahí el interés que por el Barroco estético sintieron tanto el 27 como los novísimos. A ambos se alude con profundo conocimiento y exactitud aquí. Pero el problema de las ciencias humanas -y la autora insiste en ello, porque lo sabe y lo conoce- no dimana tanto del objeto estudiado como del sujeto que lo estudia desde sí: del mismo modo que la dificultad de un texto o de un cuadro no reside en el cuadro o en el texto sino en espectador o lector. Lo que ha generado visiones muy parciales e, incluso, claramente erróneas.

Por eso, Egido -una de nuestras grandes sabias- aboga aquí por un Barroco entendido desde el pensamiento mismo en que sus realizaciones se sustentan y no leído sólo desde aspectos formales a los que una visión tan superficial como simplista lo ha querido reducir. Analiza, para ello, la recepción de Alciato en España, sus relaciones con la Antología Palatina y el epigrama, y cómo, en el emblema, la pintura es el cuerpo de lo representado, y el texto, el alma de la representación. El teatro se convierte en la máxima forma emblemática, y la literatura toda sufre un intenso proceso de emblematización. Aurora Egido lo sigue y levanta acta del mismo, comentando la simbiosis de la tradición bíblica y de la tradición clásica que en sus motivos se produce, así como las distintas reinvenciones a que ello da lugar.

Nada escapa a su atenta mirada: ni el jeroglífico ni los apotegmas, ni las estampas ni el sermón. Todo interviene en esta emblematización de la cultura, en la que el neoplatonismo, el cristianismo y el neoestoicismo confluyen en "un modo de pensamiento en el que la verdad parecía derivarse de ciertos aspectos de la forma, de la función y de otros atributos del objeto". Explica cómo el emblema se ajustó a los contrafacta y cómo la letra de los mismos se convirtió en una eckphrais clásica, como la que encontramos en algunos poemas helenísticos, de los que parece derivar. Su carácter plástico facilitó su adaptación a la mecánica de los Ejercicios Espirituales de San Ignacio, tanto como a la geografía del soneto o a la configuración del cartel. Lo que genera un profundo proceso analógico, muy anterior a las correspondencias de Baudelaire. Las imágenes de la memoria, tan trabajadas por la retórica clásica, se reactualizan, y los topoi también, pero de un modo no mimético sino creativo, que amplía y mezcla los géneros literarios y que libera la invención, sobre todo, en los temas de encuadre. La memoria de la época es más neo-aristotélica que platónica, como en la novela de Cervantes se puede ver.

Aurora Egido, con una erudición tan documentada como apabullante, analiza las relaciones entre mnemotecnia y religiosidad en el Nuevo Mundo, las traducciones y adaptaciones de la topotesia y la topographia clásicas, la tradición tomista del uso mnemotécnico, y el papel desempeñado por los grandes lienzos en la evangelización. Pero las perlas filológicas - y hay muchas- tal vez estén en grado máximo en las páginas dedicadas a la "égloga III" de Garcilaso, a un soneto de Lope y a una canción de Góngora, así como en la técnica perifrástica y en el sistema de alusiones que capta y reconstruye en un largo poema de Andrés de Uztarroz. Una novedad temática y metodológica la constituye la incursión en la historia de las ideas y de las imágenes trazada en el importante estudio de dimensión social, titulado "Visajes de la pobreza en el Siglo de Oro", tan titánico en su manejo de los datos como modélico en su aplicación. Y utilísima, por su realismo y sentido común, es la exacta reflexión con que cierra el libro: una profunda revisión del Barroco literario español, en la que aboga por un estudio completo y hegelianamente complectivo que nos permita comprender el Barroco a partir de los principios conceptuales con y desde los que todo su sistema funcionó. Libro,pues, tan sabio como todos los de su autora, pero tal vez el más atrevido e innovador también.